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sábado, 28 de septiembre de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 31}.

-¿Puedo ir a mi habitación? –pregunto.

Necesito estar sola.

-Puedes hacerlo –anuncia Mark- pero no tiene sentido ir si por la tarde nos vuelven a encerrar. Ven con nosotros al salir.
-Gracias, pero estoy cansada –miento, he dormido un día completo, aunque en realidad mi estado de ánimo está en el subsuelo y no tengo ganas de nada.
-¿Quieres que te acompañe? –Pregunta Tresh poniéndose en pie.
-Creo que recordaré el camino –susurro, y me despido con un asentimiento de cabeza antes de abandonar el gran y gris comedor.



Tirada sobre la cama que está haciendo mi espalda una increíble basura miro al techo intentando imaginar cómo sería todo si hoy me hubiera levantado como cualquier otro día y hubiera olido a canela o naranja. Giro la cabeza y miro a través de la pequeña ventana que deja pasar la luz cada vez de forma más apagada. Está anocheciendo. Llevo gran parte del día tirada sobre este colchón mugriento y he pasado de la desesperante sirena que suena para avisar que es la hora de comer. Tresh vino para ver si todo estaba bien, pero nada lo está. Absolutamente nada. Ella volvió a cerrar la puerta y prometí que más tarde iría para cenar. Ahora la maldita sirena ha vuelto a sonar y yo sigo sin tener fuerza en las piernas para caminar hasta allí. Lo cierto es que tan solo podría levantarme de esta cama si él atravesara la puerta o me dijeran que lo han visto en la entrada porque ha venido a buscarme, pero eso es imposible. Ni siquiera debe de saber donde estoy, y aunque lo haga… ¿Qué más da?  No puedo hablar con él, no puedo verle y tampoco salir. Comienzo a pensar en la conversación de la hora del desayuno y me viene a la cabeza la pregunta de ese chico. “¿Qué harás cuando salgas?” No lo sé, ¿Qué puedo hacer? Seis meses es mucho tiempo, para entonces muchas cosas habrán cambiado. Mi casa ya no será mi casa porque el banco se la habrá quedado, mis cosas no serán mis cosas y Justin… Justin ya no será mío. Por otra parte me aterra pensar que pueda acabar como Ian, encerrada en esta cárcel para siempre porque no tengo nada que hacer ahí fuera. Un escalofrío hace que mis músculos se vuelvan rígidos y me estremezco.

Vuelvo a retorcerme y abrazo mis rodillas escondiendo la cabeza entre mi pecho. Suspiro pesadamente y la respiración se me corta cuando las lágrimas comienzan a salir mojando las sábanas y dibujando pequeños puntos más oscuros sobre ellas. 

Quiero salir de aquí.




-Eh, chica nueva –me llama una voz.

He vuelto a quedarme dormida.

Abro los ojos y rezo para que el tiempo pase y hayan transcurrido seis meses, pero ella lleva la misma ropa que antes y su aspecto es igual al de esta mañana.

-Hola –murmuro.
-¿Por qué estás llorando? –pregunta, tirándose sobre la cama.

Alzo la mano hasta mi cara y noto que mis mejillas están húmedas. Aún.

-No lo sé –miento.
-Ya –bufa- puedes contármelo, no voy a ir a la calle a decírselo a nadie.

Deshago mi agarre y cambio de posición poniéndome boca arriba. Miro al techo y exhalo un largo suspiro antes de armarme de valor para decir en voz alta lo que me está matando.

-Tengo miedo –comienzo.
-¿A qué?
-A todo, supongo –cierro los ojos y busco valor en lo más hondo- a morir sola, a quedarme aquí para siempre, a perder mi vida –una lágrima asoma y dejo que corra- a que me olviden.
-Pero si estás aquí es porque no queda nadie que deba recordarte –musita- ¿o sí?
-No –la angustia asoma por mi voz- o si. Ya no sé nada.
-¿Hay alguien ahí fuera que esté esperándote?

Abro los ojos de nuevo y me giro para observarla.

-Hay alguien, pero al parecer es imposible.
-Nada lo es.
-Hemos luchado tanto… -susurro- tanto por estar juntos, y siempre hay algo que nos separa.
-Si vuestro destino es estar juntos volveréis a encontraros.
-Ese es el problema –y mi voz se rompe- que no es ese nuestro destino. Ahora sé que nunca lo fue. Somos demasiado diferentes.
-Pero le quieres.
-Más que a mi vida –aseguro.
-Y el te quiere.

Dudo un momento y entonces recuerdo todas y cada una de las cosas que ha hecho por mí. Sus palabras en el hospital, sus viajes para verme, sus abrazos y sus besos, todo lo que hizo cuando ella murió, el haber estado aquí cuando todos le gritaban que vuelva.

-Si –suspiro- él me quiere.
-Entonces buscará la manera de que estéis juntos.
-¿Y cómo? –me incorporo ahora sobre la cama- ¿Cómo? Por más que quiera estoy aquí encerrada y soy propiedad de esta basura de asistencia social o lo que demonios sea.
-Créeme –baja ahora la mirada- no hay nada más poderoso que alguien que daría la vida por ti.

Sus ojos se vuelven oscuros y sé que ella también perdió a alguien ahí fuera.

-Tresh…
-Puedo conseguirte un teléfono –anuncia.
-¿Un… -mis músculos se vuelven rígidos de repente antes la posibilidad de poder volver a hablar con él y quiero tirarme al suelo y morir- ¿Un telé...
-Pero solo podrás hacer una llamada y será durante un tiempo limitado, ese tipo de cosas están demasiado controladas aquí –dice- es peligroso.
-Oh dios –suspiro, intentando encajar esto dentro de mi cabeza. - sería… sería… increíble.

Ella asiente dedicándome una sonrisa sincera. Yo cruzo los dedos y pido con toda mi alma al cielo que por favor… me deje poder hablar con él aunque sea por última vez. Veo que Tresh se levanta y va hasta su chaqueta colgada en la silla. Yo doy un salto y me pongo en pié a su lado, pero lo que saca no es un móvil, sino algo liado en una servilleta. Busco sus ojos desconcertada y ella suelta una carcajada.

-No creerás que llevo un móvil en el bolsillo para emergencias –bufa- tengo que ir a hablar con unas cuantas personas, pero hoy ya nos echaron el candado –señala la puerta- tendrás que esperar unos días –extiende sus manos y deja algo sobre las mías- ten, me jugué el cuello por ti para traerte algo de comer.

Unos días…

-¿Has robado? –pregunto. Recuerdo que eso estaba castigado.
-No es la primera vez. Vamos, come o no tendrás fuerzas para hablar con tu chico.
-No necesito que me cuiden –intento sonar dura, pero mi voz es como la de una niña pequeña. Ella vuelve a sonreír y se tira sobre la cama poniéndose de nuevo los cascos y dejándome sola.

Tomo asiento y desenvuelvo lo que ha traído. Son unos sándwiches y una manzana algo seca, pero bastará. Mi estomago vuelve a sonar y lo engullo sin apenas respirar. Realmente estoy hambrienta. Al acabar hago una bola con el papel y lo tiro a un lado, me dejo caer sobre la cama y cierro los ojos recordando una vez más mi vida antes del desastre.





#
Ha pasado casi una semana desde que Tresh me prometió que conseguiría un maldito móvil pero no hay rastro de él por ninguna parte. Según ha estado repitiendo últimamente las cosas en el orfanato no están yendo demasiado bien y sus contactos están perdiéndose entre las sombras. Justo en el momento adecuado, por supuesto, haciendo honor a mi suerte una vez más. Aunque asegura que está haciendo todo lo que puede y está a nada de hacerse con uno.

Por otro lado en cuanto a mi estado de ánimo no hay gran cosa que contar. Mi estancia aquí se basa en pasar el día metida en esta habitación desde que el sol sale fuera de estas paredes y vuelve a esconderse cuando la sirena avisa el toque de queda y todos los internos vuelven a sus respectivas celdas. De vez en cuando Tresh consigue arrastrarme hasta el comedor, y es ahí, rodeada de gente, cuando me siento más perdida y sola que nunca. Mark está realmente pesado con sus preguntas personales en torno a mí y estoy empezando a perder la calma. Ian al contrario se limita a observar y asentir. No he escuchado su voz desde que entré en este sitio, aunque no es de extrañar. Esto quita las ganas de vivir a cualquiera. Pero si hay algo aún peor que un día aquí es la noche. Cuando la luna sale y todo queda en silencio mi cabeza comienza a dar vueltas y a pesar de que intento calmarme, respirar y echar fuera la angustia todo acaba explotando y el resultado es Tresh, saltando de la cama para zarandearme de un lado a otro y que así deje de gritar. 

Pesadillas. Todo está lleno de pesadillas. Paredes cerradas y frías. Ataúdes de madera. Soledad en el vacío más grande. Techos grises y agrietados, ojos color miel alejándose cada vez más de mi. A menudo suelo notar la presión de las manos de Tresh sobre mis hombros y escucho mis gritos justo en el momento en el que me dejo caer desde un precipicio y observo como desde arriba, Justin y mi madre se abrazan sonriendo mientras me despiden con un seco saludo. Noto el peso de mi cuerpo aplastarse sobre el suelo y abro los ojos para que las lagrimas salgan y me vea de nuevo encerrada en la realidad que es mi propio infierno. Me estoy volviendo loca y lo peor es que ya no distingo pesadillas de realidades. Me estoy consumiendo y él sigue sin estar a mi lado. Antes todo era mucho más fácil, más llevadero. Ahora ya no estoy segura de poder seguir, ni siquiera sé si quiero hacerlo.



