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martes, 16 de julio de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 27}.

-El nombre que debe constar en la lápida es Anne Marie Hamilton.

Exhalo un largo e intenso suspiro haciendo que todo mi cuerpo recoja aire y giro el pomo de la puerta para encontrarme de lleno con ella. Traspaso la puerta y entonces la veo, Sweden. Mi Sweden. A pesar de estar llena de cables y conectada a una máquina sobre esa cama sigue siendo igual de preciosa. Sigue estando aquí.

Sigue siendo mía.



#Sweden
Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a ser mi vida o en cómo vivirla hasta que un día encontré a alguien con quien compartirla. Supongo que las personas pasamos la existencia esperando encontrar a alguien que te llene por completo, alguien que te haga sentir esa vibración en las venas al tocarte, que haga que tu corazón se dispare y se pierda en el jodido universo y que haga que tu piel se erice con tan solo una caricia. Yo lo encontré. Encontré a esa persona por la que daría la vida y ahora ya no sé donde estoy ni que he hecho para hacer que se aleje.


Siento una presión horrible en la cabeza y no puedo ver nada. Noto miles de agujas entrar y salir en mi cerebro y es como si alguien quisiera cortarlo en trocitos y yo estuviera sintiéndolo con cada pinchazo. Noto una presión en el pecho y me cuesta respirar. Todo está oscuro y no puedo ver. Intento abrir los ojos pero me pesan demasiado. Hago un amago de mover la mano para tocarme la cara y despertar del sueño pero mis manos no responden, es como una de esas pesadillas en las que alguien te persigue pero tú no puedes correr demasiado rápido y acabas cayéndote al suelo sin poder moverte. Me siento pesada y me duele todo el cuerpo. Quiero despertar de este sueño, no me gusta. Quiero volver. ¿Por qué no puedo volver? Intento inhalar aire para saber donde estoy pero no huelo nada. Mis sentidos están muertos y yo quiero salir corriendo. No oigo nada, solo un constante pitido a mi lado derecho, como si hubiera una de esas máquinas de los hospitales a mi lado, pero no puede ser… ¿o sí?

Pasa el tiempo y yo sigo sin poder hacer nada. Mis sentidos se agudizan pero mi cuerpo sigue sin responder a las órdenes. Y entonces escucho algo que hace que todos mis músculos quieran tensarse y salir corriendo hacia la voz.

-Sweden, Cariño –susurra- buenos días.

Es él.

Noto que acaricia mi mano y se sienta a la derecha. Oh dios, está muy cerca de mí y ahora puedo sentir las puntas de sus dedos jugar con un mechón de mi pelo. Quiero abrir los ojos, necesito verle.

¡Justin, estoy aquí! Quiero gritar, pero no tengo voz.

Y de repente se aleja y vuelvo a tener frío. Sigo escuchando y noto que habla con alguien al final de la habitación. Su voz llega como un dulce eco que me hace tener más ganas de volver a salir corriendo y tirarme entre sus brazos.

-¿No debería haber despertado ya? –murmura, y sé que está preocupado.
-Necesita tiempo –dice otra voz.
-Pero ya ha pasado una semana –ahora está tenso.
-Señor Bieber, estamos haciendo todo lo que podemos pero salir de un coma es algo que solo puede hacer el paciente, solo podemos esperar.
¿Un coma? ¿Estoy en un coma? No, pero… eso no es posible.
-Necesito que despierte –espeta- va a hacerlo ¿no?
-Tenemos que creer que si, ya ha pasado todo el peligro y en un caso así ellos suelen despertar al cabo de cinco a siete días.

Escucho a alguien salir de la habitación y a Justin suspirar pesadamente, entonces vuelve a mi lado y coge de nuevo mi mano para entrelazar nuestros dedos. Noto su voz muy cerca.

-Sweden, pequeña –susurra- necesito que despiertes. Te necesito aquí conmigo, vamos.

Yo también te necesito, Justin.

-Estos están siendo los peores días de mi vida ¿sabes? –mustia- y ni siquiera sé si vas a despertar.

¡Claro que lo haré, yo necesito estar ahí!

-Pero necesito creer que vas a hacerlo. Por mi –aprieta nuestras manos- o por ti. Por ambos, te quiero aquí de nuevo.

Necesito levantarme y decirle que he vuelto y no pienso irme, quiero apretar mi mano contra la suya para sentirlo más cerca pero mis malditos músculos no responden. Esto es un infierno.

-¿Sabes qué? –Continúa- yo se que eres fuerte. Hemos superado tantas cosas juntos que sé que esto es solo un bache más y pronto estarás a mi lado de nuevo –él suelta un leve suspiro y lo noto sonreír- creo que si alguien supiera todo lo que me haces sentir estaría tan enamorado de ti como yo lo estoy, y tengo miedo.

No, Justin, no lo tengas. Yo te quiero, te quiero a ti.

-Prometí estar siempre contigo… y aquí estoy.

Y yo lo estaré también.

-¿Sabes… -hace una pausa y tras unos segundos continúa- sabes lo que le pasa a los periquitos cuando se les separa? –Guarda silencio durante un momento como si yo pudiera contestar- Que al primer día dejan de cantar –suspira- después de comer, y más tarde se mueren de pena.

No…

-¿Y sabes por qué? –vuelve a esperar mi respuesta- porque nacen para estar juntos. Por eso me quedo aquí contigo… hasta el final.

Y en ese momento quiero llorar. Noto mis ojos húmedos pero no puedo saber si alguien más se dará cuenta. ¿O sí? De repente Justin suelta mi mano y se aleja hacia la puerta. Unos minutos después vuelve y noto la presencia de otra persona.

-Mire –dice- he visto una lágrima correr por su mejilla.

Él parece alarmado.

-¿Qué estabas haciendo? –le pregunta la enfermera.

El guarda silencio un momento.

-Estaba… estaba hablando con ella.
-En ese caso sigue haciéndolo –dice alegre- estás haciendo que vuelva.

Noto como la mujer se va y Justin vuelve a mi lado, esta vez con más fuerza. Esta vez su agarre es más intenso y sé que es una súplica.

-Vuelve conmigo, Sweden –susurra casi en mi oído.

Quiero hacerlo.

Pasan unos minutos y por fin vuelvo a escuchar su voz.

-Te elegí a ti porque eres la persona que me hace feliz –noto que ahora acaricia mi cara- a quien tengo en mi mente a cada momento y por la cual me arriesgué a decirle todo lo que sentía y no me importó nada más. Tú me haces soñar sin necesidad de dormir. Siempre me pregunto qué estarás haciendo o donde estarás. –Su voz es suave y dulce, como la de un niño pequeño- Eres tú la persona por la que me muero de celos cuando otro chico te mira, daría mi vida por ti y aunque sienta que no te merezco y no soy suficiente necesito que tú quieras estar conmigo. Te necesito para vivir. Por ti me levanto cada día con una sonrisa y sigo aquí luchando por esta locura –una lágrima cae sobre mi mano y entonces sé que está llorando- y no me importa nada. No te cambiaría por nada ni por nadie en este mundo. Tu eres mía Sweden –susurra- eres con quien quiero estar el resto de mi vida.

Y en ese momento me siento con ganas de comerme el mundo. Es entonces cuando sé que todo esto es más fuerte que cualquier cosa y que por más meteoritos que nos caigan encima voy a seguir luchando con uñas y dientes, voy a dar la vida y el alma por volver a verlo. 
Necesito ver de nuevo sus ojos, quiero sentir su sonrisa. 
Y entonces la veo.

Poco a poco consigo abrir los ojos y la luz me ciega de tal forma que tengo que volver a cerrarlos de inmediato. Vuelvo a abrirlos un poco y veo que está mirando hacia abajo, hacia nuestras manos. Ahora está serio. Intento moverme pero solo logro hacer una mueca que se convierte en una sonrisa. He vuelto, él está aquí y yo también. Ahora puedo verle.

-Justin… -susurro.
-¿Si? –murmura, tan bajo que casi no puedo oírle.

Y de repente se da cuenta de quién le ha llamado. Todo encaja y como si la vida le fuera en ello alza la cabeza y nuestros ojos se encuentran de lleno. Veo en su cara excitación y alarma. Sorpresa. Se queda mudo e inmóvil durante unos segundos y tras reaccionar se echa sobre mí y me veo envuelta entre sus brazos. El aire comienza a faltarme pero no me resisto. Se siente demasiado bien.

