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viernes, 4 de octubre de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 32}.

-Míralo por el lado bueno –sigue- si sabes que el sigue con su vida ahora tu podrás seguir con la tuya, solo olvídalo.

Otro pinchazo se clava en mi pecho y me retuerzo.

-Me estas pidiendo que olvide a alguien que me hacía olvidarlo todo.
-Duele –asegura- pero te acostumbras –frunzo el ceño y ella asiente- yo tuve que aprender a protegerme de quien mientras me traicionaba gritaba “¡Confía en mi!”.
-Justin no…
-Sí, lo hizo –murmura- por eso no merece que derrames una sola lágrima más por él. Y ahora métete en la cama, van a apagar las luces.

¿Las luces?

Miro a través de la ventana y veo que todo está oscuro. Debe de ser muy tarde, he vuelto a perder el día.

-Yo…
-Solo duerme –me pide- por la mañana todo será mejor.

Tresh extiende su brazo alrededor de mi espalda y me ayuda a levantarme. Me dejo caer sobre la cama y me quedo allí, inmóvil, hasta que todo se vuelve a quedar en silencio y me siento tan rota que ni siquiera encuentro la voz para gritar.


Abro los ojos y siento la oscuridad todavía caer sobre mí. Me giro y paso la mano sobre mi frente para eliminar el sudor frío. Estoy agobiada. Llevo demasiado tiempo pensando y noto mis pies temblar. No he dormido nada a pesar de que deben de ser sobre las cuatro de la madrugada. Me incorporo sobre el borde de la cama y miro al techo mientras siento que las paredes se hacen cada vez más pequeñas y me engullen.

Necesito salir. Corro hacia la puerta y tiro de ella, pero está cerrada.

Maldita sea.

Camino a tientas hasta la cama de Tresh y extiendo la mano para tocar su espalda.

-Tresh –la llamo en un murmuro- Tresh necesito salir –las manos comienzan a temblarme y la angustia se hace mayor- necesito salir de esta habitación –le pido.

Ella se da la vuelta y noto como suspira.

-¿Qué ocurre? –su voz suena espesa.
-Necesito salir a dar una vuelta –suplico- sé que tu sabes cómo abrir la puerta, te he visto hacerlo –estoy nerviosa- por favor, abre.
-Si te pillan fuera tendrás problemas Sweden, duerme.
-No puedo –mi voz es casi un grito- por favor.

Ella guarda silencio un momento y después se incorpora para rebuscar algo debajo de su almohada. Saca lo que parece ser una llave, aunque en la oscuridad no se ve gran cosa. Oigo ruido y un chasquido. Después la puerta se abre dejando pasar el rastro de luz apagado del pasillo.

-Vuelve antes de las seis ¿quieres? Si alguien te ve diré que me golpeaste hasta dejarme inconsciente. Me obligaste –bufa, y vuelve a la cama.
-Gracias –susurro- gracias Tresh.

Corro hacia afuera y una vez en el pasillo el frío me recorre los huesos. Olvidé ponerme unos zapatos. La humedad se huele en el aire y todo está terriblemente apagado. El silencio recorre los pasillos y las sombras se apoderan de las paredes, pero el espacio es grande y yo inspiro fuertemente dejando correr por mis pulmones algo de vida. Comienzo a caminar en silencio intentando recuperarme del ataque de pánico de ahí dentro. Atravieso el pasillo principal y entro en otro más pequeño, dos más y salgo a un jardín en el que no había estado nunca. Esta parte es desconocida para mi, aunque en realidad todo lo es puesto que no vi más que el comedor y mi propio cuarto. Busco a tientas hasta toparme con un banco de piedra y me siento con cuidado. Al mirar hacia arriba el cielo negro se extiende ampliamente y las estrellas desaparecen cuando clavas los ojos en ellas. Las paredes del orfanato corren hacia arriba hasta gran altura dejando ver pequeños balcones que acaban orientados al jardín. Podrías subir las escaleras y asomarte desde uno de los pasillos más altos para ver el banco en el que estoy sentada del tamaño del tapón de un bolígrafo. Vuelvo a respirar el aire fresco y paso en la oscuridad la mirada a través de los distintos balcones. Realmente esto es relajante. Sigo mi recorrido hasta parar de golpe al notar algo. Una mancha parece asomar de uno de los bloques de la derecha, ese es el ala de los internos varones, hago más aguda la visión y entonces me doy cuenta de que la mancha es una persona y que prácticamente todo su cuerpo está fuera de la barandilla.

-Mierda –susurro, y salgo corriendo hacia la entrada del edificio masculino.

La adrenalina ha vuelto a mi cuerpo y corro escaleras arriba sin tener ni idea de que hacer hasta encontrar la planta que creí ver como la sexta cuando conté el número de balcones. Salgo a un pasillo y este me lleva a otro hasta notar de nuevo el aire. Salgo a un tramo exterior en el que la pared de la izquierda da a la oscuridad de la noche y una barandilla te separa de la distancia al suelo, la cual no es obstáculo para la figura que diviso al final del pasillo.

Corro como si realmente pudiera impedir que ese chico salte y me paro en seco cuando llego a su lado y reconozco su cara. Veo una cicatriz tenue a través de la luz que entra de lado que ocupa desde su oído hasta la parte de abajo del cuello, y entonces sé quien es.

-Ian –murmuro a unos metros de él, ahora se ha girado ante la sorpresa pero sigue sentado sobre la barandilla con el cuerpo hacia afuera- Ian ¿Qué estás haciendo?

Espero su respuesta pero no llega, en vez de eso baja la mirada hasta el suelo, seis plantas más abajo, y suspira pesadamente.

-Ian, baja de ahí –susurro, y comienzo a andar hacia él, que extiende un brazo hacia mí para que me detenga- por favor –le pido- no hagas nada.

El vuelve a suspirar y cierra los ojos, cogiendo aire y se pone en posición para saltar al fondo.

-¡Espera! –grito, tan fuerte que deseo que alguien haya podido escucharme y venga- Ian… -mi mente abarrotada de ideas y angustia se pone en marcha para intentar ganar tiempo, pero sé que no servirá de nada- No te conozco desde hace mucho ¿sabes? Pero sé cómo eres –murmuro, y él vuelve a abrir los ojos para encontrarse con los míos- sé que eres inseguro, se que te han hecho daño hasta romperte –un nudo ocupa mi garganta y peleo para deshacerlo- sé que sientes que todo está perdido y que no hay más salida, que no sirve de nada pelear por algo que no está ahí al fin y al cabo –él hace una mueca y entonces sé que me escucha- sé cómo es sentirse tan hecho pedazos que ya ni siquiera te importa si te levantas un día más. Sé lo que es el no ver futuro, y también sé lo que es estar donde tu estas ahora –la voz me tiembla e intento mantener la calma mientras cuento mi propia historia- yo estuve ahí, estuve como tu estas ahora. Lo intenté –me estremezco ante el recuerdo- intente dejarlo todo y abandonar. Desperté en el hospital días después y ¿sabes qué? –él aprieta los labios hasta que se forman dos finas líneas sobre ellos y me mantiene la mirada- que cuando abrí los ojos y vi que seguía viva di gracias a Dios por darme otra oportunidad –siento que voy a vomitar- comprendí que es una estupidez querer quitarte la vida cuando vas a morir tarde o temprano, que la vida no es fácil pero que siempre hay alguien que quiere cogerte la mano para que no saltes, abrazarte y decirte que todo va a estar bien y saldréis de esta. Vamos Ian, déjame ayudarte –él se queda inmóvil y siento que lo he perdido- por favor.

Y ahí me encuentro yo, intentando salvar a alguien cuando ni yo misma puedo salvarme. Es curioso como das consejos y ni tú misma los aceptas. Acorto nuestra distancia y avanzo hasta plantarme justo a su lado, extiendo mi mano y rezo para que decida cogerla. Sostengo su mirada y entonces él hace un movimiento. Al principio creo que va a soltarse pero después su brazo corre hacia mí y noto sus dedos fríos sujetar los míos. Pasa una pierna y después la otra a través de la barandilla. De un salto aterriza en el suelo y yo suspiro haciendo que mi alma vuelva a entrar en el cuerpo.

-Gracias –susurro.

El me observa con una extraña mueca en la cara y sé que es de incredulidad, también sé que está pensando por qué precisamente yo he corrido descalza seis plantas y me he acercado al borde para agarrar su mano, sé que está pensando en por qué alguien querría ayudarlo si ni el mismo acepta su propia ayuda. Una inmensa sensación de paz me inunda por dentro por haber podido salvarle a la vez que angustia por pensar qué le habrá llevado a querer saltar, y entonces sé cómo se sintió Justin al encontrarme tirada en el suelo aquel día. El pecho vuelve a dolerme y siento que voy a derrumbarme justo cuando Ian avanza hacia mí y de repente me veo entre sus brazos. Me abraza tan fuerte que siento mis costillas estremecerse, pero no me muevo. Estiro mis brazos para rodearlo y sé que es su forma de decir que todo está bien. Le escucho sollozar sobre mi hombro pero no digo nada, hace más fuerte nuestro agarre y unos minutos después, lo que se siente como una eternidad, se separa para mirarme a los ojos. Ahora su expresión es de calma.

-Creo que deberíamos volver a la cama –alzo la vista al cielo y veo que comienza a ponerse más claro- está amaneciendo.

El asiente y hace un amago de lo que parece una sonrisa. Toca mi hombro y después se da la vuelta para desaparecer. Observo en silencio como se aleja y dudo en acompañarlo a su habitación para asegurarme de que no volverá corriendo para lanzarse de cabeza, pero finalmente decido dejarlo estar y regreso a hurtadillas hasta mi cama.



Alguien está tocando mi hombro cuando abro los ojos después de lo que creo que son tan solo unos minutos, pero al mirar a través de la ventana veo que el sol brilla allí fuera.

-Buenos días chica nueva –dice animada Tresh, sentada en el borde de mi cama.
-Creo que he dejado de ser nueva –murmuro.
-¿Qué tal tu paseo nocturno? –pregunta, y de repente imágenes dispersas vienen a mi cabeza como una película a cámara rápida. Trago saliva y me incorporo para dirigirme al baño.
-Bien –murmuro desde dentro- solo necesitaba salir para aclarar mis ideas.


