Empiezo a
verlo todo aun más oscuro y de repente el bote cae de mis manos y todas las
pequeñas pastillas color azul caen por el suelo haciendo un gracioso ruido. Se
esparcen y quedan ahí, quiero alcanzar más porque me gusta esta sensación pero
ya no puedo moverme. Noto mi lengua hincharse y comienzo a tener mucho frío.
Caigo de lado y me golpeo la cabeza contra el suelo, y me quedo ahí, inmóvil,
viendo todo volverse cada vez más oscuro y entonces dejo de pensar. Dejo de
escuchar el silencio y de repente el resplandor de la televisión sobre la
puerta me deja ver un movimiento. Ésta se abre y siento que estoy teniendo una
alucinación. Bendita alucinación la que me deja verle por última vez antes de
abandonar esa jodida locura. Es él, Justin atraviesa la puerta y puedo verlo.
Tan perfecto, tan sereno, tan… sonriente. Siempre te amaré Justin, más allá de
esta mierda que llamamos vida, te amo y lo haré siempre.
Y entonces
todo se queda oscuro y yo desaparezco.
# Justin.
Siempre he
sido de esa clase de personas a las que les cuesta decir adiós. No soy de
despedidas, en realidad nunca lo he sido y me cuesta la vida intentarlo.
Soy de esos
que en vez de levantar la cabeza e ir a abrazar a quien tiene que irse se
esconde en su habitación bajo la cama maldiciéndose por tener que alejarse de
quien le dio las sonrisas. No puedo soportar la idea de ver por última vez a
una persona que significó la vida para mí y saber que no voy a volver a verla,
que será nuestro último abrazo, nuestra última mirada, nuestra última vez para
todo aquello que antes era algo a lo que estábamos acostumbrados y ya formaba
parte de nosotros. ¿Cómo se supone que tienes que reaccionar cuando te das
cuenta de que jamás podrás volver a darle los buenos días? Nunca más vas a
poder tenerla a tu lado, no volverás a verla reír, no volveréis a estar juntos
porque tuvo que irse y no te llevó con ella. Sabes que es un último adiós y a
pesar de ello debes ser fuerte e ir a desearle un buen comienzo en cualquier otra
vida, pero no puedes. No puedes aceptar que te ha dejado y ahora estas solo.
Es algo para
lo que no he nacido. Creo que jamás podré llegar a estar preparado para algo
así. Decir adiós a una persona que amas es una de las pesadillas más grandes y
duras a la que te puedes enfrentar, de esas que te hacen despertar gritando
mientras lloras por las noches, de las que te hacen querer salir corriendo y
notas el sudor bajar por tu frente, de esas que te quitan la respiración y
sientes que te ahogas, que mueres. Aquellas que te arrastran hasta el borde de
tu cama y rezas para que nada sea verdad y al amanecer todo vuelva a estar como
antes. Despedirte de una persona a la que estas acostumbrado a ver cada día y
con la que compartes tu vida es algo para lo que nadie está preparado.
Desde
pequeño he sido firme defensor del “nunca
sabes lo que tienes hasta que lo pierdes” y con el tiempo he demostrado
estar en lo cierto. Crees que lo tienes todo y aun así no estás satisfecho.
Crees que puedes tener más y más y ser aun más feliz sin darte cuenta de que
todo lo que necesitas para serlo está a tu lado pero tú aun no te has dado
cuenta. No apreciamos las cosas que tenemos hasta que han desaparecido y
entonces tenemos esa sensación de no poder seguir viviendo que nos come por
dentro hasta el punto en el que llegamos a perder la cabeza y nos aislamos de
todo y de todos. Cuando esa persona se va te quedas vacío y entonces piensas en
todas esas peleas y las malas palabras, en los malos ratos y la miradas de
rencor que habíais compartido a pesar de que lo único que queríais era tenerla
entre tus brazos y susurrarle que no importa, que todo daba igual si la tenías
cerca y estabais juntos, que nada tiene sentido si no puedes ver su sonrisa
porque eso es lo que te hace seguir despierto, pero ya no puedes hacerlo porque
la has perdido. Se va y sientes que se lleva tu corazón con ella porque notas
un vacío enorme en el pecho que nadie puede volver a llenar. ¿Y qué? ¿Qué
pasa? ¿Qué ocurre cuando te arrebatan lo
que más quieres y sientes que todo está perdido? Tan solo tienes una salida.