-Sweden –dice ahora más alto- Sweden estás despierta –el me suelta entonces y agarra con sus dos manos mi cara- ¿esto es real?

Trago saliva y pruebo mi voz.

-Eso espero –susurro, un pequeño hilo atraviesa mis cuerdas vocales. Suficiente.
-Demonios, me hiciste pasarlo realmente mal.

Y ahora su sonrisa me choca de lleno y me hace perderme en ella. Mantenemos los ojos hundidos dentro de los del otro durante al menos cinco minutos, y entonces me siento fuerte.

-Estás muy feo –sonrío.

Él hace una mueca y después me devuelve una risa.

-Llevo días sin dormir. Tú tampoco estás para ir a una fiesta –bufa.

Me quedo en silencio y entonces la realidad me golpea de lleno de nuevo. Estoy aquí…

-Justin… -él nota mi cambio y entonces su expresión cambia con la mía.
-Eh, eh, Sweden –murmura- quiero que estés tranquila. Ahora voy a avisar a una enfermera.

Él se pone en pie e intenta avanzar hacia la puerta pero hago nuestro agarre más fuerte y se lo impido.

-Justin, ¿por qué estoy…

Y entonces todo vuelve a mi cabeza. Imágenes de nosotros, él llorando, yo sobre el suelo. Le veo en la calle y pongo la puerta de por medio, después veo lágrimas, muchas lágrimas. La llamada. Ahora ya lo recuerdo.
Y sé que él lo sabe.

-Sweden por favor –me pide- escúchame, todo está bien.
-Mi madre…

El hace una mueca de tristeza, lo que sirve para confirmar lo que ya sabía.

-Lo siento mucho, Swed.

Mis ojos comienzan de nuevo a llenarse de lágrimas y noto dolor en el pecho. Vuelvo a sentir la misma sensación y ahora recuerdo por qué tomé aquellas pastillas.

-Pero ahora yo estoy contigo –susurra pasando su dedo por mi mejilla y retirando las lágrimas- y no pienso dejarte sola.

Ambos nos miramos y sé que aunque duela… es cierto.


Pasadas unas horas consigo calmarme e intentar absorber toda la información y las emociones. Una enfermera me retira las vías para respirar pero me deja la aguja clavada en las venas. Siempre he odiado las agujas. No puedo soportar estar por más tiempo aquí encerrada. Han dicho que necesito descansar y que si todo va bien esta misma noche podré marcharme a casa. Justin me lo ha explicado todo y yo sigo sin tener palabras para agradecerle todo lo que ha hecho. Él mandó organizar todo el entierro de mi madre. La incineró y esperó a que yo despertara para mandar preparar el entierro para el día siguiente de mi salida del hospital. Si todo sale como esperamos mañana por la mañana le daré un último adiós a mi madre y entonces tendré que aceptar que todo esto es real.

-Justin…
-Oye, siento haberlo hecho sin tu permiso pero si no era así el entierro habría sido hace días y tu no podrías haber estado ahí –murmura.
-No –sonrío- a ella le habría gustado así. Yo solo… -intento encontrar las palabras, pero no quieren dignarse a salir- no sé como agradecerte todo lo que has hecho por mí.

El está acostado a un lado de la cama junto a mí, estamos frente a frente y noto el calor de su cuerpo chocar contra el mío.

-Sólo quédate conmigo –susurra.

Nuestras miradas se hacen ahora más intensas y él se acerca más a mi cara. Sé lo que busca, y yo también lo quiero. Demonios, no sé cómo pude haber pensado ni un momento en estar lejos de ti. Sus labios me buscan y yo siento el calor. Mojo los míos y cierro los ojos, noto su mano sobre mi cara y nuestras bocas se unen en una solo mientras sus dedos acarician mi mejilla y me siento más fuerte que nunca a pesar de que la vida quiera acabar conmigo, porque mientras le tenga todo sobra. Subo mi mano por su cuello y entonces hecho su cabeza hacia atrás haciendo que abra más la boca. Lo necesito. Él sonríe sobre mis labios captando la petición y ahora es quien me obliga a abrir la mía para entrar dentro. Nuestras lenguas se acarician y comienzan a darse de nuevo la bienvenida. Le he echado tanto de menos…

-Oye, ¿estás bien? –susurra una vez separados, todavía está muy cerca.
-Lo estaré.

Justin echa hacia atrás unos centímetros más para poder mirarme a los ojos y suspira.

-Realmente siento todo esto.
-Justin, nada de esto es culpa tuya –bufo- yo soy una idiota.
-Debería haber estado ahí –y ahora una mueca de dolor cruza su cara.
-No puedes estar en todos sitios a todas horas en cualquier momento –le digo buscando sus ojos- eres Justin Bieber, no Superman.

Él me mira y vuelve a hacer una mueca, esta vez de sonrisa.

-Tenía miedo de despertarme en ese sillón y que tu no estuvieras.
-Pero ahora estoy aquí. Supongo que es mejor no saber que instante será el último –sonrío- ¿Quién dice que no viviré para siempre?
-Una vida inmortal a tu lado –susurra, y mira al techo.
-Eres idiota –suelto una pequeña carcajada y él vuelve a mirarme en silencio- ¿Qué?
-Me gusta ser la razón de tu sonrisa.
-Solo estamos en este mundo por un tiempo limitado así que ¿por qué no disfrutarlo?

Él me mira y asiente.

-¿Significa eso que no vas a volver a echarme de tu casa?
-Te comportaste como un imbécil, estabas loco así que tuve que echarte –intento sonar divertida pero lo cierto es que ese tema aún me duele.
-No sabes cómo me sentí aquella noche –dice- siento haber perdido la cabeza.
-No importa –sonrío y junto nuestras manos.

Y él clava en mí sus ojos perforándome el alma.

-Tú eres mi vida.
-Nunca quise ser tu vida entera, solo tu parte favorita.
-Oh, créeme, lo eres.


Poco después la enfermera trae una bandeja con comida para mí y Justin baja a la cafetería a por un bocadillo. Yo tengo que comerme esta basura o no me dejarán salir hoy. Mientras miramos la tele al fondo su teléfono suena y veo que habla molesto con alguien, al colgar vuelve a sacar su sonrisa pero sé que algo va mal.

-¿Qué ocurre?
-No es nada –dice, y le da otro bocado.
-Ajam –murmuro y lo miro fijamente.
-No es… -él capta que finalmente tendrá que decírmelo así que se rinde- Scooter no deja de llamar.

Y entonces me doy cuenta de quién está a mi lado.

-Tú deberías estar en California.
-Yo solo debo estar aquí –dice convencido.
-Justin, tú tienes obligaciones.
-Primero tú –me señala- después el mundo –vuelve a fijar la vista en la televisión- y comete eso de una vez, frio estará aún peor.

Resignada se que ha dado el tema por zanjado, aunque aún tenemos mucho de lo que hablar.

-Justin…

Él me mira alzando una ceja.

-No es eso.
-¿Qué entonces?
-¿Cómo…

Dejo sin terminar la frase porque sé que lo ha entendido. Suspira pesadamente y busca valor para comenzar a hablar.

-Nunca llegué a irme –encoje los hombros- me quedé sentado en la puerta de tu casa.

No puedo evitar que una sonrisa asome por las comisuras de mis labios.

-¿Enserio?

Él asiente indiferente y entonces se pone serio.

-Pasaron las horas y tú seguías sola. Pensé que tu madre ya debería haber llegado y entonces escuché ruidos dentro. Solo necesitaba saber que estabas bien –murmura- llamé mil veces a la puerta pero nadie abría. Al principio supuse que no querrías hablar conmigo pero pasado el tiempo vi que no era normal y…
-Y tiraste la puerta abajo –río.

Él me mira medio divertido y medio irritado porque su comentario me haga gracia. Guarda silencio y asiente.

-Si.
-¿Tienes complejo de Hagrid?
-¿Qué? –dice desconcertado.
-Hagrid, el de Harry Potter –intento reprimir una carcajada pero acabo poniendo una cara ridícula sin poder evitarlo así que la suelto- a él le va eso de echar puertas abajo.
-Idiota –dice ahora, pero entonces sonríe.

Le doy un pequeño codazo y se retuerce de falso dolor.

-Oye, no te hagas la graciosa ¿vale? –Ahora parece molesto- yo tuve que hacerte vomitar –hace una mueca- ¿crees que fue agradable?