Al entrar en el comedor ocupamos nuestra habitual mesa con una excepción. Ian no está en ella. Mark ya está engullendo sus cereales y nos saluda con un movimiento de cabeza. Tras recoger nuestra comida Mark comienza su monologo y yo le doy un sorbo a mi zumo de fruta mientras clavo la mirada en la puerta para observar quien entra y sale.

-¿Dónde está Ian? –comenta Tresh despreocupada.
-Lo llamé esta mañana pero quiso seguir durmiendo –asegura Mark- no creo que venga hoy.

Y acto seguido, como si le hubiera escuchado, Ian hace su aparición en el comedor, camiseta blanca y pelo despeinado, para dirigirse a su sitio y saludar con un asentimiento.

-Hablando del bello durmiente –bufa Mark.

Él hace una mueca y gira la cabeza en mi dirección. Nuestros ojos se encuentran y de repente me siento incómoda. ¿Cómo se supone que debo reaccionar después de haber evitado que un chico se haga puré en el asfalto? ¿Un “hola” está bien? ¿Tal vez un “¿Qué tal has dormido? ¿Te alegras de haber despertado en tu cama y no con el cráneo esparcido por el jardín?” me decido por un saludo simple y asiento en su dirección en respuesta.

-Y bueno, ¿Cómo has dormido después de tu escapada nocturna? –Espeta Mark en su dirección- ¿tienes a alguna niñita del pabellón B siguiéndote el rastro y no nos lo has contado?

El baja la mirada y se limita a ignorarlo.

-Sweden también decidió dar un paseo ayer de madrugada –interviene Tresh- parece que ahora está de moda.

Mark me dedica una mirada sucia y después la pasa a Ian, que intensifica su mirada dura en una mueca de desprecio para hacerle olvidar lo que está pensando.


Más tarde, Tresh decide ir a arreglar unos asuntos con sus contactos para hacerse con más ropa y unos cascos nuevos así que yo decido abandonar el comedor y atravieso el pasillo con la cabeza baja y la mente en otro sitio cuando alguien se para frente a mi y nos chocamos de lleno. Alzo la vista y me encuentro con Mark y su sonrisa intensa.

-Eh, preciosa –dice alegre- ¿ya te vas?
-Eh… si –contesto, intentando seguir mi camino, pero él me corta el paso.
-¿Por qué no vienes a dar una vuelta?
-No, gracias –le digo.
-Vamos –da un paso hacia mí, de forma que nos encontramos molestamente a demasiada poca distancia- he sido paciente, pero ya es hora de que nos divirtamos un poco ¿no? –sonríe, sucio.
-Mark –me alejo dos pasos hacia atrás- no estoy de humor.
-Nunca estas de humor –bufa- pero yo puedo arreglarlo.

Éste vuelve a acercarse y coloca su mano sobre mi cintura atrayéndome sobre su cuerpo.

-Para –le aviso, pero rodea mi espalda con la otra mano y hace fuerza acercando su cara a la mía- he dicho que pares –espeto.
-¿Por qué te resistes tanto? –murmura.
-¿Qué coño estás haciendo? –alzo la voz, perdiendo la paciencia.
-Vamos, he estado lanzándote indirectas todo el tiempo –su sonrisa se hace más amplia y clava sus dedos en mi cadera- y tú me las has devuelto.
-¿Qué yo qué? –Bufo- apártate.

Intento zafarme de su agarre pero él me empuja contra la pared, apoyándose sobre mí e inmovilizándome. De repente siento que me falta el aire y mi cabeza vuela tiempo atrás hasta detenerse en Scott, pero esta vez Justin no está para protegerme, y eso hace que el corazón me dé un vuelco.

-Déjame que te enseñe lo que es pasarlo bien aquí dentro –sus ojos pasan de mis ojos a mi boca y después bajan hasta mi pecho- haré que cambies esa cara.
-¡He dicho que me sueltes! –me retuerzo contra el para echarlo a un lado, pero es inútil. Maldita sea.
-¿Por qué no… -comienza a decir, pero alguien lo agarra por detrás como un muñeco de trapo y lo echa a un lado.
-Ha dicho que la sueltes, idiota –dice una voz ronca, y por alguna razón escucho a Justin en mi cabeza, aunque sé que es imposible. Al principio no la reconozco, y entonces sé que es porque nunca la he escuchado antes. Alzo la vista y veo a Ian, que mira fijamente a Mark a su lado- deja de ser tan baboso –espeta.

Paso la mirada hasta Mark, que tiene la mandíbula desencajada por la sorpresa y los ojos perdidos. Ian me hace un gesto y yo lo sigo por el pasillo, dejando atrás al chico inmóvil y entrando al jardín, que ahora está lleno de luz y deja pasar algunos rayos de sol desde lo alto de los muros. Ian toma asiento en uno de los bancos  y yo le imito, aún sin saber muy bien por qué me ha traído aquí. Él me mira y después coge aire antes de clavar la vista en sus manos.

-Oye –comienza, y duda antes de seguir- solo quería darte las gracias por lo de anoche –su voz es ronca pero suave- y por no decir nada.

Le miro durante un momento sin saber cómo reaccionar ante el hecho de estar oyéndole hablar después de tanto tiempo, realmente creía que era mudo e intento buscar las palabras correctas.

-De nada –murmuro- te vi allí y…

El asiente y dejo la frase en el aire.

-¿Qué hacías, de todas formas, sola en los pasillos a esas horas?
-No lo sé –susurro- estaba agobiada, no dejaba de pensar y necesitaba salir.
-Puedo notar que no eres así –murmura.
-¿Cómo? –su afirmación me pilla de sorpresa.
-Así –repite- como eres aquí dentro. Tengo la sensación de que fuiste alguien feliz.
-Bueno… he tenido mis momentos.
-Y adivino que esos momentos te los dio alguien en concreto –asegura- y que por eso ahora te sientes tan vacía.

Demasiado directo para ser alguien que no habla demasiado.

-No… -susurro, pero ambos sabemos que está en lo cierto.
-No voy a obligarte a nada como nuestro amigo Mark –hace una mueca- pero ahora que sabes que no soy mudo –sonríe, es la primera vez que le veo sonreír- puedes contarme lo que sea.

Guardo silencio un largo tiempo, meditando en si realmente quiere escucharme o si solo se siente en deuda conmigo. Finalmente opto por una respuesta sin demasiados detalles.

-Siempre hay alguien –digo- esa persona que te hace sentir bien. Y luego descubres que se acabó porque lo que teníais no era tan único y especial.

El pecho comienza a dolerme porque aún no quiero admitir que Justin y yo hayamos acabado como empezamos, siendo dos perfectos desconocidos. Quiero agarrarme a un clavo ardiendo y pensar que de repente pasará algo y volveremos a estar juntos como otras veces, que podemos seguir superándolo todo porque realmente yo seguiría dando mi vida por él una y mil veces más, pero él…

-¿Puedo decirte algo? –Murmura- tal vez no te guste.
-Adelante.
-Creo sinceramente que si alguien te quiere busca la manera de poder estar contigo, así de simple. Sea lo que sea. Lo hace.

No es tan fácil cuando esa persona es mundialmente conocida y puede tener a quien desee, mientras que tú no eres nadie. Y mil alfileres se clavan en mi estómago.

-Puede que tengas razón –suspiro.
-También pienso que toda una chica debe saber que no necesita en su vida a quien no la necesita en la suya –explica- por lo que nadie merece que pierdas las ganas de vivir.

Su mirada se clava en la mía y entonces comprendo lo que quiere decir. Pero también sé que me costará la vida.

-Gracias –murmuro- pero debería ser yo quien estuviera tratando de darte consejos ¿no crees?
-No –dice sin más- yo estoy bien.
-Ian…
-De verdad que lo estoy –asegura, pero sé que no es cierto.

Y ahí me encuentro a mi alter ego, a alguien totalmente idéntico a mí, que esconde sus sentimientos e intenta hacer creer a todos que es fuerte aunque esté ardiendo por dentro, a quien prefiere ayudar a que lo ayuden, pero necesita el más grande de los apoyos.


Tras una charla con Ian y su nueva voz encontrada regreso a mi habitación con una sensación extraña, que nada más traspasar la puerta desaparece para ser ocupada por la angustia de nuevo. Tresh aún no ha llegado por lo que tengo otro rato para estar sola y meditar. Me tiro sobre la cama con los brazos tras la cabeza y miro al techo examinando cada grieta que lo atraviesa por el duro cemento. Hasta la superficie más dura acaba rompiéndose. Cierro los ojos y permito que mi mente recupere una selección de recuerdos felices, los que guardo en mi rincón especial. Con él. Dejo pasar las imágenes por mi cabeza una a una. Justin y yo paseando. Justin y yo tomando un helado. Justin y yo viendo una película. Justin y yo sobre el césped. Justin y yo peleando por cosas tontas. Justin y yo simplemente tirados sobre la cama. Justin y yo. Juntos. Al fin y al cabo.

Un sonido molesto interrumpe mis pensamientos y deseo que explote en mil pedazos sea lo que sea. El ruido se hace más insistente y distingo una melodía. Música. Una sonrisa se deja ver por las comisuras de mis labios porque llevo demasiado tiempo sin escucharla, y todo porque en este estúpido sitio no permiten aparatos electr…

¡Mierda!

Salto de la cama casi perdiendo el equilibrio y corro, corro hacia el aseo siguiendo la melodía, y corro lo más deprisa que puedo, y más, más porque sé lo que es, más porque sé quien está haciéndolo sonar. Entro precipitadamente y agarro el teléfono llevándomelo a la oreja con miedo porque deje de sonar. Descuelgo y de repente los nervios me juegan una mala pasada y me quedo sin voz para responder.