Cuando vuelvo a abrir los ojos la habitación está vacía y todo sigue oscuro aunque realmente siempre está oscuro dentro de esta habitación. Me incorporo y miro hacia la ventana echando de menos que los rayos de sol me den en la cara para despertar por la mañana, aquí todo es siempre exactamente igual. Me arrastro hasta el pequeño escritorio que hay contra la pared y miro el reloj viejo que marca la una y cuarenta y cinco del medio día. Al lado de éste un pequeño calendario estropeado por la humedad. Hoy hace exactamente una semana desde que entré. Noto un nudo en el estómago seguido por el sonido de mis tripas y no sé si es la angustia por estar dejándome morir de hambre o por el hecho de que sé que cada día que amanezco aquí es un día más lejos de él. Ya ni siquiera puedo pensar que él realmente quiera volver a verme.
Me arrastro hacia la ducha tras perder el equilibrio y decido que necesito llevarme algo a la boca. Me meto sin esperar a que el agua salga caliente. Me encojo al notar el contacto helado pero me dejo estar, inmóvil bajo la pequeña cascada irregular. Hasta el agua pierde vida aquí dentro.

Abro el pequeño ropero de mi compañera y cojo prestados unos jeans oscuros y otra de sus camisetas negras. Todo es negro en su cajón, cosa que no me desagrada puesto que de alguna manera me permite guardar luto. Al pensarlo algo dentro de mí se encoje pero me obligo a mantenerme inexpresiva. No más lagrimas, al menos por hoy.


Tras atravesar el pasillo recorro con la mirada el comedor en busca de Tresh y la encuentro en la misma mesa y con la misma compañía que ha tenido días atrás. Me acerco en silencio y tomo asiento a su lado. Ella gira la cabeza para encontrarse de lleno conmigo y veo su mandíbula caer al notar mi presencia.

-Sweden –saluda tocando mi mano, y sus ojos se vuelven grandes- creía que hoy tampoco vendrías –ella me echa un vistazo de arriba abajo y suspira- gracias a dios.
-Te cogí prestado algo de ropa, espero que no te importe –susurro.

Una cabeza se alza frente a mí y clava sus ojos de lleno.

-En realidad te queda mejor que a ella –admira una voz- excepto por las ojeras, claro.
-Cállate Mark –escupe Tresh- eres idiota –ella gira la cabeza hacia mí de nuevo y sonríe- no te preocupes, coge lo que necesites.

Asiento dejando ver el rastro de una sonrisa seca y me pongo en pie.

-Voy a buscar algo de comer –anuncio, y me arrastro hasta la barra de comida mustia dando por finalizada nuestra conversación.

Al volver a mi sitio siento el impulso de preguntar a Tresh si hay alguna novedad con el tema de sus contactos pero decido mantenerme en silencio porque siento que la respuesta no va a alegrarme el día. Dejo entrar un par de tostadas y un café con leche e inmediatamente después mi estómago se queja por ello.

-Oye Sweden, tal vez deberías pasarte por la enfermería –murmura Tresh al ver que me llevo la mano al estómago y después la subo al pecho.

Ninguna pastilla va a hacer que deje de dolerme el alma.

-Estoy bien.
-En realidad –interviene Mark- desde que llegaste a penas has comido nada y si no fuera por Treshby serías un esqueleto sin vida al lado de su cama –él hace un mohín de sonrisa pero lo pierde al ver mi expresión cansada- lo digo enserio, estás más delgada y las ojeras te llegan hasta…
-Es suficiente –extiende una mano ella hacia el chico- tal vez solo está… cansada –concluye, consciente de que lo que menos necesito es a Mark pegado a mi preguntando por cómo me encuentro cada cinco minutos.

Yo alzo la cabeza y asiento para despedirme rápidamente. Al ponerme en pié una mano agarra mi muñeca y tira de ella.

-¿A dónde vas? –dice Mark.
-Me vuelvo a mi habitación –murmuro, y les doy la espalda.

Comienzo a recorrer el pasillo cuando unos pasos detrás de mi hacen que me detenga. Al girarme, Tresh extiende su mano y roza mi hombro con una sonrisa en la cara.

-Oye, siento no habértelo dicho antes, pero no quería que Mark comenzara a hacer preguntas de nuevo –su voz es tensa.
-¿Qué pasa? –respondo sin ánimo. Solo quiero irme a la cama.

Ella mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y saca algo envuelto en un pañuelo de color negro.

-Me lo han dado esta mañana –su voz suena una octava más alta, pero mantiene el tono bajo para que no puedan escucharnos.

De repente algo golpea dentro de mi consciente de que es lo que necesito.

-Eso es…
-El móvil –susurra muy bajo- me ha costado horrores conseguirlo pero te dije que lo haría.

Mis ojos se abren como platos y siento la necesidad de salir corriendo. Ella me lo entrega y yo lo meto en el bolsillo de mi pantalón al instante.

-Recuerda –sigue- poco tiempo y con precaución.

Quiero gritar y darle las gracias, pero mi cuerpo se echa hacia delante sin mi permiso y la estrecho entre mis brazos con fuerza. Noto que ella ríe y me lo devuelve antes de separarse para verme la cara.

-Así me gusta –toca mi hombro- y ahora corre.
-Tresh… -la llamo.
-Lo sé, lo sé –sonríe- yo también te quiero.

Ella se da la vuelta y sigue caminando hasta entrar de nuevo en el comedor mientras yo comienzo a correr hasta el dormitorio. Doy un portazo tras entrar al cuarto de baño y me planto frente al espejo con alguna luz en los ojos que se ha vuelto extraña por el tiempo que ha estado ausente. Rescato el teléfono de mi bolsillo y rozo un botón que hace que la pantalla se ilumine. Paso los dedos por mi pelo para peinarlo como si me preparara para verlo y sonrío con un nudo gigante en la garganta que toso para aclarar antes de coger aire y poder hablar. Marco su número y me lo llevo a la oreja.

Un tono. Dos. Tres. Cuatro. Una voz se escucha al otro lado y estoy a punto de gritar cuando me doy cuenta de que no está.

“Bieber, deja tu mensaje o llama más tarde”.

Su voz suena seca y cortante. Cuelgo y vuelvo a marcar impaciente.

Cuatro tonos más y el buzón vuelve a saltar.

Maldita sea.

Tiro el teléfono a un lado y salgo hasta la habitación para asomarme por la pequeña ventana de barrotes. Alzo la mirada al cielo y suspiro, pidiéndole con todas mis fuerzas que vuelva y se pegue al teléfono. Pienso en esperar una hora y volver a intentarlo pero los nervios me pueden pasados diez minutos. Corro de nuevo al aseo y lo intento.

Dos tonos después alguien descuelga.

-¿Sí?

Mi corazón se contrae y siento que se me sale del pecho, no entiendo por qué estoy tan nerviosa. Intento respirar y buscar algo que decir cuando me doy cuenta de que no es Justin quien está al otro lado.

-¿Quién… es? –susurro muy despacio.
-Soy Natalie –su voz chillona hace que de un pequeño salto sobre mi misma. Parece una mujer joven, demasiado joven -¿qué quiere?

Ahora mi corazón bombea con fuerza. ¿Desde cuándo Justin deja por ahí su teléfono? De repente un pinchazo me atraviesa el pecho. A no ser… que esté con ella.

-Yo… -murmuro- eh…
-¿Si? –urge la voz femenina al otro lado.
-Quería hablar con… -de repente las palabras se me atragantan y noto la boca seca- Justin.

¿Por qué está ella atendiendo sus recados?

-Él no está en este momento –dice- está trabajando, puede dejarle un mensaje.

 Así que ha vuelto a su trabajo, claro. Un agujero enorme se abre a través de mi pecho y lucho por intentar mantenerlo cerrado. No sé por qué pensé que para él sería distinto.

-No… no es… necesario.
-Puede llamar más tarde, él está preparando un viaje.

Algo dentro de mí salta.

-¿Un viaje? –exijo.
-Su tour comienza en unas semanas –asiente al otro lado- está muy ocupado, pero puedo darle un mensaje.

Justin Bieber se va de tour. Por supuesto.

-No importa –murmuro, pero no estoy segura de si ella puede escucharme.
-¿Con quién hablo? –pregunta.

Y entonces yo cuelgo el teléfono.

Lo dejo caer y me apoyo con ambas manos sobre el lavabo en un intento ridículo de no perder el equilibro. Algo muy dentro de mí se rompe y entonces entiendo muchas cosas. Había estado esperando que alguien atravesara la puerta para verme, había pensado en mil planes para poder salir de aquí y escaparme a verle, me había preguntado cada noche qué estaría haciendo o si sentiría una mínima parte de la angustia que yo siento por no saber nada de él. Necesitaba saber como estaba, y al parecer… está mucho mejor de lo que creía. Tanto que hasta me ha apartado a un lado para seguir con su importante vida como si nada. En realidad no sé por qué me sorprendo. Debería haber sabido que yo solo era unas vacaciones. Un pasatiempo, una distracción. Debería haber entendido antes que todo esto no iba a parar en ningún sitio y que como me había temido tarde o temprano se iría para seguir con su vida y yo me quedaría en el mismo sitio, sola.

Esto se me fue de las manos. Siento que el aire abandona mi cuerpo y una presión inunda mi cabeza haciendo que quiera explotar, el pecho me palpita rápido y sé que es porque el corazón acaba de romperse en pequeños pedazos y el hueco se quedó vacío. Alzo la cabeza para encontrarme con mi reflejo en el espejo y me devuelvo una mirada de desprecio por no haberme dado cuenta en todo este tiempo de algo que era jodidamente obvio. Me aparto y salgo a la habitación, arrastrándome hasta la cama para morir sola, pero antes de poder caer sobre ella un pinchazo en el costado hace que me doble y pierdo las fuerzas hasta caer al suelo. Sin ánimos para levantarme me abrazo las rodillas y hago lo que mejor se me da hacer aquí dentro.