Y entonces me quedo congelada.

-¿Enserio?

Justin se da cuenta de mi cambio e intenta quitarle importancia.

-No lo decía…
-No, lo sé –susurro- es solo que…
-No te sientas mal –me pide.
-Yo solo quería dejar de sentir dolor –bajo la mirada hasta el suelo- no es fácil ver como pierdes lo que antes creías eterno.

Su agarre se hace más fuerte entre mis dedos y asiente.

-No importa cuántas veces caigas si en todas te levantas –mustia.
-No es una excusa.
-Lo sé –murmura, y noto como sus ojos se rompen, está reprimiendo las lágrimas- morí de mil formas diferentes cuando te vi ahí tirada Sweden. No puedes imaginar…
-Shh –pongo un dedo sobre sus labios y levanto su cabeza.
-Dejemos todo esto ¿vale? Solo quiero estar contigo.
-Es lo único que necesito –responde.

Y así sus ojos vuelven a recuperar poco a poco su color miel y sus labios acortan distancias para encontrar de nuevo los míos, esta vez de una forma más intensa y desesperada.
Nuestra droga.
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domingo, 14 de julio de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 26}.

Empiezo a verlo todo aun más oscuro y de repente el bote cae de mis manos y todas las pequeñas pastillas color azul caen por el suelo haciendo un gracioso ruido. Se esparcen y quedan ahí, quiero alcanzar más porque me gusta esta sensación pero ya no puedo moverme. Noto mi lengua hincharse y comienzo a tener mucho frío. Caigo de lado y me golpeo la cabeza contra el suelo, y me quedo ahí, inmóvil, viendo todo volverse cada vez más oscuro y entonces dejo de pensar. Dejo de escuchar el silencio y de repente el resplandor de la televisión sobre la puerta me deja ver un movimiento. Ésta se abre y siento que estoy teniendo una alucinación. Bendita alucinación la que me deja verle por última vez antes de abandonar esa jodida locura. Es él, Justin atraviesa la puerta y puedo verlo. Tan perfecto, tan sereno, tan… sonriente. Siempre te amaré Justin, más allá de esta mierda que llamamos vida, te amo y lo haré siempre. 
Y entonces todo se queda oscuro y yo desaparezco.



# Justin.

Siempre he sido de esa clase de personas a las que les cuesta decir adiós. No soy de despedidas, en realidad nunca lo he sido y me cuesta la vida intentarlo.

Soy de esos que en vez de levantar la cabeza e ir a abrazar a quien tiene que irse se esconde en su habitación bajo la cama maldiciéndose por tener que alejarse de quien le dio las sonrisas. No puedo soportar la idea de ver por última vez a una persona que significó la vida para mí y saber que no voy a volver a verla, que será nuestro último abrazo, nuestra última mirada, nuestra última vez para todo aquello que antes era algo a lo que estábamos acostumbrados y ya formaba parte de nosotros. ¿Cómo se supone que tienes que reaccionar cuando te das cuenta de que jamás podrás volver a darle los buenos días? Nunca más vas a poder tenerla a tu lado, no volverás a verla reír, no volveréis a estar juntos porque tuvo que irse y no te llevó con ella. Sabes que es un último adiós y a pesar de ello debes ser fuerte e ir a desearle un buen comienzo en cualquier otra vida, pero no puedes. No puedes aceptar que te ha dejado y ahora estas solo.

Es algo para lo que no he nacido. Creo que jamás podré llegar a estar preparado para algo así. Decir adiós a una persona que amas es una de las pesadillas más grandes y duras a la que te puedes enfrentar, de esas que te hacen despertar gritando mientras lloras por las noches, de las que te hacen querer salir corriendo y notas el sudor bajar por tu frente, de esas que te quitan la respiración y sientes que te ahogas, que mueres. Aquellas que te arrastran hasta el borde de tu cama y rezas para que nada sea verdad y al amanecer todo vuelva a estar como antes. Despedirte de una persona a la que estas acostumbrado a ver cada día y con la que compartes tu vida es algo para lo que nadie está preparado.

Desde pequeño he sido firme defensor del “nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes” y con el tiempo he demostrado estar en lo cierto. Crees que lo tienes todo y aun así no estás satisfecho. Crees que puedes tener más y más y ser aun más feliz sin darte cuenta de que todo lo que necesitas para serlo está a tu lado pero tú aun no te has dado cuenta. No apreciamos las cosas que tenemos hasta que han desaparecido y entonces tenemos esa sensación de no poder seguir viviendo que nos come por dentro hasta el punto en el que llegamos a perder la cabeza y nos aislamos de todo y de todos. Cuando esa persona se va te quedas vacío y entonces piensas en todas esas peleas y las malas palabras, en los malos ratos y la miradas de rencor que habíais compartido a pesar de que lo único que queríais era tenerla entre tus brazos y susurrarle que no importa, que todo daba igual si la tenías cerca y estabais juntos, que nada tiene sentido si no puedes ver su sonrisa porque eso es lo que te hace seguir despierto, pero ya no puedes hacerlo porque la has perdido. Se va y sientes que se lleva tu corazón con ella porque notas un vacío enorme en el pecho que nadie puede volver a llenar. ¿Y qué? ¿Qué pasa?  ¿Qué ocurre cuando te arrebatan lo que más quieres y sientes que todo está perdido?  Tan solo tienes una salida.


El móvil no deja de sonar una y otra vez taladrándome la cabeza. Lleva horas sonando a pesar de que no he contestado una sola llamada. Estoy tirado en el suelo frío de una habitación en un asqueroso hotel. Todo está oscuro y en silencio, y estoy solo, estoy demasiado solo. Llevo dos días encerrado aquí hablando conmigo mismo y ya no sé ni siquiera si lo que escucho es real o no. A veces me parece escuchar su risa, veo a Sweden traspasando la puerta y corre a abrazarme pero entonces me levanto para buscarla y todo vuelve a estar oscuro. Siento el estómago vacío y tengo angustia pero no quiero ir a buscar comida. Aún estoy esperando despertarme y ver que todo esto ha sido un mal sueño, aún no puedo creer lo que está pasando. Yo no quiero creerlo.

El móvil vuelve a sonar y pierdo los nervios. Me levanto y me acerco hasta el, lo cojo y me dispongo a estamparlo en el suelo pero entonces me doy cuenta de que necesito acabar con todo esto. Es hora de volver a la realidad aunque ello acabe conmigo.

Descuelgo acabando con el ruido y me lo llevo al oído.

-Si –susurro.
-¿Justin? –Dice impaciente la voz al otro lado, pasan unos minutos y el silencio sigue ahí- Justin contesta –su voz se hace más urgente.
-Scooter –murmuro sin más.
-Dios santo Justin ¿Dónde te has metido? Llevo llamándote horas –entonces hace una pausa y coge aire- ¿estas… bien?
-Sigo aquí ¿no? –digo molesto.
-Eh, se que todo esto es una locura… pero necesito saber que vas a hacer.
-No sé lo que voy a hacer Scooter –mascullo- no sé nada.
-He hablado con la prensa y he pospuesto todas las entrevistas y actuaciones hasta dentro de una semana. Es todo lo que tienes.
-Una semana –susurro.
-Recuerda quien eres –insiste.
-Ahora mismo no soy nadie –digo perdiendo la voz, y un pinchazo golpea mi pecho haciendo que me doble hacia delante.

He llegado a un punto de no retorno. Estoy una vez más al límite y todo esto me está hundiendo. Puedo quedarme aquí encerrado para siempre pero eso no va a hacer que las cosas se solucionen. Necesito hacer algo, necesito… ayudar.

-Justin, lo siento, pero…
-¿Hiciste lo que te dije? –pregunto entonces. Estoy decidido.
-Sí.
-Quiero que llames y les des mi número. Yo voy a organizarlo todo.
-¿Qué?
-Ya me has oído –la angustia vuelve una vez más.
-No creo que eso sea bueno, Justin.
-Quiero hacer algo joder, me estoy pudriendo aquí dentro. Te pedí que lo organizaras porque no podía hablar con nadie pero ahora quiero hacerlo.
-Yo…
-Dales el maldito número de teléfono Scooter –alzo la voz.

El silencio se hace al otro lado y sé que está pensándolo seriamente. No quiere hacerlo, pero esto es algo que me afecta a mí y no a él. Es mi obligación, es… mi vida.