-¿Hola? –dice una voz al otro lado- verá, le parecerá una tontería pero… -demonios, yo reconozco esa voz- hace poco llamaron a mi teléfono y contestó otra persona –la sangre se drena de mi cara y contengo la respiración- el caso es que estaba esperando tener noticias de alguien y la chica no dijo cómo se llamaba –intento no desmayarme y entonces noto que su voz está tensa, cojo aire y le siento rígido al otro lado, nervioso, y puedo ver como su voz tiembla- solo… solo querría saber quién llamó para…
-Justin… -es todo lo que puedo responder, y mi susurro atraviesa la línea provocando que su voz se detenga de inmediato y suelte un largo suspiro entrecortado.
-¿S-Sw…Sweden? –él tartamudea al otro lado y noto como contiene el aire sin creer lo que está escuchando.
-Justin –repito ahora, aún sin fuerza- Justin soy yo.

Y sin poder evitarlo, sin saber por qué, las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas y corren hasta mi cuello. Lágrimas de algo, un sentimiento que no logro averiguar.

-¡SWEDEN! –Grita, tan fuerte que tengo que separar el teléfono de mi cara por el espasmo- dios mío –ahora su voz tiembla de verdad- demonios, ¿eres tu realmente? ¿Sweden? Háblame.
-Soy yo Justin, soy Sweden –me llevo la mano a la boca y contengo un grito de emoción- no puedo creer que esté hablando contigo –susurro- oh Justin…
-Gracias al cielo –exclama, y lo noto ir de un lado a otro por alguna habitación- no sabía si podría volver a… joder Sweden, desapareciste, pensaba que ya no volvería a verte, solo necesitaba… yo… tenía que… rogué al cielo poder hablar contigo una vez más pero… y tu… intenté…
-Justin, Justin –intento calmarle- lo siento.
-¿Qué? –espeta, sorprendido.
-Siento… todo esto –susurro- lo siento.
-Definitivamente eres mi pequeña –ríe amargo- echándose la culpa por todo lo que no está en su mano, incluso por el hambre en el mundo –podría adivinar que en ese momento una lágrima recorre su mejilla, pero no estoy segura.
-Justin, yo…
-Vale –me corta, y su voz se torna dura- dime donde demonios estás.

Su respuesta me pilla desprevenida. Es el Justin frío.

-¿Por qué? –logro decir.
-Sweden –me llama, y escucho mi nombre salir dulce a través de sus labios, como solo él puede hacer- necesito que me digas dónde estás, ahora.

¿Él no lo sabe?

-Estoy en… en el orfanato –suspiro angustiada- en el orfanato Drive Point a las afueras de la ciudad.
-Maldita sea –espeta- voy a por ti.
-¿Cómo?
-Voy a ir a por ti, no sé cómo pero lo haré –su voz suena amenazadora, sé que está tenso de nuevo- he estado buscándote desde que saliste por aquella maldita puerta y ahora no van a impedirme que te lleve conmigo.
-Pero Justin…
-Volveré a llamarte, te quiero –murmura- espérame nena.

La llamada se corta y yo me quedo con su nombre en el borde de mis labios. Inmóvil y sin poder moverme mil preguntas me vienen a la cabeza. Mil contradicciones, todo muro en mi cabeza se derriba y siento que los pensamientos me ahogan. ¿Qué acaba de pasar? ¿Qué…

-¿Sweden? –Grita Tresh cerrando la puerta detrás de ella- ¿estás aquí?

Mis ojos mirando a la nada, mi boca entreabierta por la palabra que no pude llegar a decir, la respiración entrecortada, el pulso a mil por segundo y cada centímetro de mi cuerpo temblando por haber vuelto a escuchar su voz.

-Estoy aquí –musito, tan bajo que ni siquiera yo puedo escucharme.

Necesito unos segundos para volver a recuperar la movilidad de mi cuerpo y entonces me abalanzo fuera de la habitación, asustando a Tresh de tal manera que salta sobre su cama con un grito ahogado.

-¡Maldita sea! –Espeta- ¡Se te ha ido la cabeza! ¡Me asustaste!

Aún sin creer lo que acaba de pasar, levanto las manos en el aire para captar su atención. Necesito decir esto en voz alta.

-Me ha llamado –suelto, lentamente cada palabra- Justin me ha llamado, y estaba ahí, estaba… llorando.
Ella abre los ojos y se deja caer sobre la cama con las piernas cruzadas y dejando salir un suspiro por entre sus dientes.
-Vaya, realmente te has vuelto majara –dice- tendremos que buscarte un loquero.
-Escúchame Treshboth –me acerco hasta ella y cojo sus manos- me ha llamado de verdad –ahora intento asimilarlo todo- estaba en la cama y comencé a escuchar un sonido, ese sonido era el teléfono –respiro lentamente- al principio creí que era la radio pero entonces recordé que no tenemos radio –bufo- y era él.
-Pero… ¿Cómo?
-No lo sé –aseguro- pero dijo que le esperara.
-¿Esperarlo? ¿Para qué?
-Dijo… -susurro- dijo que vendría a por mí.

Ella niega con la cabeza tan desconcertada como yo.

-Pero es imposible, aunque viniera… él no podría entrar. No lo dejarían. Hay mucha seguridad aunque esto parezca cutre. Y además una vez dentro… ¿Qué haría? ¿Sacarte por la ventana? –bufa.
-No lo sé –sonrío- pero tampoco me importa. Él no me ha olvidado.


Esa noche no puedo dormir. No consigo mantener los ojos cerrados más de dos minutos, pero por primera vez me siento bien, me alegro de no poder hacerlo, porque el motivo es que pude escuchar su voz. Y me dijo te quiero de esa forma tan suya que hace que se te erice todo el bello y sientas electricidad en la columna vertebral. De esa forma tan suya que cambia de ánimo y sigue sonando tierno, de esa forma tan suya que te devuelve la vida en menos de dos segundos aunque hayas estado muerta semanas, de esa forma tan suya que con tan solo suspirar te hace querer comerte el mundo. Porque sigue aquí. A pesar de todo.


Despierto con el teléfono pegado al pecho y me incorporo inmediatamente aún sin ni siquiera ver bien, rozo el botón para desbloquear y espero a que la pantalla se ilumine para ver si hay alguna llamada perdida, pero no lo hace.

Maldita basura.

Vuelvo a presionar el botón y la pantalla sigue apagada.

-¡Tresh! –grito, y ella abre los ojos con un espasmo.
-¿Qué? –me mira asustada.
-¡Este trasto no se enciende! –Espeto- ¡está muerto!
-Maldita sea Sweden ¿Qué hora es?
-Podría decírtelo si esto cobrara vida –la miro- pero no lo hace, por eso te despierto.
-Se habrá quedado sin batería –murmura, y vuelve a dejarse caer.
-Pues pide un cargador.
-En realidad ya debería haber devuelto el teléfono, voy a tener problemas –espeta- y de todas formas no podrá volver a llamarte –asegura- ni siquiera sé cómo pudo hacerlo antes.
-¿Qué?
-Ese teléfono está trucado para que el número no quede grabado y tampoco pueda recibir llamadas, se usa en todo el orfanato –suspira- es la moneda de contrabando y cambian a menudo la tarjeta.
-Pero él…
-Lo sé –se gira, dándose por vencida, pues sabe que no va a volver a dormir- por eso me pareció extraño, claro que con conocimientos y un buen hacker…
-Ryan –susurro.
-¿Qué?

Justin le pidió a Ryan que rastreara el número porque esa chica le dijo que alguien había llamado preguntando por él, y sabe que el número al que llamé  solo lo tiene su familia y… yo. Así que al ver el contacto desconocido… estoy segura de que él estaba atento a cualquier pista, dijo que me buscó todo el tiempo.

-Nada –finalizo- ¿tienes hambre?

-En realidad tengo sueño –espeta, y se da la vuelta tapándose la cabeza con la sábana. 

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sábado, 28 de septiembre de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 31}.

-¿Puedo ir a mi habitación? –pregunto.

Necesito estar sola.

-Puedes hacerlo –anuncia Mark- pero no tiene sentido ir si por la tarde nos vuelven a encerrar. Ven con nosotros al salir.
-Gracias, pero estoy cansada –miento, he dormido un día completo, aunque en realidad mi estado de ánimo está en el subsuelo y no tengo ganas de nada.
-¿Quieres que te acompañe? –Pregunta Tresh poniéndose en pie.
-Creo que recordaré el camino –susurro, y me despido con un asentimiento de cabeza antes de abandonar el gran y gris comedor.



Tirada sobre la cama que está haciendo mi espalda una increíble basura miro al techo intentando imaginar cómo sería todo si hoy me hubiera levantado como cualquier otro día y hubiera olido a canela o naranja. Giro la cabeza y miro a través de la pequeña ventana que deja pasar la luz cada vez de forma más apagada. Está anocheciendo. Llevo gran parte del día tirada sobre este colchón mugriento y he pasado de la desesperante sirena que suena para avisar que es la hora de comer. Tresh vino para ver si todo estaba bien, pero nada lo está. Absolutamente nada. Ella volvió a cerrar la puerta y prometí que más tarde iría para cenar. Ahora la maldita sirena ha vuelto a sonar y yo sigo sin tener fuerza en las piernas para caminar hasta allí. Lo cierto es que tan solo podría levantarme de esta cama si él atravesara la puerta o me dijeran que lo han visto en la entrada porque ha venido a buscarme, pero eso es imposible. Ni siquiera debe de saber donde estoy, y aunque lo haga… ¿Qué más da?  No puedo hablar con él, no puedo verle y tampoco salir. Comienzo a pensar en la conversación de la hora del desayuno y me viene a la cabeza la pregunta de ese chico. “¿Qué harás cuando salgas?” No lo sé, ¿Qué puedo hacer? Seis meses es mucho tiempo, para entonces muchas cosas habrán cambiado. Mi casa ya no será mi casa porque el banco se la habrá quedado, mis cosas no serán mis cosas y Justin… Justin ya no será mío. Por otra parte me aterra pensar que pueda acabar como Ian, encerrada en esta cárcel para siempre porque no tengo nada que hacer ahí fuera. Un escalofrío hace que mis músculos se vuelvan rígidos y me estremezco.

Vuelvo a retorcerme y abrazo mis rodillas escondiendo la cabeza entre mi pecho. Suspiro pesadamente y la respiración se me corta cuando las lágrimas comienzan a salir mojando las sábanas y dibujando pequeños puntos más oscuros sobre ellas. 