-Mírate –la voz de Tresh retumba en mis oídos cuando irrumpe en la habitación sobresaltándome- llorando de nuevo en el suelo, sola –ella camina hasta los pies de mi cama, donde me encuentro aún encogida- desahogándote, deprimida, sientes que no puedes con tus problemas –ella se sienta frente a mí y pasa un mechón de mi pelo detrás de mi oreja con dificultad, pues mantengo la cara enterrada en mis rodillas- te levantas, te lavas la cara, te miras al espejo y piensas “ya no más” –suspira- pero segundos después te vuelves a derrumbar.

Sus palabras, suaves y compasivas me golpean como bofetadas. No necesito que nadie sienta lástima por mí. ¿Cómo sabe ella tanto sobre todo esto?

-Estoy bien –susurro, pero las lágrimas ahogan las palabras.
-Puedes repetirle el cuento a quien quieras, lo llevas haciendo muy bien todo este tiempo –ahora su voz es de urgencia- pero no a mí. Soy yo la que se despierta por tus gritos y la que te escucha llorar en el baño. ¿Qué ha pasado?

Ante su pregunta mis ojos vuelven a escocer y siento que me desgarro.

-Lo siento.
-Oye Sweden –ella toca mi hombro y me veo obligada a levantar la cabeza para mirarla- sé que es duro. 
Nadie ha discrepado en eso, pero si sigues así no vas a durar ni un mes aquí dentro.
-¿Y para qué? –digo ahora, buscando sus ojos.
-A veces solo queda respirar, cerrar los ojos, tragarse las lágrimas y seguir adelante.

Su mirada es pesada, triste. Realmente esa chica se preocupa por mi. Por un momento sus ojos me recuerdan a los de Justin y noto que me falta el aire. ¿Por qué siempre hago que las personas sientan la obligación de cuidarme? Ya estoy rota.

-Ya no importa.
-Eso no es cierto.
-Todo sería más fácil si pudiéramos elegir qué recuerdos conservar y cuales desechar –susurro.
-Déjame adivinar, ese chico –señala hacia la puerta con la cabeza, como si realmente estuviera detrás de ella- todo es por él. Todo el tiempo fue por él.

Durante un momento me obligo a poner mis pensamientos en orden. Quiero responderle que no, que no es él quien está haciendo que pierda las ganas de seguir respirando, que no es él el centro de todo y yo no giro en torno a su presencia. Quiero gritarle que las lágrimas que derramo cada noche son porque he perdido a mi madre, porque ya no voy a poder abrazarla, pero lo cierto es que mentiría si lo dijera, porque a quien miro al caer por el precipicio cada noche es a Justin. A él, a sus ojos. Directamente al centro de su alma, y me siento basura al recordarlo porque no debería ser de esa manera. Cada vez que él aparece todo el dolor se va, y al alejarse de mi vuelve a golpearme como un tren en marcha. Realmente duele a horrores, y lo peor es que no sirvió para nada.

-No… -susurro, tan bajo que solo se escucha el aliento al salir de mi boca.
-Cuéntame que ha pasado ¿quieres? –su voz es de súplica.
-No le importo –murmuro escupiendo las palabras- nunca le importé. Todo este tiempo… -mi voz se rompe y me obligo a respirar despacio antes de seguir- yo siempre supe que él era demasiado… yo tan solo era… nuestros mundos son totalmente distintos y estaba segura de que tarde o temprano se alejaría –susurro- todos lo hacen, pero… tan solo…
-Eh, eh, tranquila –me pide.
-Tan solo creía que el… no lo sé, tal vez… pensé que podría estar intentando…
-Sacarte de aquí –musita ella.
-Si –finalizo.
-Pero no es así –adivina- él ya ha seguido con su vida y tu no estás en ella.

Sus palabras son como latigazos pero hay algo en su voz que hace que busque sus ojos. Ella está dolida, porque también sufrió por ello.

-Tresh…
-Míralo por el lado bueno –sigue- si sabes que el sigue con su vida ahora tu podrás seguir con la tuya, solo olvídalo.

Otro pinchazo se clava en mi pecho y me retuerzo.

-Me estas pidiendo que olvide a alguien que me hacía olvidarlo todo.
-Duele –asegura- pero te acostumbras –frunzo el ceño y ella asiente- yo tuve que aprender a protegerme de quien mientras me traicionaba gritaba “¡Confía en mi!”.
-Justin no…
-Sí, lo hizo –murmura- por eso no merece que derrames una sola lágrima más por él. Y ahora métete en la cama, van a apagar las luces.

¿Las luces?

Miro a través de la ventana y veo que todo está oscuro. Debe de ser muy tarde, he vuelto a perder el día.

-Yo…
-Solo duerme –me pide- por la mañana todo será mejor.


Tresh extiende su brazo alrededor de mi espalda y me ayuda a levantarme. Me dejo caer sobre la cama y me quedo allí, inmóvil, hasta que todo se vuelve a quedar en silencio y me siento tan rota que ni siquiera encuentro la voz para gritar. 
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RT aquí si leíste el capítulo. Prometo que los siguientes serán menos tensos. Solo os pido un poco de paciencia. Gracias por seguir aquí y espero que os haya gustado. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 30}.

-Vamos –tira de mi mano para levantarme- enseguida lo sabrás.

Me arrastra y nos dirigimos a la cafetería desde donde Scooter ha llamado. Al parecer él está con esos hombres, pero… ¿Quiénes son? Y sobretodo ¿Qué quieren de mi?  Según nos acercamos la expresión de Justin se vuelve cada vez más tensa y puedo oír rechinar sus dientes. Tiene la mandíbula apretada y los ojos clavados en el suelo mientras caminamos. Al atravesar la puerta Justin se para en seco y sujeta mi cara con ambas manos haciendo que nuestros ojos se encuentren de lleno.

-Escúchame Sweden –me pide- pase lo que pase ahí dentro no te preocupes por nada, no voy a dejar que te hagan daño.
-¿Qué? –pregunto perpleja, no entiendo de qué va todo esto.
-Solo quédate a mi lado y no te pongas nerviosa.

Justin me dedica una última mirada y nos lleva hasta una de las mesas más alejadas al fondo, en la que dos hombres vestidos con traje y corbata esperan con las manos cruzadas y en silencio frente a Pattie.
Esto me da muy mala espina.

Scooter se acerca a nosotros y se para frente a Justin.

-Escucha, tengo que irme –se disculpa- he intentado hablar con ellos pero no sirve de nada, Pattie se quedará con vosotros. Volveré a llamar después.

Justin asiente serio y sigue su camino tirando de mi mano hasta la mesa, en la que los dos hombres me piden que tome asiento. Lo hago colocándome frente a ellos, con Pattie a un lado y Justin al otro.

-Sweden Jane Hamilton –dice uno en tono serio- ¿no es así?
-S-si –murmuro aún perdida.
-Necesitamos hacerle unas preguntas.

¿Preguntas? ¿De qué va esto? Parece uno de esos episodios de C.S.I. ¿Van a interrogarme? ¿Creen que yo he matado a mi madre? ¿Qué soy una terrorista? Tal vez vayan a meterme a la cárcel por tomarme aquel bote de pastillas, o puede que sea a Justin a quien vayan a encerrar por firmar ese estúpido alta en mi nombre. Dios, esto es tan confuso…

-¿Quiénes son ustedes? –digo, y me siento repentinamente amenazada por su mirada.
-Somos trabajadores –contesta el otro- de servicios sociales.

Oh… mierda.

La mano de Justin se desplaza colocándose sobre la mía bajo la mesa y la aprieta entre sus dedos, mantiene la mirada fija en los dos hombres con semblante serio. Sé que intenta intimidarlos, pero al parecer no funciona en absoluto.

-Asistentes sociales… –me digo, ahora ya lo entiendo todo.
-Nos encargamos de mantener el orden y prestar servicio a los ciudadanos que requieran nuestra ayuda, principalmente a los niños que necesitan un trato especial o sufren cualquier tipo de maltrato o accidente.
-Yo no he sufrido maltratos –espeto.
-También tenemos la obligación de asignar un hogar de acogida a niños huérfanos –dice sin más, y sus palabras me abofetean dejándome sin respiración. Ya sé que están haciendo aquí.
-Yo… yo no…
-Sweden Hamilton –escupe mi nombre- hemos recibido el aviso de que su tutor legal ha fallecido y no tiene otro pariente cercano que pueda hacerse cargo de usted.
-Voy a cumplir dieciocho en menos de un año –escupo.
-Y hasta entonces no tiene a nadie que pueda mantenerla hasta la mayoría de edad –bufa el de la derecha- ¿es eso correcto?
-No…
-¿Está su padre vivo o en condiciones de ocuparse de usted? –Espera mi respuesta, pero no llega- ¿Sus abuelos siguen vivos? ¿Tiene tíos que sean propietarios de un lugar en el que pueda residir usted en ese tiempo?

Para encargarse de prestar ayuda a los ciudadanos estos hombres parecen salidos de una sala de tortura. Malditos imbéciles.

-Todos están muertos –murmuro seca, mis ojos queman pero por alguna razón ya no me quedan lágrimas, por lo que se mantienen secos e irritados.