-Como quieras –murmura.
-Diles que me llamen –bufo, y acto seguido cuelgo el teléfono.

Lo tiro sobre la mesa mientras siento de nuevo mi estómago retorcerse. Dos días sin comer, creo que necesito arreglar eso. Me arrastro hasta la nevera y busco algo que poder llevarme a la boca. Antes de poder acabar el móvil comienza a sonar de nuevo y entonces sé que Scooter me ha hecho caso. Tomo aire y me armo del poco valor que me queda para enfrentarme a él, tengo que hacerlo… por ella.


El resto del día pasa y yo estoy pegado al teléfono. Doy instrucciones de un lado al otro de la habitación mientras intento apretar la mandíbula en cada respuesta corta para evitar pensar en por qué estoy haciendo esto. A media tarde tengo que salir para solucionar varios puntos de toda esta historia y ya es de noche cuando llego de nuevo al hotel y me hundo en el sillón. Estoy jodidamente cansado. Cierro los ojos lo que yo siento como un momento y de nuevo el móvil vuelve a hacerme saltar del sillón en el que había conseguido quedarme dormido. Ha pasado una hora, he dormido una hora desde hacía dos días. Irritado me lo llevo a la oreja sin ni siquiera mirar la pantalla y contesto.

-Bieber –espeto.
-Cariño –me llama una voz dulce al otro lado.
-Mamá –susurro, y entonces mi alma se congela.
-Scooter me lo ha contado –dice- ¿Cómo estás?

Vuelvo a tomar aire e intento no romperme en pedazos.

-Bueno, digamos que estoy teniendo uno de esos días en los que mi dedo medio responde a todas las preguntas –murmuro.
-¿Cuándo vas a volver?
-No… no lo sé mamá –suspiro.
-Lo siento mucho cariño –su voz suena ahora triste y entonces yo me derrumbo.

Una lágrima consigue asomar por mis ojos y hago una mueca.

-¿Por qué tiene que pasarme todo esto a mi? –y ahora mi voz suena como la de diez años atrás cuando un juguete se rompía y yo iba llorando hacia mi madre.
-A veces le pasan cosas malas a las buenas personas cariño, no es culpa tuya –intenta calmarme.
-No puedo más con esto, es demasiado.
-Justin, cielo –la noto sonreír amarga al otro lado- levanta la cabeza, todo va a estar mejor pero no podrás verlo si vas mirando al suelo.

El silencio se hace durante varios minutos y entonces consigo tranquilizarme un poco.

-Supongo que… tengo que seguir adelante.
-Debes hacerlo.
-Es difícil.
-Lo sé –susurra- pero tú siempre fuiste el más fuerte de todos.

Una leve sonrisa asoma por mis labios y después se desvanece.

-Estoy organizando el entierro –digo, y mi voz se parte.

Mi madre se queda inmóvil al otro lado y yo noto un escalofrío.

-Creía que Scooter…
-Si –la corto- yo se lo pedí pero ahora quiero hacerlo, creo que se lo debo.
-Justin… no creo que…
-Tengo que dejarte mamá, necesito dormir un poco –murmuro, no quiero seguir con esta conversación.
-Te llamaré mañana –suspira pesada- te quiero, Justin.
-Yo también te quiero mamá –otra lagrima se escapa y yo dejo caer el teléfono para quedarme inmóvil viendo como la noche se echa sobre mi hasta que me absorbe.


Por la mañana la luz que atraviesa la ventana me quema la cara e intento retorcerme en mi cama para darle la espalda, pero al hacerlo caigo al suelo y como acto reflejo estiro las manos para amortiguar la caída que me da de lleno contra la alfombra. No estoy en mi cama, sino en este maldito hotel. Solo, una vez más.
Abro los ojos y el sol vuelve a cegarme dilatando mis pupilas. Hace calor y estoy agobiado, noto los ojos hinchados y tengo la boca seca. Me levanto quejándome porque noto la espalda partida en mil pedazos y me arrastro hasta el baño. Al mirarme al espejo veo la expresión cansada y abatida de mi cara y las ojeras que cada vez se hacen más grandes. Tengo los labios secos y los ojos oscuros.  Me acerco más y me quedo inmóvil intentando ver a través de ellos, intento encontrar algo, observo como si así pudiera atravesar el espejo y entrar directamente en mi alma pero solo veo dos grandes agujeros negros, no hay nada. Sigo tan vacío como lo estaba antes.

Abro el grifo y me hecho dos grandes palmadas de agua sobre la cara. Me cepillo los dientes y tras esto me quito la ropa y entro en la ducha abriendo el grifo y estremeciéndome cuando el agua fría cae como cuchillas sobre mis hombros. Me quedo quieto a pesar de ello y en unos minutos acabo acostumbrándome. Echo la cabeza hacia atrás dejando que el agua caiga directamente sobre mi cara y ahí, sumergido y aislado comienzo a pensar en ella una vez más. Te necesito a mi lado para seguir viviendo, maldita sea.

Al salir enrollo una toalla sobre mi cintura y me paso los dedos por el pelo tras secarlo un poco. Agarro una camiseta y unos pantalones y me meto en los zapatos. Hoy necesito salir de aquí, necesito ir a verla. Si esto es mi última despedida que así sea entonces, pero tengo que estar cerca de ella una vez más. Acabo de romper todos mis esquemas y el caso es que me importa una mierda. He roto todo lo que podía romper y ya ni siquiera sé quién soy.

Cojo las llaves que me dieron en recepción y meto el móvil y la cartera en la parte de atrás de mi bolsillo. Chaqueta oscura, capucha, gorra y gafas de sol. A pesar de todo sigo aquí y ellos ahí fuera no notarán el cambio.

Salgo a la calle y camino rápido intentando pasar desapercibido, es curioso cómo la gente sigue andando y hace su vida normal. Las mujeres van de compras, los hombres pasan en sus coches para dirigirse al trabajo, los perros pasean y los niños juegan a la pelota. Creemos que cuando morimos todo a nuestro alrededor se para pero no es cierto, nada se detiene. Todo sigue igual y eso nos hace ser insignificantes piezas en todo este juego que es la vida. A veces nos toca caer y otras seguir avanzando a pesar de que otros se te echen encima e intenten derrumbarte. Pelear con uñas y dientes para demostrar que eres digno de ser recordado.

Cruzo la calle y me meto en una cafetería, cruzo el establecimiento hasta encontrar una mesa al fondo y suspiro al ver que no hay demasiada gente aún. La camarera se acerca poco después y me mira cautelosa al ver que no me he deshecho de las gafas y la gorra. Me saco la capucha e intento parecer natural.

-Un café con leche por favor –murmuro mirando el periódico que hay sobre la mesa.

La chica me observa con demasiada atención y tras ver que no le devuelvo la mirada se aleja despacio hasta desaparecer tras la barra. Sigo pasando la vista por las páginas hasta que unos minutos después vuelve a encontrarse a mi lado y deja el café y unas tostadas sobre la mesa.

-Aquí tiene –su mirada se clava en mi nuca.
-No pedí tostadas.
-Invita la casa –sonríe.

Yo asiento y doblo el periódico para darle vueltas a mi café.

-Tú eres…
-No –me giro de repente hacia ella- no lo soy.

La chica guarda silencio y unos minutos después vuelve a retirarse. Traspasa el mostrador y comienza a servir a dos hombres que han entrado hablando de sus planes para el fin de semana, no sin quitarme la vista de encima.

Me recuesto sobre la silla y me llevo una tostada a la boca. La verdad es que está buena, no viene mal después de que lo más sustentoso que haya comido en tres días hayan sido dos rebanadas de pan con queso. Tomo un sorbo de café intentando fijar la mente en otra cosa que no sean aquellas imágenes que llenan mi cabeza y me gritan a cada momento y entonces encuentro una pantalla al final de la sala. Dejo ahí la vista sin prestar mucha atención hasta que algo hace saltar mis alarmas e intento escuchar. Mi imagen sale a un lado mientras que en el otro una mujer hace gestos desaprobadores. Consigo escuchar algo con dificultad y me pongo nervioso.

“La estrella del pop Justin Bieber nos deja una vez más con las manos atadas después de que su manager Scooter Braun diera una rueda de prensa excusando al artista por no poder asistir a las futuras entrevistas de la semana. ¿Dónde está Justin Bieber y… por qué ha desaparecido de nuevo?”