Quiero salir de aquí.




-Eh, chica nueva –me llama una voz.

He vuelto a quedarme dormida.

Abro los ojos y rezo para que el tiempo pase y hayan transcurrido seis meses, pero ella lleva la misma ropa que antes y su aspecto es igual al de esta mañana.

-Hola –murmuro.
-¿Por qué estás llorando? –pregunta, tirándose sobre la cama.

Alzo la mano hasta mi cara y noto que mis mejillas están húmedas. Aún.

-No lo sé –miento.
-Ya –bufa- puedes contármelo, no voy a ir a la calle a decírselo a nadie.

Deshago mi agarre y cambio de posición poniéndome boca arriba. Miro al techo y exhalo un largo suspiro antes de armarme de valor para decir en voz alta lo que me está matando.

-Tengo miedo –comienzo.
-¿A qué?
-A todo, supongo –cierro los ojos y busco valor en lo más hondo- a morir sola, a quedarme aquí para siempre, a perder mi vida –una lágrima asoma y dejo que corra- a que me olviden.
-Pero si estás aquí es porque no queda nadie que deba recordarte –musita- ¿o sí?
-No –la angustia asoma por mi voz- o si. Ya no sé nada.
-¿Hay alguien ahí fuera que esté esperándote?

Abro los ojos de nuevo y me giro para observarla.

-Hay alguien, pero al parecer es imposible.
-Nada lo es.
-Hemos luchado tanto… -susurro- tanto por estar juntos, y siempre hay algo que nos separa.
-Si vuestro destino es estar juntos volveréis a encontraros.
-Ese es el problema –y mi voz se rompe- que no es ese nuestro destino. Ahora sé que nunca lo fue. Somos demasiado diferentes.
-Pero le quieres.
-Más que a mi vida –aseguro.
-Y el te quiere.

Dudo un momento y entonces recuerdo todas y cada una de las cosas que ha hecho por mí. Sus palabras en el hospital, sus viajes para verme, sus abrazos y sus besos, todo lo que hizo cuando ella murió, el haber estado aquí cuando todos le gritaban que vuelva.

-Si –suspiro- él me quiere.
-Entonces buscará la manera de que estéis juntos.
-¿Y cómo? –me incorporo ahora sobre la cama- ¿Cómo? Por más que quiera estoy aquí encerrada y soy propiedad de esta basura de asistencia social o lo que demonios sea.
-Créeme –baja ahora la mirada- no hay nada más poderoso que alguien que daría la vida por ti.

Sus ojos se vuelven oscuros y sé que ella también perdió a alguien ahí fuera.

-Tresh…
-Puedo conseguirte un teléfono –anuncia.
-¿Un… -mis músculos se vuelven rígidos de repente antes la posibilidad de poder volver a hablar con él y quiero tirarme al suelo y morir- ¿Un telé...
-Pero solo podrás hacer una llamada y será durante un tiempo limitado, ese tipo de cosas están demasiado controladas aquí –dice- es peligroso.
-Oh dios –suspiro, intentando encajar esto dentro de mi cabeza. - sería… sería… increíble.

Ella asiente dedicándome una sonrisa sincera. Yo cruzo los dedos y pido con toda mi alma al cielo que por favor… me deje poder hablar con él aunque sea por última vez. Veo que Tresh se levanta y va hasta su chaqueta colgada en la silla. Yo doy un salto y me pongo en pié a su lado, pero lo que saca no es un móvil, sino algo liado en una servilleta. Busco sus ojos desconcertada y ella suelta una carcajada.

-No creerás que llevo un móvil en el bolsillo para emergencias –bufa- tengo que ir a hablar con unas cuantas personas, pero hoy ya nos echaron el candado –señala la puerta- tendrás que esperar unos días –extiende sus manos y deja algo sobre las mías- ten, me jugué el cuello por ti para traerte algo de comer.

Unos días…

-¿Has robado? –pregunto. Recuerdo que eso estaba castigado.
-No es la primera vez. Vamos, come o no tendrás fuerzas para hablar con tu chico.
-No necesito que me cuiden –intento sonar dura, pero mi voz es como la de una niña pequeña. Ella vuelve a sonreír y se tira sobre la cama poniéndose de nuevo los cascos y dejándome sola.

Tomo asiento y desenvuelvo lo que ha traído. Son unos sándwiches y una manzana algo seca, pero bastará. Mi estomago vuelve a sonar y lo engullo sin apenas respirar. Realmente estoy hambrienta. Al acabar hago una bola con el papel y lo tiro a un lado, me dejo caer sobre la cama y cierro los ojos recordando una vez más mi vida antes del desastre.





#
Ha pasado casi una semana desde que Tresh me prometió que conseguiría un maldito móvil pero no hay rastro de él por ninguna parte. Según ha estado repitiendo últimamente las cosas en el orfanato no están yendo demasiado bien y sus contactos están perdiéndose entre las sombras. Justo en el momento adecuado, por supuesto, haciendo honor a mi suerte una vez más. Aunque asegura que está haciendo todo lo que puede y está a nada de hacerse con uno.

Por otro lado en cuanto a mi estado de ánimo no hay gran cosa que contar. Mi estancia aquí se basa en pasar el día metida en esta habitación desde que el sol sale fuera de estas paredes y vuelve a esconderse cuando la sirena avisa el toque de queda y todos los internos vuelven a sus respectivas celdas. De vez en cuando Tresh consigue arrastrarme hasta el comedor, y es ahí, rodeada de gente, cuando me siento más perdida y sola que nunca. Mark está realmente pesado con sus preguntas personales en torno a mí y estoy empezando a perder la calma. Ian al contrario se limita a observar y asentir. No he escuchado su voz desde que entré en este sitio, aunque no es de extrañar. Esto quita las ganas de vivir a cualquiera. Pero si hay algo aún peor que un día aquí es la noche. Cuando la luna sale y todo queda en silencio mi cabeza comienza a dar vueltas y a pesar de que intento calmarme, respirar y echar fuera la angustia todo acaba explotando y el resultado es Tresh, saltando de la cama para zarandearme de un lado a otro y que así deje de gritar. 

Pesadillas. Todo está lleno de pesadillas. Paredes cerradas y frías. Ataúdes de madera. Soledad en el vacío más grande. Techos grises y agrietados, ojos color miel alejándose cada vez más de mi. A menudo suelo notar la presión de las manos de Tresh sobre mis hombros y escucho mis gritos justo en el momento en el que me dejo caer desde un precipicio y observo como desde arriba, Justin y mi madre se abrazan sonriendo mientras me despiden con un seco saludo. Noto el peso de mi cuerpo aplastarse sobre el suelo y abro los ojos para que las lagrimas salgan y me vea de nuevo encerrada en la realidad que es mi propio infierno. Me estoy volviendo loca y lo peor es que ya no distingo pesadillas de realidades. Me estoy consumiendo y él sigue sin estar a mi lado. Antes todo era mucho más fácil, más llevadero. Ahora ya no estoy segura de poder seguir, ni siquiera sé si quiero hacerlo.



Cuando vuelvo a abrir los ojos la habitación está vacía y todo sigue oscuro aunque realmente siempre está oscuro dentro de esta habitación. Me incorporo y miro hacia la ventana echando de menos que los rayos de sol me den en la cara para despertar por la mañana, aquí todo es siempre exactamente igual. Me arrastro hasta el pequeño escritorio que hay contra la pared y miro el reloj viejo que marca la una y cuarenta y cinco del medio día. Al lado de éste un pequeño calendario estropeado por la humedad. Hoy hace exactamente una semana desde que entré. Noto un nudo en el estómago seguido por el sonido de mis tripas y no sé si es la angustia por estar dejándome morir de hambre o por el hecho de que sé que cada día que amanezco aquí es un día más lejos de él. Ya ni siquiera puedo pensar que él realmente quiera volver a verme.
Me arrastro hacia la ducha tras perder el equilibrio y decido que necesito llevarme algo a la boca. Me meto sin esperar a que el agua salga caliente. Me encojo al notar el contacto helado pero me dejo estar, inmóvil bajo la pequeña cascada irregular. Hasta el agua pierde vida aquí dentro.

Abro el pequeño ropero de mi compañera y cojo prestados unos jeans oscuros y otra de sus camisetas negras. Todo es negro en su cajón, cosa que no me desagrada puesto que de alguna manera me permite guardar luto. Al pensarlo algo dentro de mí se encoje pero me obligo a mantenerme inexpresiva. No más lagrimas, al menos por hoy.


Tras atravesar el pasillo recorro con la mirada el comedor en busca de Tresh y la encuentro en la misma mesa y con la misma compañía que ha tenido días atrás. Me acerco en silencio y tomo asiento a su lado. Ella gira la cabeza para encontrarse de lleno conmigo y veo su mandíbula caer al notar mi presencia.

-Sweden –saluda tocando mi mano, y sus ojos se vuelven grandes- creía que hoy tampoco vendrías –ella me echa un vistazo de arriba abajo y suspira- gracias a dios.
-Te cogí prestado algo de ropa, espero que no te importe –susurro.

Una cabeza se alza frente a mí y clava sus ojos de lleno.

-En realidad te queda mejor que a ella –admira una voz- excepto por las ojeras, claro.
-Cállate Mark –escupe Tresh- eres idiota –ella gira la cabeza hacia mí de nuevo y sonríe- no te preocupes, coge lo que necesites.

Asiento dejando ver el rastro de una sonrisa seca y me pongo en pie.

-Voy a buscar algo de comer –anuncio, y me arrastro hasta la barra de comida mustia dando por finalizada nuestra conversación.

Al volver a mi sitio siento el impulso de preguntar a Tresh si hay alguna novedad con el tema de sus contactos pero decido mantenerme en silencio porque siento que la respuesta no va a alegrarme el día. Dejo entrar un par de tostadas y un café con leche e inmediatamente después mi estómago se queja por ello.

-Oye Sweden, tal vez deberías pasarte por la enfermería –murmura Tresh al ver que me llevo la mano al estómago y después la subo al pecho.

Ninguna pastilla va a hacer que deje de dolerme el alma.