Pienso en todos los nombres que estaban al lado de mi madre en aquel sitio, en todos los que alguna vez quise. Y luego recuerdo a mi padre. Ni siquiera sé si sigue vivo. Hace diecisiete años que no lo veo.

-Por lo tanto y puesto que usted es ahora cargo de servicios sociales –enarca una ceja el hombre de ojos vacíos- se le asignará un hogar de acogida en el que podrá proseguir su vida hasta que cumpla dieciocho años, periodo en el cual será libre para abandonar el lugar si así lo desea.

Las palabras se clavan en mi cerebro al mismo ritmo en el que mi cabeza las absorbe e intenta leer. Voy a explotar de un momento a otro.

-Un… orfanato –susurro- ¿está usted de broma?
-Si tiene usted algún otro sitio en el que quedarse puede decírnoslo y estaremos encantados de dejarla marchar a cargo de un adulto cualificado.
-Tengo mi propia casa –escupo- no necesito que nadie me planche la ropa interior.

En ese momento siento un impulso de levantarme y abofetear a esos dos idiotas con corbata, pero Pattie roza mi rodilla con su mano invisible a los ojos de los dos hombres pidiendo calma.

-Caballeros –interviene ella por primera vez- creo que este no es un buen momento para hablar sobre ello. Tal vez si volvieran en unos días…
-No –responde secamente- la chica debe ser trasladada a un centro de acogida hoy mismo en el que quedará a cargo del departamento social.
-Dudo que eso sea necesario –escupe Justin ahora mientras noto como su mano se endurece en torno a la mía, su puño asoma de nuevo.
-Esta conversación se da por finalizada –se pone en pie uno de los hombres- señorita, acompáñenos por favor –extiende su mano.
-No… -susurro.
-Puede hacerlo por las buenas –se incorpora el otro en tono amenazador- o por las malas.

Miro a Justin desesperada y noto como mis piernas comienzan a temblar. Pattie está rígida de repente y él vuelve a tener la mandíbula tensa. Esto no puede ser bueno.

-Pero mis cosas… -intento ganar tiempo.
-Todo lo que necesita está en su casa de acogida, no necesitará más que lo que se le proporcione.
-Están queriendo decir que la llevan presa a una jodida cárcel –bufa la voz ronca a mi lado- como un criminal. Como un asesino.
-Ustedes no pueden llegar y llevársela sin ni siquiera avisar –espeta Pattie.
-Es nuestro trabajo –dice aburrido uno de los hombres- y ahora si nos disculpan –comienza a acercarse a mí con su brazo extendido.
-¡No va a ir a ninguna parte! –grita Justin, captando la atención de toda la gente de la cafetería que ahora nos miran interesados.

Veo como su brazo comienza a temblar a mi lado y sé que no va a quedarse quieto. Necesito hacer algo, necesito tiempo, tengo que pensar.

El hombre de corbata sigue acercándose y Justin se coloca de pie para ponerse entre nosotros y así evitar que pueda tocarme. Pattie hace lo mismo y el segundo hombre se acerca también a ella. Esto es demasiado.

-Está bien –susurro.

El silencio se hace de repente cuando los cuatro paran en seco su enfrentamiento. Todos se hacen a un lado para ver mi cara y poder asegurarse de que escucharon bien.

-¿Qué? –dice Justin, medio gritando y medio sin voz por la sorpresa.
-Iré con ellos –suspiro- he tenido bastante por hoy.
-Pero Sweden… -susurra.
-Siento haberos causado tantas molestias –me deshago del agarre de Justin, que deja caer su mano abatida- siento todo esto –si mis lagrimas no hubieran abandonado mis ojos ahora mismo estaría fregando el suelo con ellas- siento cualquier clase de obstáculo que haya podido suponer para vuestras vidas. Perdonad –pido- simplemente… lo siento.

Los ojos de Justin están abiertos como platos y la expresión de su madre no es de menor sorpresa. Los hombres, cansados y aburridos con su indiferencia y falta de sentimientos asienten haciéndome una señal para que camine delante de ellos. Miro a Justin por última vez y pongo la mano sobre el hombro de la mujer en señal de disculpa antes de darle la espalda a las únicas personas que apostaron algo por mi cuando me quedé sola, aunque al parecer… eso no basta. Giro por última vez para atravesar la puerta y durante un segundo puedo ver la silueta inerte y abatida del que fue, es y será la única persona capaz de darme vida cuando todos los demás me la arrancaron.

-Te quiero, Justin –susurro, y abandono toda esperanza.



El viaje hasta mi nuevo infierno personal, para mi sorpresa, se hace demasiado corto, o tal vez simplemente sea la sensación que hay dentro de mi cabeza puesto que ya me da igual a donde me lleven, me da igual a donde vaya. He dejado de esperar que algo bueno pueda pasar. Metida de lleno en mi cabeza y lejos de toda realidad espero en la parte de atrás de un coche negro de cristales tintados. Los dos hombres hablan secos y aburridos en la parte de delante mientras yo mantengo los ojos cerrados en uno de los asientos pidiendo algún milagro que haga que todo esto acabe de una vez. Tal vez un accidente de coche, tal vez una explosión repentina en el motor, tal vez… un fallo en los frenos. He dejado de tener esperanza.
El coche se detiene en seco y la puerta a mi lado se abre, bajo arrastrándome abatida y mis ojos se encuentran con un edificio enorme delante de nosotros. Es gris y sin apenas ventanas en el exterior. Barrotes en las más bajas y tablones de madera en las de más arriba para impedir, supongo, que alguien pueda lanzarse hasta el suelo en picado, aunque visto lo visto… no es tan mala idea.  Todo tiene un aspecto extremadamente triste. ¿Qué es esto? ¿Una cárcel?

-¿Dónde estamos? –murmuro, mientras traspasamos la puerta que nos lleva a un recibidor con el mismo aspecto apagado.
-En el orfanato de Drive Point –suelta uno de mis guardaespaldas.
-Pues tiene más pinta de ser un reformatorio –bufo.

Ruedo los ojos cansada y veo por un momento lo que parece ser un amago de sonrisa en el hombre de mi derecha.

-Puede que si –susurra- quien sabe.

Malditos imbéciles.


Cuando por fin los dos gorilas con cara de yorkshire dejan de escoltarme y abandonan el edificio en busca de más niños que hacer sus rehenes y traer como presa a este antro, una mujer baja y con aspecto desgastado sale a mi encuentro para dirigirme por el largo pasillo hasta una de las habitaciones del fondo. Al entrar me paro en seco y necesito un momento para que mis ojos se acostumbren a la luz. Está oscuro y huele mal. Doy unos pasos para encontrarme en el centro del cuarto observando lo que parece ser mi nuevo hogar. Una habitación con paredes grises para variar, de cemento sin nada colgado en ellas. Una lámpara casi apagada en el techo y tan solo una ventana diminuta en la parte derecha. Un escritorio y una silla al fondo. Un pequeño armario que más bien parece una caja y una puerta que supongo da a un aseo. En mi inspección algo me llama la atención, hay dos camas. Y una de ellas está ocupada.

Una chica morena de pelo largo está tumbada boca arriba, tiene los cascos puestos y mira al techo como si realmente estuviera observando algo interesante. Está inmóvil con la única excepción de su pié, moviéndose arriba y abajo por al compás de la música. Ni siquiera se molesta en girar la cabeza para ver que alguien ha entrado. La mujer de uniforme azul claro deja sobre mi cama una caja y se vuelve para mirarme.

-En esa caja están tus pertenencias, esta será tu habitación. Desayuno a las nueve, comida a las dos y cena a las diez. No guardan raciones por lo que si llegas tarde te quedas sin comer. No está permitido abandonar el edificio a no ser que tu tutor de permiso –suspira aburrida, como si hubiera soltado el mismo royo a cada chico que ha entrado, posiblemente así sea- todos los huéspedes menores de dieciocho años deberán estar en sus respectivas habitaciones antes de las doce de la noche, si alguno es pillado fuera de la cama a dicha hora tendrá que correr con las consecuencias. No están permitidos aparatos electrónicos ya sean ordenadores, móviles, reproductores o cualquier otro tipo del exterior. Ella es tu compañera de habitación –señala a la chica, que sigue sin prestarnos la más mínima atención- si ocurre cualquier incidente o pelea entre compañeros de habitación u otro inquilino que se hospede en este lugar se llevará a cabo una sanción severa –la mujer me mira con ojos vacíos- ¿alguna pregunta?

Se me ocurren unas cuantas.

-¿Tengo un tutor? –murmuro.
-No aún, pero se te será asignado uno en breve. Hasta entonces permanecerás aquí –escupe con desprecio.
-Maravilloso –bufo.
-¿Algo más? –espeta, su voz suena dura, amenazadora.

Oh, si, por supuesto. Algo más, por ejemplo… ¿En qué tipo de prisión dejada de la mano de dios y de seres humanos me habéis metido? ¿Dónde está el “estamos aquí para ayudar a niños con cualquier tipo de problema”? ¿Qué fue de la hospitalidad? Y lo más importante… ¿Qué demonios hago yo aquí? Algo más, algo como… ¿por qué razón no está permitido ver la luz de la calle? Oh si, tal vez sea porque son conscientes de que si alguien pudiera salir jamás volvería a este agujero. ¿Quiere algo más? Hablemos de por qué hay un toque de queda para estar en la cama y por qué no se permite comunicación con el exterior, ¿no quieren que pidamos ayuda? O podemos hablar de cuáles son esas sanciones severas, ¿torturas tal vez? ¿Dónde están los fosos? ¿Y las mazmorras? ¿Tal vez tengan un juego de esposas y cadenas de mi talla. Esto es ridículo.