Me retuerzo una vez más sobre la silla y giro la cabeza para encontrarme con la camarera, que también ha escuchado la televisión.

-Será mejor que me vaya de aquí –susurro para mi interior.

Me levanto y dejo un billete de veinte sobre la mesa. Vuelvo a ponerme la capucha y me echo a la calle una vez más. Sweden me enseñó varios caminos que recorren el pueblo que están prácticamente escondidos y pueden rodear todas las plazas sin ser visto.

Diablos, como extraño aquellos días en los que lo que más nos preocupaba era que pudieran vernos juntos mientras que ahora daría la vida para poder pasearla de la mano delante de toda esta maldita gente. Es curioso como pasamos la vida intentando guardar lo que más queremos y cuando nos quedamos sin ello mataríamos por poder enseñárselo a todos. La echo tanto de menos…

Necesito verla en este momento, y yo sé donde está.

Me adentro en un callejón y comienzo a andar deprisa. Recuerdo esto, aquí fue donde me escondí aquel día. El día en el que aquel maldito hijo de puta nos jodió la existencia, pero también el día en el que me sentí más cerca de ella. Congelaría el tiempo en aquel césped si pudiera. Juro que lo haría en este mismo instante.
Salgo a otra calle y vuelvo a pasar otras tres más. Al pasar por delante de una plaza un grupo de chicas se quedan mirándome en silencio y me pongo nervioso. Ahora no. Ellas ríen y me señalan. Una comienza a caminar hacia mí pero la otra la coge del brazo haciéndole señales para que deje de hacer el tonto. “No es él, idiota” le dice. Y yo sigo caminando.

Diez minutos más tarde entro en un edificio con aspecto enfermo. Todo está triste y tampoco hay mucha gente. Supongo que eso es bueno. Me acerco a un triste mostrador y hablo con una mujer que parece no estar teniendo un buen día. Ya somos dos.

Mientras intento hablar con ella mi móvil comienza a sonar y tras saber lo que necesito me meto en uno de los pasillos grises y fríos y comienzo a buscar. Lo saco del bolsillo y contesto.

-Bieber –murmuro.
-Señor, soy Steve, Scooter dijo que le llamáramos.

Cruzo otro de los pasillos y subo unas escaleras. Este sitio realmente es grande a pesar de estar en un pueblo de pocos habitantes.

-Si –respondo mientras lucho por mantener la respiración al subir los últimos escalones.
-Somos del servicio de lápidas fúnebres señor.

Y de repente me quedo congelado y mis piernas dejan de responder. Me paro en seco y tomo una larga respiración antes de seguir caminando, esta vez más despacio.

-Si…
-Necesitamos saber qué nombre quiere que ocupe la lápida.

Vuelvo a sentir un malestar en el pecho que hace que me cueste respirar, como si mis pulmones quisieran salir corriendo. Aprieto la mandíbula y sigo caminando hasta ver al final del pasillo lo que buscaba.

-¿Señor? –repite el hombre al otro lado.
-Si, si, un momento –espeto.

Recorro el último pasillo y la piel de mi cuello se eriza de repente. Las manos comienzan a temblarme y siento que se me va la vida cuando acabo de acortar los últimos metros. Me encuentro plantado delante de una puerta de color negro y lucho por intentar mantener la calma y sacar valor para cruzar la puerta. Y entonces lo hago.

-El nombre que debe constar en la lápida es Anne Marie Hamilton.

Exhalo un largo e intenso suspiro haciendo que todo mi cuerpo recoja aire y giro el pomo de la puerta para encontrarme de lleno con ella. Traspaso la puerta y entonces la veo, Sweden. Mi Sweden. A pesar de estar llena de cables y conectada a una máquina sobre esa cama sigue siendo igual de preciosa. 
Sigue estando aquí.

Sigue siendo mía. 
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viernes, 12 de julio de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 25}.

Ahora te has ido y siento un agujero enorme en el pecho, justo en el lugar en el que antes estaba mi corazón. Y sé por qué, sé que es porque tú te lo llevaste y ahora estoy vacía. Maldito Justin, te odio. Odio el mundo y me odio a mí. Odio ese momento en el que te acostumbras a hablar con alguien cada día y se convierte en algo imprescindible en tu vida. Lo necesitas para respirar hasta el punto en el que cuando esa persona se va todo pierde sentido y nada importa. Me has roto, y esto me está matando.

De repente algo aleja mis pensamientos y me hace volver a la realidad. El teléfono suena y me llevo las manos a los oídos instintivamente. Llevo horas llorando y no puedo soportar ese maldito ruido. Lo cojo y me lo llevo a la oreja solo para que deje de sonar. No quiero hablar con nadie, tal vez sea él.
Pero no lo es.

-¿Casa Hamilton? –dice una voz desconocida al otro lado del teléfono.

Y entonces mis alarmas se disparan.

-¿Quién es?
-¿Con quién estoy hablando? –dice la voz masculina. Parece muy serio.
-Soy Sweden, Sweden Hamilton ¿Qué ocurre?
-Hemos estado buscando durante horas a todos sus familiares pero no encontramos a nadie, ¿Dónde puedo encontrar al señor Hamilton?

Un escalofrío recorre mi columna y me dan ganas de vomitar.

-El… el señor Hamilton no vive aquí –susurro- él no es de esta familia.
-¿Tiene abuelos, tíos, primos? –me exige.
-¿Qué ha pasado? –me asusto ahora.
-Respóndame señorita.
-¿Qué…
-Por favor.
-Quiero saber que ha pasado –de repente algo hace click dentro de mi cabeza- ¿Dónde está mi madre?
-Señorita Sweden…
-¡Dímelo! –grito incorporándome.
-Intentamos encontrar a alguien familiar pero no conseguimos contactar con nadie señorita –el hombre parece estar pensando que decir.
-Dígame que coño está pasando ahora mismo.
-Anne Hamilton… tuvo un accidente –murmura.

Un…
Un… accidente…

La respiración se me corta y la sangre se drena por completo de mi cara. Mis ojos se abren como platos y noto que mis manos tiemblan a espasmos. Un accidente. Mierda, mamá, debería haberlo sabido antes. Debería haber llamado cuando supe que no habías vuelto. Mama…

-¿Señorita? –Se inquieta el hombre al otro lado- ¿Sweden? ¿Está ahí?
-¿Dónde está? –susurro, casi no puede escucharme por lo que se queda en silencio.
-¿Cómo dice?
-Que donde está –intento alzar la voz, pero no tengo.

Un silencio frío y ausente se hace al otro lado de la linea. El hombre respira varias veces y siento tensión en ambos lados del teléfono. 

-Sweden… -suspira él- Anne Hamilton ha muerto.

Y entonces el mundo vuelve a caerse sobre mí, esta vez chafándome contra lo más profundo y haciéndome atravesar el mismísimo infierno para dejarme ahí quemándome viva. El teléfono cae de mis manos y choca contra el suelo. Me quedo inmóvil durante un segundo y no quiero creerlo. Mi madre no puede haber muerto, ella está bien, ella va a volver a dormir porque tenemos que ir de compras el sábado. Ella me lo prometió y mi madre siempre cumple lo que promete. Ella es lo único que me queda en esta vida y no va a irse porque sabe que no puede hacerlo. Ella va a quedarse conmigo porque no puede dejarme sola. Ella no puede…

Noto una punzada en el corazón y caigo de lado contra el suelo. Quedo una vez más como antes había estado pero esta vez no sé qué pensar, no sé qué hacer, no sé cómo reaccionar. Cojo una gran bocanada de aire pasados unos segundos porque se me había olvidado respirar. Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y cojo rápidamente el teléfono. Esto tiene que ser un error. Mi madre no puede irse a ninguna parte. Yo… yo la necesito.

-¿Oiga? –El hombre ahora está gritando- ¡¿oiga?! ¿Hay alguien? ¡¿Hola?!

Intento calmarme porque estoy segura de que se ha equivocado y contesto.

-Creo que ha habido un error –murmuro.
-¿Es usted Sweden Jane Hamilton?
-S-Si…
-En la base de datos consta como hija de Anne Marie Hamilton y Patrick Jack Hamilton. ¿Es así?

Una punzada recorre mi pecho.