-Estoy bien.
-En realidad –interviene Mark- desde que llegaste a penas has comido nada y si no fuera por Treshby serías un esqueleto sin vida al lado de su cama –él hace un mohín de sonrisa pero lo pierde al ver mi expresión cansada- lo digo enserio, estás más delgada y las ojeras te llegan hasta…
-Es suficiente –extiende una mano ella hacia el chico- tal vez solo está… cansada –concluye, consciente de que lo que menos necesito es a Mark pegado a mi preguntando por cómo me encuentro cada cinco minutos.

Yo alzo la cabeza y asiento para despedirme rápidamente. Al ponerme en pié una mano agarra mi muñeca y tira de ella.

-¿A dónde vas? –dice Mark.
-Me vuelvo a mi habitación –murmuro, y les doy la espalda.

Comienzo a recorrer el pasillo cuando unos pasos detrás de mi hacen que me detenga. Al girarme, Tresh extiende su mano y roza mi hombro con una sonrisa en la cara.

-Oye, siento no habértelo dicho antes, pero no quería que Mark comenzara a hacer preguntas de nuevo –su voz es tensa.
-¿Qué pasa? –respondo sin ánimo. Solo quiero irme a la cama.

Ella mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y saca algo envuelto en un pañuelo de color negro.

-Me lo han dado esta mañana –su voz suena una octava más alta, pero mantiene el tono bajo para que no puedan escucharnos.

De repente algo golpea dentro de mi consciente de que es lo que necesito.

-Eso es…
-El móvil –susurra muy bajo- me ha costado horrores conseguirlo pero te dije que lo haría.

Mis ojos se abren como platos y siento la necesidad de salir corriendo. Ella me lo entrega y yo lo meto en el bolsillo de mi pantalón al instante.

-Recuerda –sigue- poco tiempo y con precaución.

Quiero gritar y darle las gracias, pero mi cuerpo se echa hacia delante sin mi permiso y la estrecho entre mis brazos con fuerza. Noto que ella ríe y me lo devuelve antes de separarse para verme la cara.

-Así me gusta –toca mi hombro- y ahora corre.
-Tresh… -la llamo.
-Lo sé, lo sé –sonríe- yo también te quiero.

Ella se da la vuelta y sigue caminando hasta entrar de nuevo en el comedor mientras yo comienzo a correr hasta el dormitorio. Doy un portazo tras entrar al cuarto de baño y me planto frente al espejo con alguna luz en los ojos que se ha vuelto extraña por el tiempo que ha estado ausente. Rescato el teléfono de mi bolsillo y rozo un botón que hace que la pantalla se ilumine. Paso los dedos por mi pelo para peinarlo como si me preparara para verlo y sonrío con un nudo gigante en la garganta que toso para aclarar antes de coger aire y poder hablar. Marco su número y me lo llevo a la oreja.

Un tono. Dos. Tres. Cuatro. Una voz se escucha al otro lado y estoy a punto de gritar cuando me doy cuenta de que no está.

“Bieber, deja tu mensaje o llama más tarde”.

Su voz suena seca y cortante. Cuelgo y vuelvo a marcar impaciente.

Cuatro tonos más y el buzón vuelve a saltar.

Maldita sea.

Tiro el teléfono a un lado y salgo hasta la habitación para asomarme por la pequeña ventana de barrotes. Alzo la mirada al cielo y suspiro, pidiéndole con todas mis fuerzas que vuelva y se pegue al teléfono. Pienso en esperar una hora y volver a intentarlo pero los nervios me pueden pasados diez minutos. Corro de nuevo al aseo y lo intento.

Dos tonos después alguien descuelga.

-¿Sí?

Mi corazón se contrae y siento que se me sale del pecho, no entiendo por qué estoy tan nerviosa. Intento respirar y buscar algo que decir cuando me doy cuenta de que no es Justin quien está al otro lado.

-¿Quién… es? –susurro muy despacio.
-Soy Natalie –su voz chillona hace que de un pequeño salto sobre mi misma. Parece una mujer joven, demasiado joven -¿qué quiere?

Ahora mi corazón bombea con fuerza. ¿Desde cuándo Justin deja por ahí su teléfono? De repente un pinchazo me atraviesa el pecho. A no ser… que esté con ella.

-Yo… -murmuro- eh…
-¿Si? –urge la voz femenina al otro lado.
-Quería hablar con… -de repente las palabras se me atragantan y noto la boca seca- Justin.

¿Por qué está ella atendiendo sus recados?

-Él no está en este momento –dice- está trabajando, puede dejarle un mensaje.

 Así que ha vuelto a su trabajo, claro. Un agujero enorme se abre a través de mi pecho y lucho por intentar mantenerlo cerrado. No sé por qué pensé que para él sería distinto.

-No… no es… necesario.
-Puede llamar más tarde, él está preparando un viaje.

Algo dentro de mí salta.

-¿Un viaje? –exijo.
-Su tour comienza en unas semanas –asiente al otro lado- está muy ocupado, pero puedo darle un mensaje.

Justin Bieber se va de tour. Por supuesto.

-No importa –murmuro, pero no estoy segura de si ella puede escucharme.
-¿Con quién hablo? –pregunta.

Y entonces yo cuelgo el teléfono.

Lo dejo caer y me apoyo con ambas manos sobre el lavabo en un intento ridículo de no perder el equilibro. Algo muy dentro de mí se rompe y entonces entiendo muchas cosas. Había estado esperando que alguien atravesara la puerta para verme, había pensado en mil planes para poder salir de aquí y escaparme a verle, me había preguntado cada noche qué estaría haciendo o si sentiría una mínima parte de la angustia que yo siento por no saber nada de él. Necesitaba saber como estaba, y al parecer… está mucho mejor de lo que creía. Tanto que hasta me ha apartado a un lado para seguir con su importante vida como si nada. En realidad no sé por qué me sorprendo. Debería haber sabido que yo solo era unas vacaciones. Un pasatiempo, una distracción. Debería haber entendido antes que todo esto no iba a parar en ningún sitio y que como me había temido tarde o temprano se iría para seguir con su vida y yo me quedaría en el mismo sitio, sola.

Esto se me fue de las manos. Siento que el aire abandona mi cuerpo y una presión inunda mi cabeza haciendo que quiera explotar, el pecho me palpita rápido y sé que es porque el corazón acaba de romperse en pequeños pedazos y el hueco se quedó vacío. Alzo la cabeza para encontrarme con mi reflejo en el espejo y me devuelvo una mirada de desprecio por no haberme dado cuenta en todo este tiempo de algo que era jodidamente obvio. Me aparto y salgo a la habitación, arrastrándome hasta la cama para morir sola, pero antes de poder caer sobre ella un pinchazo en el costado hace que me doble y pierdo las fuerzas hasta caer al suelo. Sin ánimos para levantarme me abrazo las rodillas y hago lo que mejor se me da hacer aquí dentro.


-Mírate –la voz de Tresh retumba en mis oídos cuando irrumpe en la habitación sobresaltándome- llorando de nuevo en el suelo, sola –ella camina hasta los pies de mi cama, donde me encuentro aún encogida- desahogándote, deprimida, sientes que no puedes con tus problemas –ella se sienta frente a mí y pasa un mechón de mi pelo detrás de mi oreja con dificultad, pues mantengo la cara enterrada en mis rodillas- te levantas, te lavas la cara, te miras al espejo y piensas “ya no más” –suspira- pero segundos después te vuelves a derrumbar.

Sus palabras, suaves y compasivas me golpean como bofetadas. No necesito que nadie sienta lástima por mí. ¿Cómo sabe ella tanto sobre todo esto?

-Estoy bien –susurro, pero las lágrimas ahogan las palabras.
-Puedes repetirle el cuento a quien quieras, lo llevas haciendo muy bien todo este tiempo –ahora su voz es de urgencia- pero no a mí. Soy yo la que se despierta por tus gritos y la que te escucha llorar en el baño. ¿Qué ha pasado?

Ante su pregunta mis ojos vuelven a escocer y siento que me desgarro.

-Lo siento.
-Oye Sweden –ella toca mi hombro y me veo obligada a levantar la cabeza para mirarla- sé que es duro. 
Nadie ha discrepado en eso, pero si sigues así no vas a durar ni un mes aquí dentro.
-¿Y para qué? –digo ahora, buscando sus ojos.
-A veces solo queda respirar, cerrar los ojos, tragarse las lágrimas y seguir adelante.

Su mirada es pesada, triste. Realmente esa chica se preocupa por mi. Por un momento sus ojos me recuerdan a los de Justin y noto que me falta el aire. ¿Por qué siempre hago que las personas sientan la obligación de cuidarme? Ya estoy rota.

-Ya no importa.
-Eso no es cierto.
-Todo sería más fácil si pudiéramos elegir qué recuerdos conservar y cuales desechar –susurro.
-Déjame adivinar, ese chico –señala hacia la puerta con la cabeza, como si realmente estuviera detrás de ella- todo es por él. Todo el tiempo fue por él.

Durante un momento me obligo a poner mis pensamientos en orden. Quiero responderle que no, que no es él quien está haciendo que pierda las ganas de seguir respirando, que no es él el centro de todo y yo no giro en torno a su presencia. Quiero gritarle que las lágrimas que derramo cada noche son porque he perdido a mi madre, porque ya no voy a poder abrazarla, pero lo cierto es que mentiría si lo dijera, porque a quien miro al caer por el precipicio cada noche es a Justin. A él, a sus ojos. Directamente al centro de su alma, y me siento basura al recordarlo porque no debería ser de esa manera. Cada vez que él aparece todo el dolor se va, y al alejarse de mi vuelve a golpearme como un tren en marcha. Realmente duele a horrores, y lo peor es que no sirvió para nada.

-No… -susurro, tan bajo que solo se escucha el aliento al salir de mi boca.
-Cuéntame que ha pasado ¿quieres? –su voz es de súplica.
-No le importo –murmuro escupiendo las palabras- nunca le importé. Todo este tiempo… -mi voz se rompe y me obligo a respirar despacio antes de seguir- yo siempre supe que él era demasiado… yo tan solo era… nuestros mundos son totalmente distintos y estaba segura de que tarde o temprano se alejaría –susurro- todos lo hacen, pero… tan solo…
-Eh, eh, tranquila –me pide.
-Tan solo creía que el… no lo sé, tal vez… pensé que podría estar intentando…
-Sacarte de aquí –musita ella.
-Si –finalizo.
-Pero no es así –adivina- él ya ha seguido con su vida y tu no estás en ella.