-Nada –escupo.

Tras esto la mujer me da la espalda y desaparece tras la puerta. Y así, sin más, me quedo parada en medio de mi cálido y pacifico hogar. Suspiro con un nudo en la garganta que no me deja respirar y me siento sobre el borde de la dura cama. Echo un vistazo al interior de la caja. Hay un pijama de color azul claro y un par de pantalones de chándal y camisas blancas. Un cepillo y una toalla. Esto es genial. Tal vez pueda cortar los barrotes con alguna lima de uñas y escapar, o puede que escavando un agujero…

-Eh, tú –bufa una voz áspera desde la otra cama.

Es ella.

Abro los ojos y deshago el agarre que mis manos ejercían contra mi cara para esconderme de todo esto. Alzo la cabeza y veo que su mirada está clavada en mí.

-¿Yo? –es todo lo que se me ocurre decir.
-Creo que no hay nadie más en esta habitación –hace una mueca- ¿eres nueva?
-Supongo que sí.

Ella me dedica una sonrisa torcida y sacude la cabeza.

-Bienvenida a Mordor.
-Oh, gracias –suelto, irónica- y supongo que esto está lleno de trasgos y orcos sedientos de sangre.
-Algo así –ríe- eso de antes era uno, acostúmbrate.

La chica alza una mano y recorre la habitación con un gesto rápido.

-Y estos son nuestros aposentos –explica- tienes suerte, te mandaron a los VIP.
-¿De verdad? –bufo, mirando a mi alrededor- mandaré una carta de agradecimiento entonces.
-Soy Treshboth –murmura, y su voz se vuelve cansada.
-¿Qué?
-Lo sé –rueda los ojos- cortesía de mi madre. Era un friki de películas de fantasía. Mi padre era un chiflado que apoyó su decisión de poner a su hija el nombre de un alienígena viscoso y verde. Es digno de aplausos.
-Diles de mi parte que hay una gran lista de nombres bonitos en internet –siseo.
-Murieron –dice seca.

Y esta soy yo haciendo amigos.

-Lo… siento.
-No me acuerdo de ellos –asegura sin más- ¿y tú?
-¿Yo?
-Que como te llamas tú –dice, con burla- estás un poco espesa.
-Tuve un día interesante –suspiro, no culpes a mi cabeza- soy Sweden.
-Sweden –repite- es bonito.

Parece que sí hay alguien simpático en este sitio.

-Gracias –mi mirada viaja hasta sus manos, que juegan con los cascos sobre su regazo. Un hilo de sonido sale de ellos, por lo que no están apagados, eso me lleva a algo- creía que “no están permitidos aparatos electrónicos ya sean ordenadores, móviles, reproductores o cualquier otro tipo del exterior” –intento imitar la voz de la agradable señora y carcelera.

Ella mira también los cascos y suelta una risita.

-Cuando llevas tanto tiempo como yo aquí pasas a ser preso de confianza. Tengo algunos contactos y las normas no son lo mío.
-Ya veo –asiento- supongo que por eso no vistes este maravilloso uniforme de presidiario.

Ella lleva unos jeans ajustados y una camiseta negra de tirantes con el logo de AC/DC en su pecho. Sobre el suelo descansan unas botas oscuras de montaña.

-Me traen ropa de fuera –dice- contactos.

Asiento cansada y me dejo caer sobre la cama sin más fuerzas para seguir haciendo preguntas. Los muelles se me clavan en la espalda y siento un pinchado en el costado. Alejo la caja de una patada, que aterriza en el suelo, y me doy la vuelta para plantarle cara a la pared.

-Estupendo –espeto.

Ella suelta un suspiro, medio risa, medio quejido y vuelve colocarse sus cascos después de murmurar un “encantada de conocerte”. Yo cierro los ojos y me abrazo, encogiéndome hasta formar una bola con mi cuerpo. Sumida en mis pensamientos vuelvo a alejarme como he aprendido a hacer durante este tiempo, y estos me llevan a una imagen clara.

Justin.

¿Qué se supone que pasará ahora con él? ¿Tengo que resignarme y pensar que todo se ha acabado definitivamente? Ahora estoy encerrada y me siento más lejos de él que nunca. Recuerdo su cara la última vez que pude verlo. Estaba realmente abatido. Lo ha dado todo por mí estos días, me ha cuidado, ha estado a mi lado. Realmente por él es por quien he podido seguir con todo esto, y ahora… nos han vuelto a poner una barrera infranqueable. Un gran muro de cemento. Ya ni siquiera tengo esa sensación de poder querer intentar hacer algo para solucionarlo, porque no hay nada que solucionar. Si quedaba alguna opción de poder estar juntos acaba de enterrarse en lo más hondo del infierno.

¿Cuándo se convirtió mi vida en esto? ¿Cuándo he llegado a caer tan bajo? Hace tan solo una semana estaba bajando las escaleras de casa mientras absorbía el aroma a bizcocho y escuchaba a mi madre tararear una canción de The Beatles desde la cocina. Aún siento el calor de su mano en mi rodilla cuando ambas veíamos una película tiradas en el sofá. La echo tanto de menos… ahora supongo que todo da igual, he llegado a este sitio, este lugar de película. Creía tener pesadillas cuando soñaba que me quedaba sola en una habitación oscura y nadie venía a ayudarme a pesar de que gritaba hasta dejarme los pulmones. Creía que era malo cuando me despertaba por un sobresalto en mi cama y todo estaba en silencio. Recuerdo las peleas con mi madre y haber deseado que todos desaparecieran y poder quedarme sola, y dios mío… juro que ahora daría lo que fuera para no haber dicho eso jamás. Estoy dentro de mi propia pesadilla y ahora no puedo despertar.



-Eh, Swed –dice una voz ronca a mi lado, noto una mano sobre mi hombro y me obligo a rodar sobre mi espalda para deshacerme de ella–despierta, es hora de desayunar.

¿Desayunar?

Mierda. Abro los ojos y me encuentro de lleno con esa chica. ¿Cómo se llamaba?

-Agh –mustio, restregándome los ojos con las manos- me he quedado dormida.
-¿Dormida? Llevas en coma desde que llegaste. Son las ocho y media de la mañana.
¿Qué?
-Joder –murmuro- ¿por qué no me despertaste?
-Lo estoy haciendo ahora, creí que querrías dormir.

Me incorporo, aun aturdida y mareada y la busco con la mirada. Su pelo está recogido en un moño alto y viste con una camiseta azul oscura y unos shorts cortos.

-Gracias –le digo.
-Supongo que querrás darte una ducha –señala el baño- tenemos que estar en el comedor en menos de media hora.

Recuerdo las palabras de aquella mujer y de repente siento una extraña urgencia por correr hacia allí. Oigo mis tripas rugir y caigo en que mi última comida fue aquella taza de café que tomé con… Justin.

Una punzada se clava en mi estómago y esta vez sé que no tiene nada que ver con el hambre. Me pongo en pie y me acerco a la caja que ahora está sobre la silla. Saco el cepillo, la toalla, y… mi ropa.
-Yo puedo prestarte algo –ríe en una mueca divertida la chica, al ver mi expresión mientras sostengo la camisa, al menos tres tallas más grandes.

-Lo cierto es que te lo agradecería mucho.

Ella asiente y corre hasta el armario, tirándome una camiseta sin mangas y unos jeans. También coge unas botas negras y las deja sobre mi cama.

-Eres muy amable... –dudo, y me doy cuenta de que no recuerdo su nombre.
-Llámame Tresh –sonríe.
-Tresh –le digo- es bonito.


Salgo de la ducha, en la que para mí no sorpresa el agua caliente es inexistente, y me cepillo intentando vencer los nudos que se han formado rebeldes en mi pelo. Tresh me espera sobre la cama leyendo un libro distraída.

-Gracias a dios Swed –exclama cuando me ve, y de repente algo me oprime el pecho muy fuerte dejándome sin respiración.

 Su recuerdo.

Él solía llamarme así.

-Tresh –le pido- si no te importa… llámame Sweden.

Ella suelta el libro y se pone en pie.

-Como quieras, vamos a comer algo –anuncia, y mi estómago ruge en respuesta.



Entramos a un comedor para mi sorpresa bastante grande. Aquí hay más gente de la que imaginaba. Nos dirigimos a una de las mesas del fondo, en la que otros dos chicos devoran un bol de cereales y tomamos asiento ante su mirada expectante clavada en mi. Soy el juguete nuevo.

-Vaya Treshby –balbucea uno aún con la boca llena- veo que traes a una amiga –su mirada sucia se clava en mí y me siento repentinamente incómoda.
-Cállate estúpido –escupe ella- no es para tu diversión.
-Vale, vale –dice, extendiendo los brazos en señal de abandono. Coge la cuchara y vuelve a llevársela a la boca.

Alzo la vista de nuevo para ver al chico que se encuentra a su lado. Nos observa en silencio mientras le da otro bocado a su tostada. Tresh le saluda con la cabeza y agarra mi mano para ir a buscar algo de comer.


-Te aconsejo que no toques nada de aquella parte –señala las bandejas del fondo- es tóxico.
-Ah… -paso la vista sobre las bandejas que se extienden con alimentos mustios y sostengo el plato vacío entre mis manos. Mis ojos se paran en una especie de puré de color verde que parece desprender cierto aroma a… ¿guisantes?
-Yo que tu no lo haría –advierte ella- mejor coge un par de tostadas y un vaso de zumo. Nada hecho aquí.