-Sí.
-Escúcheme con atención –el hombre inspira y se arma de valor- ¿tiene usted algún familiar con el que quedarse?
-Mi madre no ha muerto, se ha equivocado.
-Sweden –suspira- sé que esto es difícil pero ahora necesito saber quién va a quedarse contigo. ¿Cuántos años tienes?
-Tengo diecisiete años pero mi madre no ha muerto, ella está…

De repente una pequeña esperanza nace dentro de mí y suelto el teléfono para salir corriendo escaleras arriba. Cruzo el pasillo lo más rápido que puedo, me tropiezo y caigo pero vuelvo a levantarme deprisa e irrumpo en la habitación de mi madre para verla ahí acostada, como ella suele estar. La veo acostada en su lado derecho, tapada con sus sábanas blancas de flores. Ella siempre duerme boca abajo porque desde que mi padre se fue así se siente más protegida, ella tiene muchas almohadas en el lado donde papá dormía porque así no se siente sola. La cama tiene esas sábanas y la ventana está abierta porque hace calor. 
Todo está igual que siempre.
Todo.
Excepto que ella no está ahí.

Caigo de rodillas al suelo y me llevo las manos a la cabeza. Me niego a pensar que ella se ha ido. No puede haberse ido, ella me lo prometió. Dijo que siempre estaría a mi lado. No puede hacerlo. No puede irse. Es mi madre, ella es la única persona que me queda en esta vida y no puede alejarse también de mí, porque si ella se va… yo me voy con ella.

Bajo al salón de nuevo y cojo el teléfono para dejarlo de nuevo en su sitio pero escucho la voz aún al otro lado del hombre. Aún sigue ahí. Aun más hecha pedazos vuelvo a llevarlo a mi oído y simplemente escucho.

-¿Está ahí? –dice.

Yo asiento aunque sé que no puede verme, pero supongo que escucha mis sollozos ahogados por lo que sigue hablando.

-¿Tiene familia cerca de usted?
-No –susurro.
-¿Abuelos?
-Todos han muerto.
-¿Tíos?
-No.
-¿Donde reside su padre?
-Mi padre nos abandonó hace años –trago saliva- el vive en otro país pero tampoco… tampoco iba a volver.
-¿Amigos?

Y entonces se me viene a la cabeza el único amigo y compañero que siempre había estado para mí y que ahora tampoco se encuentra cerca. Justin.

-No…
-¿Me está diciendo que no tiene a nadie con quien quedarse? –dice triste el hombre.

Las lágrimas siguen cayendo fuerte por mi cara y de pronto me pregunto cómo es posible que sigan saliendo después de horas. Definitivamente hoy no es mi día.
Y entonces reacciono.

-¿Qué ha pasado?

El hombre parece verse aliviado al escuchar mi voz.

-Un accidente de coche en la autopista A31. Ella iba sola.

No…

-Pero eso no es posible –repito.
-¿Está sola en este momento?
-Yo…
-¿Se encuentra sola?

Esto tiene que ser alguna especie de broma.

-¿Quién es usted?
-Soy el agente Matthew Jonson, de la comisaría centro.
-Usted ha tenido que equivocarse.
-Oiga, escúcheme –me pide- he revisado su ficha de datos con el DNI que encontramos tras el… accidente. Anne Hamilton lo tenía en el bolso. En él me consta que este es su número de teléfono y  que usted es hija única, se llama Sweden Jane Hamilton, tiene usted 17 años y es 0+ en su grupo sanguíneo. Estudió usted en la escuela superior de State crosh pero acabó un año antes pues la adelantaron un curso ¿es cierto esto?

Cojo aire.

-Si…
-Sus padres están divorciados, sus abuelos Jack y Stephany, Bryan y Tracy. ¿Cierto?
-Es… cierto…
-Señorita Hamilton estoy cien por cien seguro de que estoy hablando con la persona indicada. Siento mucho su pérdida pero mi trabajo ahora es saber con quién va a quedarse.
-Ya le he dicho que yo no tengo familia –mi voz se rompe y necesito unos minutos para recuperarla- mi madre… mi madre es la única persona que está conmigo y por eso no puede haber muerto.
-Lo siento, pero si no tiene familia tendrá que entrar en un orfanato hasta que cumpla la mayoría de edad.

Miro mis zapatos que están mojados por las lágrimas y las manos siguen temblándome hasta el punto en el que me duelen y las siento moradas por la presión que estoy ejerciendo sobre mis puños. Esto no puede estar pasándome a mí. Todo esto parece una de esas pesadillas que acaban con la salud mental de las personas, debo haberme vuelto loca por completo.

-Señ… -estampo el teléfono contra la mesa y sé que he colgado.

Me dejo caer en el suelo y me apalanco contra el sofá. Miro al techo y las jodidas lágrimas siguen empapando mi cara a pesar de que ni siquiera tengo tanto líquido en el cuerpo. Me miro los puños y acto seguido los golpeo repetidas veces contra el suelo hasta que me quedo sin fuerzas y comienzo a ver sangre. Definitivamente este no es mi día, ni mi semana… ni mi mes… ni siquiera mi año. Esta no es mi vida.

Entierro la cabeza entre mis rodillas y comienzo a ahogar mis gritos contra las manos. Si lo que ese hombre dice es cierto he perdido a la única persona que me quedaba en esta vida, he perdido a lo más importante. Mi madre, la mujer que siempre ha estado ahí para mí y la que me dio la vida. Ella me vio nacer y ahora yo tengo que verla morir. Pero no puede ser, no es justo, es imposible que se vaya porque me prometió ir el sábado de compras. No puede romper una promesa. Si se va yo me quedo sola y no voy a ir a un jodido orfanato. Perdí a mis abuelos, mi padre decidió desaparecer por su cuenta y antes de marcharse dijo “haced como si yo hubiera muerto hoy” por lo que en realidad no tengo padre ya que no lo he visto en años, ni siquiera sé si sigue vivo. No tengo tíos y siempre he sido una jodida idiota solitaria. No tengo amigos porque no he querido tenerlos, o tal vez simplemente porque soy lo que nadie está buscando. Nunca me había incomodado estar sola, pero ahora… ahora lo estoy demasiado.

La cabeza vuelve a darme un fuerte pinchazo y creo que en ese momento voy a ver mi cerebro sobre el suelo. Agarro el bote de pastillas y me echo otras dos a la boca. No he comido prácticamente nada en todo el día y ya he tomado dos pero realmente me importa una mierda. Solo quiero callar este maldito dolor de cabeza y mis pensamientos con él. Miro el bote fijamente y lo mezclo con mis pensamientos. Uno pasa por mi mente y la cruza varias veces seguidas haciéndome sonreír como una imbécil. Una vez leí que una de las mejores muertes es quedarte dormido y no volver a despertar. Mueres soñando, mueres sin darte cuenta y eso es muy dulce. Me gustaría morir así ¿no creen? Es una buena manera. Miro alrededor de la habitación y noto que todo está negro, no hay luz, ni ruido, no hay presencias. Me quedo mirando un punto fijo al final de la escalera y me parece ver a mi madre, pero eso no puede ser… porque ella está muerta.

Así será mi vida de aquí en adelante. Estaré sola. Todo estará oscuro y yo siempre tirada en un rincón sin poder hablar con nadie que no sea conmigo misma, porque además de todo esto he echado de mi lado a la única persona que alguna vez pudo preocuparse por mí, y ahora no soy nadie.

-Podría morir en este momento y nadie se daría cuenta –susurro.

Es extraño como nadie piensa en ti cuando estás viva, nadie se preocupa por cómo te sientes o si estás bien o mal. Nadie se fija en ti… hasta que mueres. Entonces todos piensan “oh, era una buena chica” y pasas a estar en boca de todos durante unos días. Van a tu funeral, sueltan unas cuantas lágrimas y después te olvidan. Te pudres ahí dentro y dejas de ser nadie porque nunca llegaste a serlo. Simplemente desapareces.
Un cosquilleo comienza a bailarme en el pecho y noto como mis manos se duermen. Vaya, esto se siente bien. Miro mis manos que han dejado de temblar pero siguen teniendo un color azul pálido. En ellas tengo el bote de pastillas que misteriosamente me llama. Noto que he dejado de llorar, no sé si porque mis anteriores pensamientos me gustaron o porque no me quedan lágrimas para hacerlo. En cualquier caso hago una mueca y me llevo otro par de pastillas al fondo de mi garganta. A la mierda con todo.

He dejado de ser fuerte.