Sus palabras son como latigazos pero hay algo en su voz que hace que busque sus ojos. Ella está dolida, porque también sufrió por ello.

-Tresh…
-Míralo por el lado bueno –sigue- si sabes que el sigue con su vida ahora tu podrás seguir con la tuya, solo olvídalo.

Otro pinchazo se clava en mi pecho y me retuerzo.

-Me estas pidiendo que olvide a alguien que me hacía olvidarlo todo.
-Duele –asegura- pero te acostumbras –frunzo el ceño y ella asiente- yo tuve que aprender a protegerme de quien mientras me traicionaba gritaba “¡Confía en mi!”.
-Justin no…
-Sí, lo hizo –murmura- por eso no merece que derrames una sola lágrima más por él. Y ahora métete en la cama, van a apagar las luces.

¿Las luces?

Miro a través de la ventana y veo que todo está oscuro. Debe de ser muy tarde, he vuelto a perder el día.

-Yo…
-Solo duerme –me pide- por la mañana todo será mejor.


Tresh extiende su brazo alrededor de mi espalda y me ayuda a levantarme. Me dejo caer sobre la cama y me quedo allí, inmóvil, hasta que todo se vuelve a quedar en silencio y me siento tan rota que ni siquiera encuentro la voz para gritar. 
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RT aquí si leíste el capítulo. Prometo que los siguientes serán menos tensos. Solo os pido un poco de paciencia. Gracias por seguir aquí y espero que os haya gustado. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 30}.

-Vamos –tira de mi mano para levantarme- enseguida lo sabrás.

Me arrastra y nos dirigimos a la cafetería desde donde Scooter ha llamado. Al parecer él está con esos hombres, pero… ¿Quiénes son? Y sobretodo ¿Qué quieren de mi?  Según nos acercamos la expresión de Justin se vuelve cada vez más tensa y puedo oír rechinar sus dientes. Tiene la mandíbula apretada y los ojos clavados en el suelo mientras caminamos. Al atravesar la puerta Justin se para en seco y sujeta mi cara con ambas manos haciendo que nuestros ojos se encuentren de lleno.

-Escúchame Sweden –me pide- pase lo que pase ahí dentro no te preocupes por nada, no voy a dejar que te hagan daño.
-¿Qué? –pregunto perpleja, no entiendo de qué va todo esto.
-Solo quédate a mi lado y no te pongas nerviosa.

Justin me dedica una última mirada y nos lleva hasta una de las mesas más alejadas al fondo, en la que dos hombres vestidos con traje y corbata esperan con las manos cruzadas y en silencio frente a Pattie.
Esto me da muy mala espina.

Scooter se acerca a nosotros y se para frente a Justin.

-Escucha, tengo que irme –se disculpa- he intentado hablar con ellos pero no sirve de nada, Pattie se quedará con vosotros. Volveré a llamar después.

Justin asiente serio y sigue su camino tirando de mi mano hasta la mesa, en la que los dos hombres me piden que tome asiento. Lo hago colocándome frente a ellos, con Pattie a un lado y Justin al otro.

-Sweden Jane Hamilton –dice uno en tono serio- ¿no es así?
-S-si –murmuro aún perdida.
-Necesitamos hacerle unas preguntas.

¿Preguntas? ¿De qué va esto? Parece uno de esos episodios de C.S.I. ¿Van a interrogarme? ¿Creen que yo he matado a mi madre? ¿Qué soy una terrorista? Tal vez vayan a meterme a la cárcel por tomarme aquel bote de pastillas, o puede que sea a Justin a quien vayan a encerrar por firmar ese estúpido alta en mi nombre. Dios, esto es tan confuso…

-¿Quiénes son ustedes? –digo, y me siento repentinamente amenazada por su mirada.
-Somos trabajadores –contesta el otro- de servicios sociales.

Oh… mierda.

La mano de Justin se desplaza colocándose sobre la mía bajo la mesa y la aprieta entre sus dedos, mantiene la mirada fija en los dos hombres con semblante serio. Sé que intenta intimidarlos, pero al parecer no funciona en absoluto.

-Asistentes sociales… –me digo, ahora ya lo entiendo todo.
-Nos encargamos de mantener el orden y prestar servicio a los ciudadanos que requieran nuestra ayuda, principalmente a los niños que necesitan un trato especial o sufren cualquier tipo de maltrato o accidente.
-Yo no he sufrido maltratos –espeto.
-También tenemos la obligación de asignar un hogar de acogida a niños huérfanos –dice sin más, y sus palabras me abofetean dejándome sin respiración. Ya sé que están haciendo aquí.
-Yo… yo no…
-Sweden Hamilton –escupe mi nombre- hemos recibido el aviso de que su tutor legal ha fallecido y no tiene otro pariente cercano que pueda hacerse cargo de usted.
-Voy a cumplir dieciocho en menos de un año –escupo.
-Y hasta entonces no tiene a nadie que pueda mantenerla hasta la mayoría de edad –bufa el de la derecha- ¿es eso correcto?
-No…
-¿Está su padre vivo o en condiciones de ocuparse de usted? –Espera mi respuesta, pero no llega- ¿Sus abuelos siguen vivos? ¿Tiene tíos que sean propietarios de un lugar en el que pueda residir usted en ese tiempo?

Para encargarse de prestar ayuda a los ciudadanos estos hombres parecen salidos de una sala de tortura. Malditos imbéciles.

-Todos están muertos –murmuro seca, mis ojos queman pero por alguna razón ya no me quedan lágrimas, por lo que se mantienen secos e irritados.

Pienso en todos los nombres que estaban al lado de mi madre en aquel sitio, en todos los que alguna vez quise. Y luego recuerdo a mi padre. Ni siquiera sé si sigue vivo. Hace diecisiete años que no lo veo.

-Por lo tanto y puesto que usted es ahora cargo de servicios sociales –enarca una ceja el hombre de ojos vacíos- se le asignará un hogar de acogida en el que podrá proseguir su vida hasta que cumpla dieciocho años, periodo en el cual será libre para abandonar el lugar si así lo desea.

Las palabras se clavan en mi cerebro al mismo ritmo en el que mi cabeza las absorbe e intenta leer. Voy a explotar de un momento a otro.

-Un… orfanato –susurro- ¿está usted de broma?
-Si tiene usted algún otro sitio en el que quedarse puede decírnoslo y estaremos encantados de dejarla marchar a cargo de un adulto cualificado.
-Tengo mi propia casa –escupo- no necesito que nadie me planche la ropa interior.

En ese momento siento un impulso de levantarme y abofetear a esos dos idiotas con corbata, pero Pattie roza mi rodilla con su mano invisible a los ojos de los dos hombres pidiendo calma.

-Caballeros –interviene ella por primera vez- creo que este no es un buen momento para hablar sobre ello. Tal vez si volvieran en unos días…
-No –responde secamente- la chica debe ser trasladada a un centro de acogida hoy mismo en el que quedará a cargo del departamento social.
-Dudo que eso sea necesario –escupe Justin ahora mientras noto como su mano se endurece en torno a la mía, su puño asoma de nuevo.
-Esta conversación se da por finalizada –se pone en pie uno de los hombres- señorita, acompáñenos por favor –extiende su mano.
-No… -susurro.
-Puede hacerlo por las buenas –se incorpora el otro en tono amenazador- o por las malas.

Miro a Justin desesperada y noto como mis piernas comienzan a temblar. Pattie está rígida de repente y él vuelve a tener la mandíbula tensa. Esto no puede ser bueno.

-Pero mis cosas… -intento ganar tiempo.
-Todo lo que necesita está en su casa de acogida, no necesitará más que lo que se le proporcione.
-Están queriendo decir que la llevan presa a una jodida cárcel –bufa la voz ronca a mi lado- como un criminal. Como un asesino.
-Ustedes no pueden llegar y llevársela sin ni siquiera avisar –espeta Pattie.
-Es nuestro trabajo –dice aburrido uno de los hombres- y ahora si nos disculpan –comienza a acercarse a mí con su brazo extendido.
-¡No va a ir a ninguna parte! –grita Justin, captando la atención de toda la gente de la cafetería que ahora nos miran interesados.

Veo como su brazo comienza a temblar a mi lado y sé que no va a quedarse quieto. Necesito hacer algo, necesito tiempo, tengo que pensar.

El hombre de corbata sigue acercándose y Justin se coloca de pie para ponerse entre nosotros y así evitar que pueda tocarme. Pattie hace lo mismo y el segundo hombre se acerca también a ella. Esto es demasiado.

-Está bien –susurro.

El silencio se hace de repente cuando los cuatro paran en seco su enfrentamiento. Todos se hacen a un lado para ver mi cara y poder asegurarse de que escucharon bien.

-¿Qué? –dice Justin, medio gritando y medio sin voz por la sorpresa.
-Iré con ellos –suspiro- he tenido bastante por hoy.
-Pero Sweden… -susurra.
-Siento haberos causado tantas molestias –me deshago del agarre de Justin, que deja caer su mano abatida- siento todo esto –si mis lagrimas no hubieran abandonado mis ojos ahora mismo estaría fregando el suelo con ellas- siento cualquier clase de obstáculo que haya podido suponer para vuestras vidas. Perdonad –pido- simplemente… lo siento.

Los ojos de Justin están abiertos como platos y la expresión de su madre no es de menor sorpresa. Los hombres, cansados y aburridos con su indiferencia y falta de sentimientos asienten haciéndome una señal para que camine delante de ellos. Miro a Justin por última vez y pongo la mano sobre el hombro de la mujer en señal de disculpa antes de darle la espalda a las únicas personas que apostaron algo por mi cuando me quedé sola, aunque al parecer… eso no basta. Giro por última vez para atravesar la puerta y durante un segundo puedo ver la silueta inerte y abatida del que fue, es y será la única persona capaz de darme vida cuando todos los demás me la arrancaron.