Le hago caso y vierto en una taza un poco de batido de naranja. Agarro un trozo de pan tostado y me hago a un lado para dejar pasar a otro chico con aspecto de pocos amigos que me empuja al pasar frente a mi. Un poco de zumo se derrama sobre el suelo y suspiro intentando esquivarlo.

-Interesantes los chicos de este lugar –bufo- con mucho… carácter.

Tresh se reúne a mi lado con lo que parece café y un par de magdalenas.

-No puedes culparlos, nadie está aquí por su propia voluntad –se encoje de hombros- ¿o tu si?
-No, desde luego –cojo aire y lo suelto sin ganas- ¿Qué hay de ellos? –señalo con la bandeja a los dos chicos que nos esperan en la mesa.
-Oh, Mark es un idiota, sus padres murieron cuando él era pequeño y su abuela, la única familia que le queda, está atada a un hospital psiquiátrico por intentar envenenar a su marido. Él murió de un infarto. Siempre está metiéndose con los chicos nuevos pero en realidad se dedica a defender a los más débiles, las mujeres lo vuelven loco –señala al alegre tipo que engulle sus cereales- en cuanto a Ian… -suspira- él lleva aquí mucho tiempo, pero nunca habla con nadie. Su padre lo maltrataba y cuando fue a la cárcel lo trajeron aquí. Se dedica a acompañarnos por ahí y asentir de vez en cuando a los chistes malos de Mark.
-Vaya…

Y yo que creía que era la única persona con una vida asquerosa. Me siento estúpida.

-Vamos, comamos algo –dice, y comienza a andar hacia la mesa.

Tomamos asiento de nuevo y el chico llamado Mark empieza a soltar un monologo sin permiso sobre algo que vio en la tele la pasada noche. Hace pausas para llenarse la boca y sigue hablando a pesar de que nadie le presta atención. Yo decido dejar de intentar entenderlo cuando los restos de maíz salen de su boca y las palabras no logran ser legibles. Muerdo un trozo de mi tostada y miro de reojo al chico Ian intentando que éste no me pille observándolo. Él mantiene la vista fija en la mesa de madera y puedo ver cuando gira la cabeza una cicatriz que le ocupa desde la oreja hasta la parte de abajo del cuello relucir. Vaya…

-¿Y cuál es tu historia, chica nueva? –me llama Mark.

Salgo de mi atontamiento pillando solo la última parte  y lo miro sin saber si es a mí a quien me habla.

-¿Qué?
-Que por qué estás aquí –repite.
-Pues… -doy otro sorbo a mi zumo y hurgo dentro de mi cabeza para intentar buscar algo que decir.
-Déjala, no quiere hablar de ello –interviene Tresh al ver que mis ojos se turban.

Mark baja la cabeza y su sonrisa desaparece.

-No, está bien –suspiro- supongo que por la misma razón que vosotros. Ya no tengo familia. -Un nudo en la garganta me estrangula y dejo la tostada de nuevo sobre el plato- Mi madre ha muerto, y bueno…
-Pero no eres tan joven –vuelve a replicar Mark- es decir, no debe de quedarte mucho para cumplir dieciocho, ¿tal vez dos años?
-Menos de uno en realidad, en seis meses cumpliré la mayoría.
-¿Y qué harás? –sale ahora Tresh.
-No lo sé –murmuro- no lo he pensado. Supongo que irme de aquí, a cualquier parte.
-A mi me falta un año, dos meses y diez días –exclama triunfal el chico de la sonrisa reluciente- en cambio a Tresh tan solo cuatro meses.
-Oh… -mi mirada se dirige ahora al chico silencioso y me pregunto cuánto le faltará a él para irse, en realidad parece muy mayor para estar aquí.

Mark sigue la dirección de mis ojos y asiente, como si pudiera leer mi pensamiento.

-Ian tiene diecinueve años y medio –murmura, y éste levanta la cabeza para dedicarnos una mirada pesada- se fue al cumplir los dieciocho pero poco después volvió, él dice que el mundo no es lugar para él.

¿Él dice? ¿De verdad él dice algo? En cualquier caso… cualquier lugar en el mundo, incluso el infierno debe de ser mejor que esto.

Vuelvo a coger mi tostada cuando una especie de sirena suena en el comedor y hace que salte sobre mi misma dejándola caer al suelo.

-¿Qué diablos es eso? –pregunto irritada.
-Las clases empiezan para quien aún está en educación, por otra parte los chicos de reformación deben ir al pabellón para tener clases de “control de ira” –alza Mark sus dedos en forma de comillas- aunque no sirve de nada al parecer –señala a dos tipos al fondo, uno le da un puñetazo a otro en la cara y el segundo le propina una patada. Poco después dos hombres de uniforme se acercan para separarlos.
-¿Y nosotros? –Pregunto- yo acabé el instituto.
-Pero deberías… -Mark hace una mueca.
-Me adelantaron un curso y acabé el pasado año –suelto, sin demasiado interés en seguir con la charla- ¿Qué hacemos nosotros?
-Puedes ir al patio –murmura Tresh- aunque no es demasiado increíble.
-¿Puedo ir a mi habitación? –pregunto.

Necesito estar sola.

-Puedes hacerlo –anuncia Mark- pero no tiene sentido ir si por la tarde nos vuelven a encerrar. Ven con nosotros al salir.
-Gracias, pero estoy cansada –miento, he dormido un día completo, aunque en realidad mi estado de ánimo está en el subsuelo y no tengo ganas de nada.
-¿Quieres que te acompañe? –Pregunta Tresh poniéndose en pie.

-Creo que recordaré el camino –susurro, y me despido con un asentimiento de cabeza antes de abandonar el gran y gris comedor.
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viernes, 13 de septiembre de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 29}.

-¿Estás enfadada? –sonríe.
-No puedo estarlo contigo –suspiro- ya lo sabes.

Y así, sin más, apaga la luz y me arrastra junto a él en la cama. Se acuesta a mi lado y pasa su brazo por encima de mí cogiendo mi mano al otro lado, pega su cuerpo al mío por mi espalda abrazándome, haciéndome sentir segura. A salvo. Aún puedo notar su excitación detrás de mí. Me da un beso dulce y suave y entonces el silencio nos invade. Esta vez un agradable silencio, porque estoy con él, y nada puede salir mal.

-Te quiero –susurra.
-Yo también a ti.

Con su respiración haciéndose más lenta al compás de la mía, ambos nos perdemos en los sueños, que por primera vez en mucho tiempo son eso, sueños, y no pesadillas.



Me despierto dolorida y busco a tientas su mano a un lado y otro de la cama pero todo está frío. De nuevo sola. Abro los ojos alarmada y veo que no hay nadie en la habitación. La luz entra tenue por la ventana por lo que no debe de ser muy tarde, me pongo en pie y corro escaleras abajo en su busca. No puede haberse ido. No…

-Sí, será hoy –murmura una voz desde la cocina, me paro en seco y quedo inmóvil sobre la barandilla- quiero que todo esté preparado para esa hora –parece agitado- me da igual. Iré a recoger la urna. Si. No. Está bien, espero vuestra llamada.

¿Urna?

El silencio se hace durante un momento y el móvil vuelve a sonar.

-Perfecto, que así sea entonces. Tenedlo todo listo.

Escucho el sonido del teléfono caer sobre la mesa y sé que ha acabado. Bajo los últimos escalones y entro en la cocina. Justin levanta la vista y al verme su cara se ilumina dejando atrás todo rastro de preocupación.

-Buenos días pequeña –murmura, y se acerca para abrazarme. Deposita un beso sobre mis labios y después otro más sobre mi mejilla -¿Cómo te encuentras?

-Estoy bien –le digo- ¿con quién hablabas?
-Siéntate –me pide- he hecho café.
-¿Justin? –insisto.
-¿Quieres tostadas?
-No quiero tostadas.
-¿Magdalenas?
-Justin –espeto.
-Está bien –suspira- pero antes desayuna ¿sí?

Me dispongo a exigirle una respuesta pero veo sus ojos cansados. Él está pasándolo aún peor, por lo que accedo y me levanto para servirme una taza de café. Vuelvo a la mesa y le doy un sorbo.

-¿Cómo has dormido? –pregunto.
-Bien como no lo hacía desde días, gracias a ti –sonríe- tenerte aquí después de todo…
-Yo también pude descansar –le digo, ignorando las cuatro horas que pasé llorando en silencio a su lado, espero que no se diera cuenta- es decir, sin pesadillas.
-¿Tu también?
-A menudo –murmuro tomando otro sorbo- pero esta noche no. Soñé contigo.
-Yo también lo hice –sus ojos brillan y sé que realmente fue bueno.


Acabo el café y dejo la taza a un lado. Él me mira y parece preocupado, suspira y asiente en mi dirección.

-Vale –murmura.
-¿Y bien?
-Será esta mañana –susurra despacio, como si quisiera ver mi reacción muy detenidamente- el entierro.
-El…

Mierda.

-Está todo preparado. Mi madre y Scooter vendrán, aunque él podrá quedarse poco tiempo.
-No es necesario –digo, con un hilo de voz.
-Les dije que no vinieran, pero ellos querían estar.
-Yo…
-Tenemos que hacerlo, Swed –susurra tierno, su voz me relaja- sabes que debemos hacerlo. Después podremos seguir adelante.
-¿Seguir adelante? –bufo.
-Sé que es difícil, lo sé –insiste- pero cuanto antes lo hagamos…
-Tienes razón –le digo.

Él guarda silencio y medita mi respuesta.