El cosquilleo se hace más intenso y dejo de notar las manos. Los pies empiezan ahora a bailarme y noto que me pesan mucho los ojos. Mis ideas comienzan a alejarse y eso me gusta así que como si fueran caramelos introduzco otras dos. Ya son ocho y lo extraño es que me siento bien. Empiezo a verlo todo aun más oscuro y de repente el bote cae de mis manos y todas las pequeñas pastillas color azul caen por el suelo haciendo un gracioso ruido. Se esparcen y quedan ahí, quiero alcanzar más porque me gusta esta sensación pero ya no puedo moverme. Noto mi lengua hincharse y comienzo a tener mucho frío. Caigo de lado y me golpeo la cabeza contra el suelo, y me quedo ahí, inmóvil, viendo todo volverse cada vez más oscuro y entonces dejo de pensar. Dejo de escuchar el silencio y de repente el resplandor de la televisión sobre la puerta me deja ver un movimiento. Ésta se abre y siento que estoy teniendo una alucinación. 
Bendita alucinación la que me deja verle por última vez antes de abandonar esa jodida locura. 
Es él, Justin atraviesa la puerta y puedo verlo. Tan perfecto, tan sereno, tan… sonriente. 
Siempre te amaré Justin, más allá de esta mierda que llamamos vida, te amo y lo haré siempre.

Y entonces todo se queda oscuro y yo desaparezco.

Continuará...
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miércoles, 10 de julio de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 24}.

Me levanto y cojo una toalla de la segunda estantería dentro del armario. Me dirijo al baño y antes de cerrar la puerta me vuelvo para ver sus ojos, que me han seguido todo el camino.

-¿Vas a irte?
-Solo unos minutos –murmuro- y creo que a ti tampoco te vendría mal una ducha de agua fría.

El me mira sin entender mi comentario y yo río para mis adentros. Señalo sus pantalones con mi dedo índice y el sigue el trayecto con su mirada. Sus ojos se quedan fijos en su entrepierna y entonces sonríe.

-Exacto –bufo, y cierro la puerta detrás de mí.

Sin poder creer todavía todo lo que ha pasado e intentando alejar lo más posible los recuerdos malos del día de hoy me quedo con lo ocurrido hace unos minutos y entro en la ducha dejando caer el agua directamente sobre mis hombros. Me estremezco al notar que está fría pero no me muevo. Diez minutos después me enrollo en una toalla y salgo de nuevo a la habitación. Él está tirado sobre la cama mirando fijamente el techo.

Su expresión no me gusta.

Agarro un conjunto de ropa interior del cajón, unos shorts y una camisa. Entro al baño y me visto rápido sin ni siquiera peinarme. Salgo esperando encontrarme a un Justin feliz de nuevo como ahora lo estaba yo, pero su cara es la misma de antes. Me acerco a la cama y me siento a su lado.

-¿Qué pasa ahora? –murmuro, pero él no me mira.

Pasan unos minutos y no hay respuesta.

-Justin, no empieces esa mierda otra vez.
-¿Esa mierda? –gira su cabeza hacia mí, sus ojos no son los de esta tarde pero tampoco los de hace un rato. 

Lo he vuelto a perder.

-Por favor.
-Te quise más de lo que debía y ahora ya no sé lo que realmente somos ni lo que hacemos –murmura- me pongo a pensar en todo y me siento perdido.

Y de nuevo un giro de 180 grados. ¿Jamás podremos estar bien por más de dos horas seguidas? Esto es demasiado frustrante.

-Perdido –repito la última palabra sin querer escucharlo por más tiempo. Estoy cansada de toda esta situación. Solo quiero girar las agujas hasta hace veinte minutos atrás y olvidar todo lo que ha pasado.
-¿Sabes? –Busca mi mano a ciegas sobre la sábana- no hay peor guerra que la de la cabeza contra el corazón.

La respiración se me para de repente.

-¿Y qué dice tu cabeza?
-Mi cabeza –suspira- dice que me olvide de ti y deje de intentar estar juntos cuando claramente somos demasiado diferentes –y de nuevo siento como mi alma se rompe- pero mi corazón grita que si lo hago no podré seguir viviendo.
-Tienes dos opciones –me levanto zafándome de su agarre, estoy harta de verdad- Te rindes o luchas por lo que quieres.

El vuelve a mirarme.

-Si fuera tan sencillo como eso te cogería ahora mismo en brazos y te llevaría a donde nadie pudiera encontrarnos, pero tu pareces ver solo el lado bonito de las cosas.
-¿Y tú que ves? –espeto. Estoy cabreada. Me cansé.
-Yo –ríe amargo- yo veo a una jodida superestrella con las cámaras a cada momento pegadas a su trasero, veo a un chico demasiado complicado que se ha enamorado de una chica… normal.
-Te arrepientes –murmuro, notando la sangre bombear bajo mi piel.
-¿Si me arrepiento? –Ahora suena sarcástico- podría tener a cualquier jodida chica en mi cama pero sin embargo me enamoré de ti.

Una punzada en mi pecho.

-Sé claro de una vez ¿quieres? –Clavo la mirada en el suelo de madera bajo mis pies- me estás haciendo mierda con tus trastornos de personalidad.
-¡He cogido un avión para sorprenderte porque no podía seguir un jodido día más sin verte y cuando llego te veo con otro –voy a hablar pero él me lo impide continuando atropellado. Las palabras salen de su boca arrebatadas y sé que no está pensando lo que dice- si, si, ya sé que tu no querías y que era por el bien de los dos –suspira pesado- pero no te haces una idea de lo jodido que he estado las últimas semanas por toda esta locura. He estado a punto de mandarlo todo a la mierda ¿y qué pasa entonces? Que tengo que partirle la cara a ese hijo de puta porque quería violarte –me señala sin ni siquiera mirarme. Ha perdido la cabeza- te hace daño y tu solo dices que quieres olvidarlo. Me besas y te metes a la ducha como si un día más se hubiera acabado y todo estuviera bien –pasa su mano por la nuca desesperado- y el jodido caso es que yo también lo creía hasta hace un momento –bufa- te tengo a mi lado y pienso que todo está bien y podemos estar juntos, que podemos con todo porque somos dos adolescentes dispuestos a comernos el mundo pero entonces me quedo solo de nuevo –cierra los ojos- y pienso que tendré que volver a irme y tu no vendrás conmigo. Y me duele a horrores pensar que te quedarás aquí y no estaré si él vuelve a venir a por ti.

Dos lágrimas caen y chocan contra el suelo porque mi cabeza está agachada hasta el punto en el que intenta meterse dentro de mí para no tener que seguir escuchando nada más. Esto significa que todo está roto. 
Significa que él ya no quiere seguir peleando.

-¿Eso es lo que quieres? –susurro sin levantar la cabeza. No quiero mirarle.
-Solo he sido claro –espeta- ya sabes lo que yo quiero.
-No, no lo sé –cierro mis puños- y ya me estoy cansando de tener que averiguarlo a cada instante porque primero te escapas para venir a verme –levanto la vista y busco sus ojos furiosa- después me agarras y me traes arrastrando hasta aquí como si estuvieras sacando a tu perro a pasear. No me miras, no me hablas, ni siquiera he sentido que quisieras venir  –me duele el pecho- te pregunto pero tú no dices nada, no me miras a los ojos y te limitas a clavar la vista en la nada esperando yo que sé qué cosa –otra lagrima moja mi mejilla- después me sigues hasta el baño y parece que todo está bien pero entonces vuelves a clavar los ojos en el infinito y me ignoras. Después vuelves a interesarte en mi y diez minutos más tarde te encuentro de nuevo así. Yo ya no sé lo que quieres.
-Te quiero a ti, pero no así.
-Si me quisieras te importaría una mierda todo esto y te limitarías a venir y abrazarme porque sabes que estoy jodida y lo único que necesito ahora es estar a tu lado.

El hace un amago de incorporarse pero le paro.

-No. Ya no importa –extiendo mi mano hacia delante para cortarle el paso- ya da igual. Has dejado claro todo lo que piensas.
-No…
-Has escogido rendirte.
-Sweden.
-Puedes tener a todas las chicas que quieras en tu cama ¿no? –bufo recordando su anterior comentario- pues vuelve a tu super vida y deja a esta chica normal en paz.