-Te quiero, Justin –susurro, y abandono toda esperanza.



El viaje hasta mi nuevo infierno personal, para mi sorpresa, se hace demasiado corto, o tal vez simplemente sea la sensación que hay dentro de mi cabeza puesto que ya me da igual a donde me lleven, me da igual a donde vaya. He dejado de esperar que algo bueno pueda pasar. Metida de lleno en mi cabeza y lejos de toda realidad espero en la parte de atrás de un coche negro de cristales tintados. Los dos hombres hablan secos y aburridos en la parte de delante mientras yo mantengo los ojos cerrados en uno de los asientos pidiendo algún milagro que haga que todo esto acabe de una vez. Tal vez un accidente de coche, tal vez una explosión repentina en el motor, tal vez… un fallo en los frenos. He dejado de tener esperanza.
El coche se detiene en seco y la puerta a mi lado se abre, bajo arrastrándome abatida y mis ojos se encuentran con un edificio enorme delante de nosotros. Es gris y sin apenas ventanas en el exterior. Barrotes en las más bajas y tablones de madera en las de más arriba para impedir, supongo, que alguien pueda lanzarse hasta el suelo en picado, aunque visto lo visto… no es tan mala idea.  Todo tiene un aspecto extremadamente triste. ¿Qué es esto? ¿Una cárcel?

-¿Dónde estamos? –murmuro, mientras traspasamos la puerta que nos lleva a un recibidor con el mismo aspecto apagado.
-En el orfanato de Drive Point –suelta uno de mis guardaespaldas.
-Pues tiene más pinta de ser un reformatorio –bufo.

Ruedo los ojos cansada y veo por un momento lo que parece ser un amago de sonrisa en el hombre de mi derecha.

-Puede que si –susurra- quien sabe.

Malditos imbéciles.


Cuando por fin los dos gorilas con cara de yorkshire dejan de escoltarme y abandonan el edificio en busca de más niños que hacer sus rehenes y traer como presa a este antro, una mujer baja y con aspecto desgastado sale a mi encuentro para dirigirme por el largo pasillo hasta una de las habitaciones del fondo. Al entrar me paro en seco y necesito un momento para que mis ojos se acostumbren a la luz. Está oscuro y huele mal. Doy unos pasos para encontrarme en el centro del cuarto observando lo que parece ser mi nuevo hogar. Una habitación con paredes grises para variar, de cemento sin nada colgado en ellas. Una lámpara casi apagada en el techo y tan solo una ventana diminuta en la parte derecha. Un escritorio y una silla al fondo. Un pequeño armario que más bien parece una caja y una puerta que supongo da a un aseo. En mi inspección algo me llama la atención, hay dos camas. Y una de ellas está ocupada.

Una chica morena de pelo largo está tumbada boca arriba, tiene los cascos puestos y mira al techo como si realmente estuviera observando algo interesante. Está inmóvil con la única excepción de su pié, moviéndose arriba y abajo por al compás de la música. Ni siquiera se molesta en girar la cabeza para ver que alguien ha entrado. La mujer de uniforme azul claro deja sobre mi cama una caja y se vuelve para mirarme.

-En esa caja están tus pertenencias, esta será tu habitación. Desayuno a las nueve, comida a las dos y cena a las diez. No guardan raciones por lo que si llegas tarde te quedas sin comer. No está permitido abandonar el edificio a no ser que tu tutor de permiso –suspira aburrida, como si hubiera soltado el mismo royo a cada chico que ha entrado, posiblemente así sea- todos los huéspedes menores de dieciocho años deberán estar en sus respectivas habitaciones antes de las doce de la noche, si alguno es pillado fuera de la cama a dicha hora tendrá que correr con las consecuencias. No están permitidos aparatos electrónicos ya sean ordenadores, móviles, reproductores o cualquier otro tipo del exterior. Ella es tu compañera de habitación –señala a la chica, que sigue sin prestarnos la más mínima atención- si ocurre cualquier incidente o pelea entre compañeros de habitación u otro inquilino que se hospede en este lugar se llevará a cabo una sanción severa –la mujer me mira con ojos vacíos- ¿alguna pregunta?

Se me ocurren unas cuantas.

-¿Tengo un tutor? –murmuro.
-No aún, pero se te será asignado uno en breve. Hasta entonces permanecerás aquí –escupe con desprecio.
-Maravilloso –bufo.
-¿Algo más? –espeta, su voz suena dura, amenazadora.

Oh, si, por supuesto. Algo más, por ejemplo… ¿En qué tipo de prisión dejada de la mano de dios y de seres humanos me habéis metido? ¿Dónde está el “estamos aquí para ayudar a niños con cualquier tipo de problema”? ¿Qué fue de la hospitalidad? Y lo más importante… ¿Qué demonios hago yo aquí? Algo más, algo como… ¿por qué razón no está permitido ver la luz de la calle? Oh si, tal vez sea porque son conscientes de que si alguien pudiera salir jamás volvería a este agujero. ¿Quiere algo más? Hablemos de por qué hay un toque de queda para estar en la cama y por qué no se permite comunicación con el exterior, ¿no quieren que pidamos ayuda? O podemos hablar de cuáles son esas sanciones severas, ¿torturas tal vez? ¿Dónde están los fosos? ¿Y las mazmorras? ¿Tal vez tengan un juego de esposas y cadenas de mi talla. Esto es ridículo.

-Nada –escupo.

Tras esto la mujer me da la espalda y desaparece tras la puerta. Y así, sin más, me quedo parada en medio de mi cálido y pacifico hogar. Suspiro con un nudo en la garganta que no me deja respirar y me siento sobre el borde de la dura cama. Echo un vistazo al interior de la caja. Hay un pijama de color azul claro y un par de pantalones de chándal y camisas blancas. Un cepillo y una toalla. Esto es genial. Tal vez pueda cortar los barrotes con alguna lima de uñas y escapar, o puede que escavando un agujero…

-Eh, tú –bufa una voz áspera desde la otra cama.

Es ella.

Abro los ojos y deshago el agarre que mis manos ejercían contra mi cara para esconderme de todo esto. Alzo la cabeza y veo que su mirada está clavada en mí.

-¿Yo? –es todo lo que se me ocurre decir.
-Creo que no hay nadie más en esta habitación –hace una mueca- ¿eres nueva?
-Supongo que sí.

Ella me dedica una sonrisa torcida y sacude la cabeza.

-Bienvenida a Mordor.
-Oh, gracias –suelto, irónica- y supongo que esto está lleno de trasgos y orcos sedientos de sangre.
-Algo así –ríe- eso de antes era uno, acostúmbrate.

La chica alza una mano y recorre la habitación con un gesto rápido.

-Y estos son nuestros aposentos –explica- tienes suerte, te mandaron a los VIP.
-¿De verdad? –bufo, mirando a mi alrededor- mandaré una carta de agradecimiento entonces.
-Soy Treshboth –murmura, y su voz se vuelve cansada.
-¿Qué?
-Lo sé –rueda los ojos- cortesía de mi madre. Era un friki de películas de fantasía. Mi padre era un chiflado que apoyó su decisión de poner a su hija el nombre de un alienígena viscoso y verde. Es digno de aplausos.
-Diles de mi parte que hay una gran lista de nombres bonitos en internet –siseo.
-Murieron –dice seca.

Y esta soy yo haciendo amigos.

-Lo… siento.
-No me acuerdo de ellos –asegura sin más- ¿y tú?
-¿Yo?
-Que como te llamas tú –dice, con burla- estás un poco espesa.
-Tuve un día interesante –suspiro, no culpes a mi cabeza- soy Sweden.
-Sweden –repite- es bonito.

Parece que sí hay alguien simpático en este sitio.

-Gracias –mi mirada viaja hasta sus manos, que juegan con los cascos sobre su regazo. Un hilo de sonido sale de ellos, por lo que no están apagados, eso me lleva a algo- creía que “no están permitidos aparatos electrónicos ya sean ordenadores, móviles, reproductores o cualquier otro tipo del exterior” –intento imitar la voz de la agradable señora y carcelera.

Ella mira también los cascos y suelta una risita.

-Cuando llevas tanto tiempo como yo aquí pasas a ser preso de confianza. Tengo algunos contactos y las normas no son lo mío.
-Ya veo –asiento- supongo que por eso no vistes este maravilloso uniforme de presidiario.

Ella lleva unos jeans ajustados y una camiseta negra de tirantes con el logo de AC/DC en su pecho. Sobre el suelo descansan unas botas oscuras de montaña.

-Me traen ropa de fuera –dice- contactos.

Asiento cansada y me dejo caer sobre la cama sin más fuerzas para seguir haciendo preguntas. Los muelles se me clavan en la espalda y siento un pinchado en el costado. Alejo la caja de una patada, que aterriza en el suelo, y me doy la vuelta para plantarle cara a la pared.

-Estupendo –espeto.

Ella suelta un suspiro, medio risa, medio quejido y vuelve colocarse sus cascos después de murmurar un “encantada de conocerte”. Yo cierro los ojos y me abrazo, encogiéndome hasta formar una bola con mi cuerpo. Sumida en mis pensamientos vuelvo a alejarme como he aprendido a hacer durante este tiempo, y estos me llevan a una imagen clara.

Justin.

¿Qué se supone que pasará ahora con él? ¿Tengo que resignarme y pensar que todo se ha acabado definitivamente? Ahora estoy encerrada y me siento más lejos de él que nunca. Recuerdo su cara la última vez que pude verlo. Estaba realmente abatido. Lo ha dado todo por mí estos días, me ha cuidado, ha estado a mi lado. Realmente por él es por quien he podido seguir con todo esto, y ahora… nos han vuelto a poner una barrera infranqueable. Un gran muro de cemento. Ya ni siquiera tengo esa sensación de poder querer intentar hacer algo para solucionarlo, porque no hay nada que solucionar. Si quedaba alguna opción de poder estar juntos acaba de enterrarse en lo más hondo del infierno.