-¿Si?
-Supongo que sí –murmuro- solo…
-Me puse en contacto con algunas de las amigas de tu madre y ellas se encargaron de avisar a sus demás conocidos, todos están al tanto –explica- también tiene un lugar reservado entre tus abuelos, las flores están encargadas, un pastor vendrá a oficiar la ceremonia, tu madre… yo iré a recoger su urna...
-Está bien –le corto- vale. Suficiente. –cojo aire e intento calmarme- gracias por estar haciendo esto cuando no tendrías por qué.

Ahora quiero echar todo el café. Creo que habría sido mejor hablar antes y desayunar después. Hago una mueca y me llevo la mano a la cabeza.

-¿Estás bien?
-Solo un poco mareada –digo.
-Swed…
-Bien, ¿a qué hora?
-Once.
-¿Qué hora es? –busco un reloj, pero recuerdo que a mamá no le gustaba tenerlos en la cocina. Siempre decía que la comida era un momento importante del día y no estaba permitido tener prisa.
-Son las nueve, tenemos dos horas –Y supongo que dos horas deberían ser suficientes para prepararme a enterrar a mi madre, mi única familia- voy a ir ya para arreglar unas cosas, mi madre está en el cementerio.
 Llegó anoche. ¿Crees que podrás prepararte? Volveré a recogerte.
-Sí, está bien, ve.
-Si necesitas que me quede…
-No –le digo- ve tranquilo.


Tras una discusión sobre dejarme o no sola consigo que Justin se vaya, y a pesar de que le prometo estar bien segundos después de traspasar la puerta vuelvo a sentirme sola y el techo se me cae encima aplastándome y dejándome sin respiración. Me obligo a guardar la calma pensando que de una forma u otra haremos esto, así que supongo que resignarse es… una opción.

Subo a mi habitación y me doy una ducha para despejarme e intentar mantenerme despierta. Busco en mi armario y me decido por unos jeans negros ajustados y una camisa sin mangas del mismo color, zapatillas negras y… gafas de sol. Negras también. Creo que mis ojeras no son necesarias a la vista de todos. Dejo que el pelo se seque con el tiempo y meto el móvil en mi bolsillo.

Agradecidamente cuando acabo de prepararme solo falta media hora, por lo que supongo que Justin estará a punto de llegar, lo que significa que no tengo demasiado tiempo para pensar y estar sola, lo que es bueno. Relativamente. Bajo las escaleras en busca de un vaso de agua cuando la puerta suena con un golpe seco. Ahí está. Justo a tiempo. Comienzo a andar hasta ella y entonces caigo en algo. Justin se llevó las llaves ¿no es cierto? Pero.. ¿Quién más podría ser? Mamá no, desde luego. Y ya no tengo a nadie.

Salgo de dudas girando el pomo y dejo que ésta se abra. La lisa tabla de madera se aleja y le veo.

Pero no es Justin.

Tampoco mamá.

Es Scott.

Me quedo de piedra, sorprendida y ardiendo en cólera a la vez. Inmóvil por mis músculos rígidos, si pudiera moverme en este momento le abofetearía la cara.

-Hola, Sweden –dice con voz ronca.
-Tú… -murmuro- ¿Qué… coño… haces… en mi… casa? –arrastro las palabras con veneno.
-Solo he venido a ver… a ver como estabas…
-Maldito hijo de puta ¿aún no tuviste bastante? -y entonces recuerdo que estoy sola.

Él se queda quieto al otro lado con cara de sorpresa, vaya, parece que no fue eso a lo que vino.

-Escucha –me dice- vine a pedirte perdón por todo –suspira- me enteré de lo de… tu madre.
-No me importa –le escupo- no eres bienvenido aquí.
-Sweden… -Scott comienza a andar hacia mí y yo retrocedo entrando más en casa. Él me sigue cerrando la puerta y de repente nos encontramos los dos en medio del salón.

Mierda.

Él extiende su mano en señal de disculpa, pero lo único que cruza mi mente en ese momento es la imagen de él sobre mí en aquel parque. Siento entonces una arcada y juro que necesito vomitar.

-No quiero tus disculpas –espeto.
-Y lo entiendo –mustia- pero necesitaba pedirte perdón por todo, se que fui un capullo y no vas a perdonarme –clava la mirada en el suelo y da un paso más hacia mi- pero yo…

Comienzo a retroceder cada vez más y estoy dispuesta a salir corriendo cuando la puerta se abre de repente y Justin aparece al otro lado. Scott se vuelve ante el sonido de ésta y veo la cara de Justin cuando los ojos de ambos se encuentran. Suelta las llaves tirándolas al suelo y sus manos se convierten en dos puños tensos, dos rocas. Me quedo inmóvil aunque quiero gritarle que no haga nada, pero su mandíbula está tensa y el color de sus mejillas se hace más fuerte. No va a escucharme.

-¿Qué cojones estás haciendo tu aquí? –ronronea Justin con una voz envenenadamente calmada. Da dos pasos y comienza a acercarse a él preparándose para golpearle.
-Espera, espera –le pide Scott retrocediendo mientras pone sus manos entre ellos en señal de calma- solo vine a hablar.

Justin sigue avanzando decidido a partirle la cara. Sus ojos oscuros brillan con ira. Él ya no es el Justin con el que estuve esta mañana.

-Pues hablemos –ríe él, pero su expresión es alocada, ha perdido el juicio, como aquel día…
-Espera, Justin –reacciono entonces poniéndome entre ambos- espera.
-No –dice ronco- aparta.
-Justin para –le pido acercándome a él- detente. Hoy no.
-Ha venido aquí –dice sin quitarle el ojo de encima- después de lo que te hizo –su mirada es fría como dos bloques de hielo a punto de estallar.
-Justin por favor –pongo mis manos contra su pecho en un miserable intento de pararlo- hoy no… precisamente –le suplico- no en su entierro.

Las palabras parecen golpearlo como una bofetada y se para en seco rodando sus ojos hacia mí y abandonando a Scott. El silencio se hace presente y el tiempo pasa sin que nadie haga un solo movimiento hasta que Justin recupera el sentido. Me mira y noto como sus pupilas recobran el color natural. Relaja sus manos y las pone sobre mi cintura colocándome detrás de el, de modo que ambos quedan frente a frente. Scott aún con las manos estiradas pide que le escuche.

-Di lo que tengas que decir y sal por la puerta si no quieres que te arranque la cabeza –bufa Justin.
-Yo… -Scott parece nervioso, desprotegido- Solo quería pedir perdón, a los dos, por todo. Sé que es tarde pero… -el baja una de sus manos y las mete en el bolsillo sacando un papel.

Se lo entrega a Justin despacio y este se lo quita de las manos. Lo mira de reojo y de repente capta toda su atención haciendo que su expresión cambie. Me lo tiende desde delante y yo lo cojo para observarlo. Lo que veo me deja realmente sorprendida.

-Es la única copia de la foto que queda –dice Scott calmado- todas las demás han sido eliminadas. Digitales y no digitales, solo queda esa.

Es nuestra foto. Justin y yo en el césped. La foto que jodió nuestra historia. Alzo la vista para mirarlo directamente a los ojos y veo en ellos que parece realmente arrepentido.

-Solo quería dárosla para que sepáis que está olvidado. Yo ya no soy una amenaza. Podéis hacer con ella lo que queráis –explica.
-¿Por qué ahora? –exige Justin.
-Puede que sea un capullo pero se cuando parar. Sweden ha sufrido bastante –me dirige una mirada apenado- solo vine a decir que… te acompaño en el sentimiento.

Nadie articula palabra, ambos guardamos silencio en parte porque queremos tener que dirigirle la palabra a ese individuo lo menos posible, y en parte porque nuestra voz ha desaparecido ante esto. Sorpresas. Parece que hoy será un día interesante. Tras ver que no obtendrá respuesta Scott se dirige a la puerta esquivando con un medio círculo a Justin para pasar lo más lejos de él posible. Atraviesa el umbral con la cabeza agachada y se aleja en silencio cerrándola detrás de él. Yo observo una vez más la foto y busco algo que decir o hacer.

-¿Y ya está? –Murmura Justin, dándose la vuelta para romper el silencio, hace una mueca y me mira irritado- ¿eso es todo? ¿se va sin más?
-Supongo.
-Maldito hijo de puta –sisea- aún debería matarlo.
-Olvidémoslo ¿vale? –le pido- un problema menos. Es todo.

Éste me mira y asiente, sabiendo que aún nos quedan unos cuantos que solucionar.

-Vamos, llegaremos tarde.

Justin coge mi mano y armándome de valor salimos a la calle, donde me espera un duro y largo día de emociones que nadie sabe como vendrán.



Salimos del coche tras llegar al cementerio. Reconozco el lugar porque he venido otras veces con mi madre, recuerdo que solía costar una pelea cada vez que me obligaba a venir a este sitio para visitar a mis abuelos y a mis tíos. Odiaba con toda mi alma este agujero y lo cierto es que era totalmente comprensible. Gran parte de mi familia está aquí. Nunca entendí por qué la gente viene a sentarse frente a una lápida fría con un nombre grabado en ella y se queda mirándola en silencio durante demasiado tiempo. No es necesario mostrarle respeto a un trozo de piedra, tampoco lo es venir a hablar con tus seres queridos. Ellos están dentro de ti, están a tu lado en cualquier lugar y dudo que sea necesario plantarse delante de un agujero para que ellos puedan escucharte. Solía explicarle a mi madre que cuando quería hablar con la abuela tan solo tenía que cerrar los ojos muy fuerte y pensar en ella. Su recuerdo venia a mi mente tal y como solía verla. Sonriendo. Eso era mejor que mirar fijamente una piedra grabada con su nombre. Y por lo que parece… hoy vuelvo a acompañarla a este sucio y triste lugar… para siempre.

