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martes, 14 de agosto de 2012

•"Tan solo una salida" {Capítulo 2}.

-Es un estúpido –ahora Justin parece molesto- dile a tu ex novio que si no deja de acosarte tendré que acosarle yo a el.
-Déjale, es igual –intento quitarle importancia.
-Sweden –ahora su voz parece haber bajado una octava- salisteis hace dos años y sigue detrás de ti.
-Cree que somos amigos –le digo- pero ya le he dicho que no somos nada.
-Más le vale mantenerse alejado –me mira intensamente- y bien –de repente su expresión cambia y como si quisiera eliminar la tensión que se ha creado por momentos, sonríe sin mas- ¿Dónde vas a llevarme hoy?
-Ya sabes que aquí no hay mucho que ver –sonrío ante su cálida voz- podemos pasear.
-Pasear –repite- me encanta pasear.

Subo a mi habitación y meto el móvil en el bolso. Antes de cerrar el portátil veo que en twitter hay cuatro interacciones nuevas. Las leo.

“Me encantan los días como hoy, me encanta ver lo que hoy voy a ver”.
“Prepárate, ya estoy aquí”.
“Hoy el sol está brillando, porque si no, sería de noche”.

Veo el último, un rettweet de una fan.

“Es muy gracioso cuando a @justinbieber se le caen los pantalones en plena actuación, el es sexy”.

Bajo abajo y espero a que vuelva, Justin ha ido a meter el coche en la parte de atrás. No quiere que nadie sepa dónde está.

Cuando vuelve sonríe y se gira para coger su teléfono, que reposaba sobre la mesa. Se inclina y veo que sus bóxers negros asoman por encima de sus pantalones. Me río al recordar el tweet de esa fan, y después le miro.

-Voy a regalarte un cinturón –cruzo los brazos.
-Se que te gusta –bufa- y a mis fans también.
-Se que a ti también te gusta que todos vean tu trasero mientras actúas, es “divertido” –río, el no se lo espera”.
-¿Has visto el video? –se sonroja.
-He visto un tweet –suspira aliviado- pero pienso buscarlo cuando llegue a casa.

Tras una pequeña discusión sobre donde debe colocarse los pantalones, salimos a la calle y él se coloca su gorra negra de los yankees.

-A juego con los bóxers –río.
-A juego con los bóxers –repite divertido.

Nos dirigimos hacia un parque en el que no hay mucha gente, pero para eso tenemos que atravesar la mayor parte del pueblo. Ese parque está a las afueras.

Cuando entramos en una calle donde varias mujeres charlan con su cesta de la compra en la mano, Justin se coloca sus gafas de sol y se pone la capucha de la chaqueta sobre la gorra, tapando la mayor parte de su cara.

-Pareces un delincuente –me río.
-No lo creo –sonríe.

Justin se acerca a mí, y noto como acaricia mi mano antes de agarrarla. Yo le miro y veo como su sonrisa casi brilla bajo el sol. En ese momento comienzo a ponerme nerviosa. No sé qué hacer.
Justin ha cogido mi mano y está esperando una respuesta. No sé lo que eso significa. Puede que para él solo sea una señal de amistad. Sweden, eres imbécil. Haz algo. Levanto la vista para encontrarme con sus ojos, y sonrío tímida mientras acepto su mano y la estrecho un poco más contra la mía. El hace más amplia su sonrisa, y por un momento creo ver el rubor en sus mejillas.

¿Sentirá en estos momentos, al igual que yo, mariposas en el estómago? Vuelvo a mirarle y veo que su sonrisa no ha desaparecido aunque ahora mira hacia delante. Se acerca un poco más a mí y entonces entrelaza sus dedos con los míos. Ahora comprendo que eso no es una señal de amistad. No, eso significa algo más. Unos dedos entrelazados significan unión. Amor. ¿No es cierto?

Miro hacia las señoras que hablan inocentemente sobre lo que hoy harán de comer, sin pararse a pensar que Justin Bieber sostiene mi mano. Una de ellas me devuelve la mirada y después la posa sobre nuestras manos. Sonríe y después vuelve a la conversación con sus fieles amigas. Imagino entonces como verá ella nuestra imagen. Dos jóvenes andando cogidos de la mano. Seguro que piensa que estamos enamorados. Y así es, al menos… yo si.

Entramos en una calle en la que ya no hay tanta gente. En realidad estamos solos sin contar a los dos ancianos que hablan animadamente en la puerta de un estanco y otro de ellos que toma el sol sentado en un banco y mirando al cielo, con sus gafas de sol y su gorra estropeada. Pienso en si Justin será como él cuando crezca, si seguirá llevando las gorras que ahora lleva. Le miro y veo que se ha desprendido de las gafas y la capucha. Gira su cabeza y sonríe al ver que le estoy observando.