¿Cuándo se convirtió mi vida en esto? ¿Cuándo he llegado a caer tan bajo? Hace tan solo una semana estaba bajando las escaleras de casa mientras absorbía el aroma a bizcocho y escuchaba a mi madre tararear una canción de The Beatles desde la cocina. Aún siento el calor de su mano en mi rodilla cuando ambas veíamos una película tiradas en el sofá. La echo tanto de menos… ahora supongo que todo da igual, he llegado a este sitio, este lugar de película. Creía tener pesadillas cuando soñaba que me quedaba sola en una habitación oscura y nadie venía a ayudarme a pesar de que gritaba hasta dejarme los pulmones. Creía que era malo cuando me despertaba por un sobresalto en mi cama y todo estaba en silencio. Recuerdo las peleas con mi madre y haber deseado que todos desaparecieran y poder quedarme sola, y dios mío… juro que ahora daría lo que fuera para no haber dicho eso jamás. Estoy dentro de mi propia pesadilla y ahora no puedo despertar.



-Eh, Swed –dice una voz ronca a mi lado, noto una mano sobre mi hombro y me obligo a rodar sobre mi espalda para deshacerme de ella–despierta, es hora de desayunar.

¿Desayunar?

Mierda. Abro los ojos y me encuentro de lleno con esa chica. ¿Cómo se llamaba?

-Agh –mustio, restregándome los ojos con las manos- me he quedado dormida.
-¿Dormida? Llevas en coma desde que llegaste. Son las ocho y media de la mañana.
¿Qué?
-Joder –murmuro- ¿por qué no me despertaste?
-Lo estoy haciendo ahora, creí que querrías dormir.

Me incorporo, aun aturdida y mareada y la busco con la mirada. Su pelo está recogido en un moño alto y viste con una camiseta azul oscura y unos shorts cortos.

-Gracias –le digo.
-Supongo que querrás darte una ducha –señala el baño- tenemos que estar en el comedor en menos de media hora.

Recuerdo las palabras de aquella mujer y de repente siento una extraña urgencia por correr hacia allí. Oigo mis tripas rugir y caigo en que mi última comida fue aquella taza de café que tomé con… Justin.

Una punzada se clava en mi estómago y esta vez sé que no tiene nada que ver con el hambre. Me pongo en pie y me acerco a la caja que ahora está sobre la silla. Saco el cepillo, la toalla, y… mi ropa.
-Yo puedo prestarte algo –ríe en una mueca divertida la chica, al ver mi expresión mientras sostengo la camisa, al menos tres tallas más grandes.

-Lo cierto es que te lo agradecería mucho.

Ella asiente y corre hasta el armario, tirándome una camiseta sin mangas y unos jeans. También coge unas botas negras y las deja sobre mi cama.

-Eres muy amable... –dudo, y me doy cuenta de que no recuerdo su nombre.
-Llámame Tresh –sonríe.
-Tresh –le digo- es bonito.


Salgo de la ducha, en la que para mí no sorpresa el agua caliente es inexistente, y me cepillo intentando vencer los nudos que se han formado rebeldes en mi pelo. Tresh me espera sobre la cama leyendo un libro distraída.

-Gracias a dios Swed –exclama cuando me ve, y de repente algo me oprime el pecho muy fuerte dejándome sin respiración.

 Su recuerdo.

Él solía llamarme así.

-Tresh –le pido- si no te importa… llámame Sweden.

Ella suelta el libro y se pone en pie.

-Como quieras, vamos a comer algo –anuncia, y mi estómago ruge en respuesta.



Entramos a un comedor para mi sorpresa bastante grande. Aquí hay más gente de la que imaginaba. Nos dirigimos a una de las mesas del fondo, en la que otros dos chicos devoran un bol de cereales y tomamos asiento ante su mirada expectante clavada en mi. Soy el juguete nuevo.

-Vaya Treshby –balbucea uno aún con la boca llena- veo que traes a una amiga –su mirada sucia se clava en mí y me siento repentinamente incómoda.
-Cállate estúpido –escupe ella- no es para tu diversión.
-Vale, vale –dice, extendiendo los brazos en señal de abandono. Coge la cuchara y vuelve a llevársela a la boca.

Alzo la vista de nuevo para ver al chico que se encuentra a su lado. Nos observa en silencio mientras le da otro bocado a su tostada. Tresh le saluda con la cabeza y agarra mi mano para ir a buscar algo de comer.


-Te aconsejo que no toques nada de aquella parte –señala las bandejas del fondo- es tóxico.
-Ah… -paso la vista sobre las bandejas que se extienden con alimentos mustios y sostengo el plato vacío entre mis manos. Mis ojos se paran en una especie de puré de color verde que parece desprender cierto aroma a… ¿guisantes?
-Yo que tu no lo haría –advierte ella- mejor coge un par de tostadas y un vaso de zumo. Nada hecho aquí.

Le hago caso y vierto en una taza un poco de batido de naranja. Agarro un trozo de pan tostado y me hago a un lado para dejar pasar a otro chico con aspecto de pocos amigos que me empuja al pasar frente a mi. Un poco de zumo se derrama sobre el suelo y suspiro intentando esquivarlo.

-Interesantes los chicos de este lugar –bufo- con mucho… carácter.

Tresh se reúne a mi lado con lo que parece café y un par de magdalenas.

-No puedes culparlos, nadie está aquí por su propia voluntad –se encoje de hombros- ¿o tu si?
-No, desde luego –cojo aire y lo suelto sin ganas- ¿Qué hay de ellos? –señalo con la bandeja a los dos chicos que nos esperan en la mesa.
-Oh, Mark es un idiota, sus padres murieron cuando él era pequeño y su abuela, la única familia que le queda, está atada a un hospital psiquiátrico por intentar envenenar a su marido. Él murió de un infarto. Siempre está metiéndose con los chicos nuevos pero en realidad se dedica a defender a los más débiles, las mujeres lo vuelven loco –señala al alegre tipo que engulle sus cereales- en cuanto a Ian… -suspira- él lleva aquí mucho tiempo, pero nunca habla con nadie. Su padre lo maltrataba y cuando fue a la cárcel lo trajeron aquí. Se dedica a acompañarnos por ahí y asentir de vez en cuando a los chistes malos de Mark.
-Vaya…

Y yo que creía que era la única persona con una vida asquerosa. Me siento estúpida.

-Vamos, comamos algo –dice, y comienza a andar hacia la mesa.

Tomamos asiento de nuevo y el chico llamado Mark empieza a soltar un monologo sin permiso sobre algo que vio en la tele la pasada noche. Hace pausas para llenarse la boca y sigue hablando a pesar de que nadie le presta atención. Yo decido dejar de intentar entenderlo cuando los restos de maíz salen de su boca y las palabras no logran ser legibles. Muerdo un trozo de mi tostada y miro de reojo al chico Ian intentando que éste no me pille observándolo. Él mantiene la vista fija en la mesa de madera y puedo ver cuando gira la cabeza una cicatriz que le ocupa desde la oreja hasta la parte de abajo del cuello relucir. Vaya…

-¿Y cuál es tu historia, chica nueva? –me llama Mark.

Salgo de mi atontamiento pillando solo la última parte  y lo miro sin saber si es a mí a quien me habla.

-¿Qué?
-Que por qué estás aquí –repite.
-Pues… -doy otro sorbo a mi zumo y hurgo dentro de mi cabeza para intentar buscar algo que decir.
-Déjala, no quiere hablar de ello –interviene Tresh al ver que mis ojos se turban.

Mark baja la cabeza y su sonrisa desaparece.

-No, está bien –suspiro- supongo que por la misma razón que vosotros. Ya no tengo familia. -Un nudo en la garganta me estrangula y dejo la tostada de nuevo sobre el plato- Mi madre ha muerto, y bueno…
-Pero no eres tan joven –vuelve a replicar Mark- es decir, no debe de quedarte mucho para cumplir dieciocho, ¿tal vez dos años?
-Menos de uno en realidad, en seis meses cumpliré la mayoría.
-¿Y qué harás? –sale ahora Tresh.
-No lo sé –murmuro- no lo he pensado. Supongo que irme de aquí, a cualquier parte.
-A mi me falta un año, dos meses y diez días –exclama triunfal el chico de la sonrisa reluciente- en cambio a Tresh tan solo cuatro meses.
-Oh… -mi mirada se dirige ahora al chico silencioso y me pregunto cuánto le faltará a él para irse, en realidad parece muy mayor para estar aquí.

Mark sigue la dirección de mis ojos y asiente, como si pudiera leer mi pensamiento.

-Ian tiene diecinueve años y medio –murmura, y éste levanta la cabeza para dedicarnos una mirada pesada- se fue al cumplir los dieciocho pero poco después volvió, él dice que el mundo no es lugar para él.

¿Él dice? ¿De verdad él dice algo? En cualquier caso… cualquier lugar en el mundo, incluso el infierno debe de ser mejor que esto.

Vuelvo a coger mi tostada cuando una especie de sirena suena en el comedor y hace que salte sobre mi misma dejándola caer al suelo.

-¿Qué diablos es eso? –pregunto irritada.
-Las clases empiezan para quien aún está en educación, por otra parte los chicos de reformación deben ir al pabellón para tener clases de “control de ira” –alza Mark sus dedos en forma de comillas- aunque no sirve de nada al parecer –señala a dos tipos al fondo, uno le da un puñetazo a otro en la cara y el segundo le propina una patada. Poco después dos hombres de uniforme se acercan para separarlos.
-¿Y nosotros? –Pregunto- yo acabé el instituto.
-Pero deberías… -Mark hace una mueca.
-Me adelantaron un curso y acabé el pasado año –suelto, sin demasiado interés en seguir con la charla- ¿Qué hacemos nosotros?
-Puedes ir al patio –murmura Tresh- aunque no es demasiado increíble.
-¿Puedo ir a mi habitación? –pregunto.

Necesito estar sola.

-Puedes hacerlo –anuncia Mark- pero no tiene sentido ir si por la tarde nos vuelven a encerrar. Ven con nosotros al salir.
-Gracias, pero estoy cansada –miento, he dormido un día completo, aunque en realidad mi estado de ánimo está en el subsuelo y no tengo ganas de nada.
-¿Quieres que te acompañe? –Pregunta Tresh poniéndose en pie.

-Creo que recordaré el camino –susurro, y me despido con un asentimiento de cabeza antes de abandonar el gran y gris comedor.
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