-Pequeña –murmura Justin a mi lado -¿estás bien?

Su voz me arrastra fuera de mi cabeza y hace que vuelva a prestar atención al mundo real. Me giro para observarle apoyado en la puerta del coche con los brazos cruzados. Me he quedado helada mirando el cartel viejo y gastado en lo alto de la puerta de entrada. “Cementerio”.

-Si –digo seca.

Pero no es suficiente.

Justin abandona su postura y se acerca a mí para tirarme en sus brazos. Me rodea y yo hundo mi cara en su pecho alejándome de todo de exterior. Sabe perfectamente lo que necesito.

-Lo siento tanto… -susurra apretándome contra él.
-Está bien –sollozo intentando contener las lágrimas.
-No lo está –responde- pero sigo a tu lado.

La entrada está vacía y todo está en silencio, me encuentro escondida bajo la protección de Justin mientras él me cubre con sus brazos y simplemente dejo que las lagrimas salgan dejándome llevar con ellas, dejo de contenerme y me rindo a lo que me está matando por dentro. Lo cierto es que desearía quedarme así para el resto de mi existencia, pero sé que mis deseos rara vez se cumplen, por lo que me separo y lo miro a los ojos.

-Promete que no te irás –mi voz es apenas un susurro casi inaudible.
-Siempre –dice, clavándose dentro de mis ojos hasta tocarme el alma.


Camino pegada a él con pasos cortos y temblorosos. Justin agarra mi cintura sosteniéndome en pie, cosa que agradezco pues sin su ayuda dudo que pudiera seguir caminando a medida que nos acercamos a un corro de gente al final del largo y gris pasillo de lápidas y flores secas. Al principio todo es una mancha negra a penas en movimiento, que después se transforma en tristes caras a penas reconocibles. Seco mis lágrimas y suspiro para buscar recomponerme y tras la niebla que se ha formado en mis ojos logro reconocer algunos rostros. Anne Rocks está ahí con una gran pamela negra y unas ostentosas gafas de sol. Solía ir con mamá a su casa para tomar café cuando era más pequeña, ella había sido su mejor amiga. Clarisse y Jane también se hacen visibles a un lado, justo enfrente de dos figuras que al principio no logro descifrar y que más tarde suben la mirada hasta nosotros y la clavan fijamente antes de abandonar el grupo para recibirnos.

-Oh, Cariño ¿Cómo estás? –dice una dulce voz a mi encuentro.

La mujer se coloca frente a mi recibiéndome con un cálido abrazo de madre, se lo devuelvo con apenas fuerzas y por un momento siento como si fuera la mía propia quien me abraza.

-Pattie –susurro- gracias por venir- y mi voz suena ridículamente ronca.

Recuerdo el día en que la conocí en Atlanta cuando Justin nos presentó. Solo la había visto un par de veces desde entonces pero siempre se comportó como una segunda madre. Ella es agradable y tierna, hasta me había telefoneado en un par de ocasiones por mi cumpleaños para ver que tal iba todo. Realmente la consideraba de la familia.

Pattie me dedica una tierna sonrisa de pesar y después me suelta para encontrarse con su hijo. Los dos se abrazan y siento una punzada fatigante y dura en el pecho al pensar que jamás podré volver a hacer eso, y entonces desearía retroceder en el tiempo con todas mis fuerzas y abrazarla cada mañana al despertar, antes de dormir y al volver del instituto. Si pudiera cambiar algo ahora sería el tiempo que pasé con ella. Maldigo haber malgastado un solo segundo en gritarle y no en tenerla entre mis brazos. Ambos se saludan con afecto y Justin se separa volviendo a pasar su brazo por mi cintura a un lado para mantenerme cerca de él. Ella se da cuenta y nos dedica una dulce sonrisa de aprobación.

-Sweden –dice la otra voz a su lado- lo siento mucho.
-Scooter –murmuro- gracias por todo –intento sacar fuerza y prosigo- Justin me dijo que tú te encargaste de gran parte del… -mi voz se corta y el asiente en respuesta.
-Casi todo lo hizo él –dice- yo solo hice algunas llamadas.

Sus miradas se encuentran y Scooter hace una mueca triste hacia Justin antes de que sus ojos vuelvan a posarse en mi.

-Deberíamos ir –anuncia Pattie- el pastor ha llegado y van a empezar.

Ella señala hasta el grupo de gente que se amontona frente a un agujero y puedo ver por el hueco entre dos personas una caja de madera oscura que descansa sobre el suelo cubierta por coronas de flores. Un dolor comienza a oprimirme el pecho y lucho por seguir respirando. Justin se da cuenta y hace nuestro agarre más fuerte volviéndose hacia mí con rapidez. Posa su mano sobre mi barbilla y levanta mi cabeza para que nuestros ojos se encuentren.

-Escucha –me ruega- podemos irnos si no…

Yo suspiro pesadamente vaciando el aire de mis pulmones y le miro intentando ponerme derecha.

-Vamos –murmuro, aunque no estoy segura de poder seguir caminando.


El tiempo pasa y la ceremonia se hace condenadamente lenta. Mantengo la mirada fija en algún punto al fondo para evitar mirar a cualquiera de las muchas personas que mantienen sus ojos clavados en mí. Justin me agarra a su lado con dureza y acaricia mi costado con su mano para intentar relajarme. Evito con todas mis fuerzas posar la mirada sobre la caja de madera o las flores, sobre el agujero negro que la espera o sobre el maldito pastor que no deja de hablar sobre el buen acto que hizo o el recibimiento que tendrá en el cielo. Ella no debería tener que ir a ninguna parte. Ella debería estar aquí ahora, justo a mi lado. No de esta forma.

El hombre deja de hablar y cierra el libro que tiene entre las manos, acto seguido dos hombres con el mismo uniforme sujetan a ambos lados la caja y la introducen en el agujero, cosa que no les lleva gran esfuerzo puesto que no pesa más que la misma caja y un puñado de cenizas. Unos minutos más tarde una pesada roca tapa el hoyo e intento no ahogarme en mis lágrimas mientras despido a la persona que me dio la vida y hoy veo morir.

Una vez sellado y con grandes coronas de flores colocadas a su alrededor la misa se da por finalizada y la gente rompe el silencio emitiendo leves susurros que llegan a mí como un molesto ruido. Alguien toca mi hombro y me veo obligada a levantar la vista del suelo para verlo.

-Te acompaño en el sentimiento –dice un hombre al que no he visto en mi vida.

Asiento cansada y éste se marcha dejando paso al siguiente. Tres más y siento que moriré si sigo escuchando palabras de pesar sobre mí.

-Justin –murmuro sin poder mirarle a la cara, él sigue a mi lado. Me mira y sus ojos brillan al ver mi expresión, sé que él también está conteniendo las lágrimas- necesito irme de aquí.
-Claro –susurra, y tira de mi sin más haciendo que nos alejemos dejando a un grupo de gente esperando para hablar conmigo.


Traspasamos la puerta de metal que da entrada a este infierno y hago mi paso más lento mientras siento que pierdo todas las fuerzas, sigo andando hasta uno de los bancos que hay en un extremo del aparcamiento y me dejo caer abatida. Justin se sienta a mi lado y coge mi mano con fuerza. Noto como abre la boca para decir algo y después vuelve a cerrarla pensándolo mejor, yo mantengo la mirada fija en el suelo y lo único que puedo escuchar son las hojas de los arboles a nuestro alrededor bailando de un lado a otro por el viento. Lo que se siente como una eternidad después el móvil de Justin rompe el silencio haciéndome saltar y éste se lo lleva al oído sin ni siquiera mirar la pantalla.

-Bieber –dice seco, su voz ronca delata que está tan cansado como yo.

Por el rabillo del ojo noto como su mirada se clava fija en mi volviéndose turbia y sus labios se tornan en dos finas líneas. Levanto la vista y veo como sus parpados se cierran fuertemente en una mueca de irritación.

-Malditos desgraciados –suelta- vamos para allá –y cuelga el teléfono.

Giro mi cabeza para observarlo mientras me pregunto qué más puede pasar hoy. 

-¿Qué ocurre?
-Es Scooter –anuncia- unos hombres quieren hablar contigo.
-¿Qué?
-Están en la cafetería de aquella esquina –murmura señalando al frente- los vi antes pero pensé que solo estaban aquí por alguna mierda de control o seguridad.
-¿Quiénes? –digo desconcertada, no entiendo nada.
-No deberían haber venido –espeta- no ahora.
-Justin, dime que pasa –exijo.
-Vamos –tira de mi mano para levantarme- enseguida lo sabrás.

Me arrastra y nos dirigimos a la cafetería desde donde Scooter ha llamado. Al parecer él está con esos hombres, pero… ¿Quiénes son? Y sobretodo ¿Qué quieren de mi?  Según nos acercamos la expresión de Justin se vuelve cada vez más tensa y puedo oír rechinar sus dientes. Tiene la mandíbula apretada y los ojos clavados en el suelo mientras caminamos. Al atravesar la puerta Justin se para en seco y sujeta mi cara con ambas manos haciendo que nuestros ojos se encuentren de lleno.

-Escúchame Sweden –me pide- pase lo que pase ahí dentro no te preocupes por nada, no voy a dejar que te hagan daño.
-¿Qué? –pregunto perpleja, no entiendo de qué va todo esto.
-Solo quédate a mi lado y no te pongas nerviosa.

Justin me dedica una última mirada y nos lleva hasta una de las mesas más alejadas al fondo, en la que dos hombres vestidos con traje y corbata esperan con las manos cruzadas y en silencio frente a Pattie.


Esto me da muy mala espina. 
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