Y ya no puedo sentir más dolor porque mi alma ha salido corriendo y mi corazón solo son pedazos de algo que ya está tan harto de resquebrajarse que ni siquiera sé si sigue ahí dentro. Me mareo y creo que voy a caerme pero saco fuerzas de donde no las hay para terminar con todo esto. Voy a pasarlo mal, lo sé. Voy a sufrir y tal vez ni siquiera consiga volver a sentir algo como lo que siento por él de nuevo en toda mi vida pero lo ha dejado claro. Él es una superestrella y yo una simple chica de pueblo. No lo merezco, siempre lo había sabido pero parece que ahora él también se ha dado cuenta. Estoy cansada de luchar por algo que no tiene remedio. Los finales felices son para las novelas y el cine. Esto es imposible y tuve que verlo antes, quise cerrar los ojos y dejarme llevar pero supongo que no quería verlo porque sentí que él quería estar conmigo. Ahora ya no sé lo que busca.

-Sweden –susurra intentando no llorar. Sus labios están apretados para reprimir sus emociones y entonces veo que se ha dado cuenta de que lo que dijo… no lo sé, tal vez… pero es tarde.
-Déjalo ¿quieres? –me doy la vuelta para no tener que mirarlo y abro la puerta de mi habitación.
-¿Qué haces?
-Quiero que te vayas.
-¿Qué? –su mandíbula cae y se queda inmóvil.
-Supongo que tendrás dinero para pasar la noche en el mejor hotel. Mañana puedes coger un avión y volver a tu maravillosa vida.
-¿Qué estás diciendo? –sus preguntas me taladran.
-Ahora no intentes arreglarlo todo Justin –espeto- yo pretendía dejar todo esto a un lado y simplemente… estar contigo todo el tiempo que pudiera, pero fuiste tú quien decidió acabar con lo que había. No yo.
-Yo solo dije…
-Me quedó muy claro lo que dijiste –suspiro pesada, voy a caerme al suelo en cualquier momento- mira, creo que deberíamos darnos un tiempo… o acabar de una vez con todo de raíz, simplemente… yo… estoy cansada, no sé qué…
-Eh, Sweden –logra reaccionar al ver cómo me derrumbo y entonces se acerca a mí para abrazarme pero una vez más hago que mi brazo esté por delante para impedirlo.
-No Justin.
-Escúchame –me pide- lo siento.
-Si dejo que te acerques estaré perdida y vas a volver a enredarme en toda tu historia –le miro, pero sus ojos están vacíos al igual que los míos- y ahora quiero que te vayas.
-Quieres que me vaya –bufa, nuevo cambio de rumbo. Ahora suelta una carcajada- quieres que me vaya ¿enserio? –Se lleva las manos a la cabeza y las pasa fuerte por su pelo- ¿Para qué? ¿Para que vuelvas a irte con ese… Scott? –le miro inmóvil ante su comentario y entonces veo en su cara que ha perdido la razón por completo- es eso, quieres que desaparezca para estar con él ¿no?
-No seas idiota.
-Ahora soy un idiota. Siempre he sido yo quien ha venido a buscarte y parece que yo solo tiro de la cuerda. Solo era tu juguete ¿no? –no se qué pretende, se ha vuelto loco- en realidad si querías estar con ese hijo de puta y yo solo no me daba cuenta.
-Justin –le paro.
-No soy suficiente ¿verdad? –Me mira ahora desafiante- no sabes quién soy ¿no? –su mirada se hace más dura, sus ojos son ahora negros, está roto-  ¿O es que solo quieres ir a follártelo?
-¡Basta ya! –grito desesperada.

Él se calla de repente y vuelve a estampar las manos sobre su cara. Esto es demasiado para mí.

-Vete –digo, con los ojos congelados.
-Sw…
-¡Que te vayas! –Grito- ¡Quiero que te vayas de aquí! –traspaso la puerta y bajo las escaleras a oscuras, las lágrimas caen ahora deprisa sobre mi cara y ya no me importa detenerlas. No me importa nada de esto.

Llego a la puerta de la calle y la abro. Noto pasos detrás de mí y su mano se posa sobre mi hombro en señal de disculpa pero no quiero seguir escuchándolo. Ha llegado demasiado lejos.

-Fuera.
-Sweden déjame pe….
-Justin fuera de mi casa. No quiero hablar más contigo –mi voz suena seca y sin vida. Rota. Hecha pedazos. Como yo.

Él deja caer una lágrima y lanza una última mirada de súplica. Siento el repentino instinto de lanzarme sobre sus brazos porque sé que si traspasa esa puerta posiblemente ya no volveré a verle más, pero me ha hecho demasiado daño. Está fuera de sí y lo mejor ahora es que nos alejemos el uno del otro. Bajo la mirada al suelo para no tener que verlo marchar y arrastrando los pies atraviesa la puerta. Se para frente a mí de nuevo una vez en la calle e intenta decir algo pero vuelve a callarse y cierra los ojos. Y yo, sin más… pongo la puerta de por medio.

Los ojos comienzan a quemarme y las piernas me tiemblan. Pierdo el equilibro y caigo al suelo. Esto es demasiado duro. Demasiado complicado. No sé qué va a pasar ahora, pero he perdido mis fuerzas por completo.



Pasan lo que calculo que serán unas dos o tres horas y yo sigo tirada en el suelo. Me he quedado durmiendo mientras lloraba durante unos minutos pero después volví a despertarme con un espasmo. Todo sigue oscuro y en silencio. Los ojos me pesan, la cara me duele. En realidad me duele todo el cuerpo y la cabeza parece que va a explotarme de un momento a otro. No escucho ningún ruido por lo que supongo que mi madre estará durmiendo pero pongo mis ideas en claro y de repente me doy cuenta de que si ella me hubiera visto ahí tirada no habría pasado de largo. Miro el reloj. Son las 4:35 de la madrugada. ¿Dónde está mi madre? Creí escuchar esta mañana que hoy era el cumpleaños de una de sus amigas por lo que supongo que habrá salido a celebrarlo. Pero… ¿ni una llamada?

Me arrastro hasta el mueble en el que está la televisión y saco una caja de pastillas. El dolor de cabeza me está matando. Me dirijo al sofá y literalmente me dejo caer sobre él. Estoy abatida. Estoy destrozada, y ni siquiera tengo ganas de seguir con todo esto. Es demasiado. Ahora necesito a alguien a mi lado y sin embargo estoy sola. Completamente sola. Recuerdos de todo el día vienen a mi cabeza y ésta me da un fuerte pinchazo en la parte posterior. Creo que voy a volverme loca. Enciendo la televisión y bajo el volumen hasta dejarla muda. Cualquier ruido ahora mismo sería para mí como taladrar directamente mi frente. Estiro el brazo para agarrar el bote y lo abro. Dejo caer una pastilla y sin pensar me la meto a la boca. Dios, me duele demasiado. Cojo otra y la arrastro hasta el fondo de mi garganta. Todo esto es ridículo. Las últimas palabras de Justin antes de salir por la puerta vienen a mi mente y siento deseos de tirarme al suelo y golpearme la cabeza contra él.

“Solo quieres estar con él”
Maldita sea Bieber, daría mi jodida vida por estar contigo. 
“Yo no soy suficiente ¿verdad?” 
¿Suficiente? Eres un verdadero imbécil, realmente no te das cuenta de que eres todo lo que algún día habría deseado tener. 
“¿O es que solo quieres ir a follártelo?” 
¿Enserio? ¿De verdad? Vi en sus ojos negros que estaba fuera de sí y quiero pensar que no sabía lo que estaba diciendo, pero de una manera u otra sus palabras volvieron a rajarme por dentro. Es ridículo como pasamos la vida dándole importancia a cosas que realmente no lo son y dejamos escapar lo que de verdad es necesario. Joder Justin, ¿Cómo podemos ser tan diferentes y sentirnos tan parecidos? Tu mismo lo dijiste, somos demasiado extraños. Ahora te has ido y siento un agujero enorme en el pecho, justo en el lugar en el que antes estaba mi corazón. Y sé por qué, sé que es porque tú te lo llevaste y ahora estoy vacía. Maldito Justin, te odio. Odio el mundo y me odio a mí. 
Odio ese momento en el que te acostumbras a hablar con alguien cada día y se convierte en algo imprescindible en tu vida. Lo necesitas para respirar hasta el punto en el que cuando esa persona se va todo pierde sentido y nada importa.
Me has roto, y esto me está matando.
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