-Me encanta esto –murmura.
-¿Poder pasear por una calle sin que la gente se te eche encima?
-Bueno… -duda un momento- eso está bien –sonríe- pero me refería a coger tu mano.

Y de nuevo comienzan a temblarme las piernas. Me pregunto si para el esto será un juego o de verdad sentirá algo al sostener mi mano. Le miro a los ojos y veo que ahora brillan. Creo que el también siente algo, pero no se el que.

-Te invito a un helado –dice rompiendo el silencio que se ha formado durante un momento.
-Trato hecho –le tiendo la mano que me queda libre para sellarlo.
-No hemos hecho ningún trato –mira mi mano.
-Pues lo hacemos ahora –pienso durante un momento- dejo que me invites a un helado si tú dejas que te compre un cinturón –río triunfante.
-No hay trato –dice el.
-Pues no dejo que me compres un helado –dejo caer la mano que antes había tendido para que el la estrechara.
-Vale.

A pesar de que me he negado a que lo haga, al llegar a una heladería, sin preguntármelo, vuelve a ponerse las gafas y la capucha y tira de nuestras manos, que siguen entrelazadas con fuerza. Intento resistirme pero él es más fuerte. Al entrar la chica nos mira primero a ambos, y después fija su mirada en el. Parece dudar durante unos segundos, pero después sacude la cabeza y mira hacia el interior de la vitrina en la que están los helados.

Yo suelto mi mano en señal de enfado, e inmediatamente me arrepiento. El me mira y yo intento parecer cabreada, pero creo que no funciona. Mete la mano que antes sujetaba la mía en el bolsillo y saca su cartera.

-Dos helados de chocolate, por favor y gracias –le sonríe a la camarera.

Parece que esta se ha quedado durante un momento embobada con la sonrisa del chico que me acompaña. Es normal, suele causar esa sensación. Ella vuelve a mirarlo y como si se diera cuenta de repente de que es demasiado obvio que le escruta, fija su mirada en el cristal y comienza a servirnos los helados. Sé que en su interior está pensando “Este chico me recuerda a alguien, tiene que ser… si, se parece a él, pero no puede ser, el no puede estar en España, no”.

La mujer le tiende los dos helados a Justin y este los coge, poniendo en su lugar unos billetes.

-Quédese con el cambio –dice simpático, y sale a la calle.

Resignada voy tras él y le acompaño mientras anda, no quiero mirarle, porque se que si lo hago mi enfado desaparecerá por completo. Veo por el rabillo del ojo que se acerca más a mí tendiéndome el helado. Le ignoro.

-Vamos –murmura tierno- no seas así.

Sigo sin decir nada.

-Perdóname –susurra en mi oído acercando su cara.

Un escalofrío me recorre de los pies a la cabeza al notar sus labios tan cerca, pero me controlo. Le miro. El enfado es historia. El sonríe, yo sonrío.

-Vale –digo seca, y cojo el helado.
-Gracias –su sonrisa se hace más amplia.

Andamos por las calles tranquilos, porque sabemos que aunque la gente imagine que ese chico que anda junto a mi es quien es, no lo cree. Ya que el no puede estar aquí. Es imposible.

Entramos a otra calle peatonal, hay árboles a ambos lados de la calle y el suelo está asfaltado con una fresca roca que cubre todo el trayecto hasta la próxima plaza. Es casi primavera y las flores están empezando a florecer a los pies de los arboles. Estoy concentrada en mi helado de chocolate cuando noto que una mano sujeta mi cadera.

Justin ha vuelto a sorprenderme. Ahora nuestros cuerpos están tan pegados que se rozan al andar. Puedo escuchar su respiración. Ahora ha rodeado mi espalda con su brazo, posando su mano sobre mi cintura. Como hacen los novios. Como hacen los enamorados. Le miro y vuelve a sonreír. Esta vez yo también sonrió sin pensarlo dos veces. Noto el calor de Justin directamente contra mi piel. Me gusta.

Lo cierto es que es evidente que los dos nos atraemos. No hay nada más que vernos para saber que hay sentimientos. Los dos nos queremos, aunque sea de una forma diferente. Aunque la verdad es que a veces pienso que el también está enamorado de mi. A fin y al cabo, coge un avión para venir a verme ¿no?, deja lo que está haciendo para llamarme por teléfono a cualquier hora ¿no?, hay atracción física. Eso es evidente.

Entramos ahora en la última plaza que hay que atravesar para llegar a nuestro destino. Esta es la más grande del pueblo, ya que aquí está la iglesia. Frente a ella hay un parque. Veo a unos niños jugando en él, y me sorprende ver a bastante gente en la puerta de la iglesia. Veo entonces a varios fotógrafos que esperan parados frente a ella. Hay una boda.

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