El móvil no
deja de sonar una y otra vez taladrándome la cabeza. Lleva horas sonando a
pesar de que no he contestado una sola llamada. Estoy tirado en el suelo frío
de una habitación en un asqueroso hotel. Todo está oscuro y en silencio, y
estoy solo, estoy demasiado solo. Llevo dos días encerrado aquí hablando
conmigo mismo y ya no sé ni siquiera si lo que escucho es real o no. A veces me
parece escuchar su risa, veo a Sweden traspasando la puerta y corre a abrazarme
pero entonces me levanto para buscarla y todo vuelve a estar oscuro. Siento el
estómago vacío y tengo angustia pero no quiero ir a buscar comida. Aún estoy
esperando despertarme y ver que todo esto ha sido un mal sueño, aún no puedo
creer lo que está pasando. Yo no quiero creerlo.
El móvil
vuelve a sonar y pierdo los nervios. Me levanto y me acerco hasta el, lo cojo y
me dispongo a estamparlo en el suelo pero entonces me doy cuenta de que
necesito acabar con todo esto. Es hora de volver a la realidad aunque ello
acabe conmigo.
Descuelgo
acabando con el ruido y me lo llevo al oído.
-Si
–susurro.
-¿Justin?
–Dice impaciente la voz al otro lado, pasan unos minutos y el silencio sigue
ahí- Justin contesta –su voz se hace más urgente.
-Scooter –murmuro
sin más.
-Dios santo
Justin ¿Dónde te has metido? Llevo llamándote horas –entonces hace una pausa y
coge aire- ¿estas… bien?
-Sigo aquí
¿no? –digo molesto.
-Eh, se que
todo esto es una locura… pero necesito saber que vas a hacer.
-No sé lo
que voy a hacer Scooter –mascullo- no sé nada.
-He hablado
con la prensa y he pospuesto todas las entrevistas y actuaciones hasta dentro
de una semana. Es todo lo que tienes.
-Una semana
–susurro.
-Recuerda
quien eres –insiste.
-Ahora mismo
no soy nadie –digo perdiendo la voz, y un pinchazo golpea mi pecho haciendo que
me doble hacia delante.
He llegado a
un punto de no retorno. Estoy una vez más al límite y todo esto me está
hundiendo. Puedo quedarme aquí encerrado para siempre pero eso no va a hacer
que las cosas se solucionen. Necesito hacer algo, necesito… ayudar.
-Justin, lo
siento, pero…
-¿Hiciste lo
que te dije? –pregunto entonces. Estoy decidido.
-Sí.
-Quiero que
llames y les des mi número. Yo voy a organizarlo todo.
-¿Qué?
-Ya me has
oído –la angustia vuelve una vez más.
-No creo que
eso sea bueno, Justin.
-Quiero
hacer algo joder, me estoy pudriendo aquí dentro. Te pedí que lo organizaras
porque no podía hablar con nadie pero ahora quiero hacerlo.
-Yo…
-Dales el
maldito número de teléfono Scooter –alzo la voz.
El silencio
se hace al otro lado y sé que está pensándolo seriamente. No quiere hacerlo,
pero esto es algo que me afecta a mí y no a él. Es mi obligación, es… mi vida.
-Como
quieras –murmura.
-Diles que
me llamen –bufo, y acto seguido cuelgo el teléfono.
Lo tiro
sobre la mesa mientras siento de nuevo mi estómago retorcerse. Dos días sin
comer, creo que necesito arreglar eso. Me arrastro hasta la nevera y busco algo
que poder llevarme a la boca. Antes de poder acabar el móvil comienza a sonar
de nuevo y entonces sé que Scooter me ha hecho caso. Tomo aire y me armo del
poco valor que me queda para enfrentarme a él, tengo que hacerlo… por ella.
El resto del
día pasa y yo estoy pegado al teléfono. Doy instrucciones de un lado al otro de
la habitación mientras intento apretar la mandíbula en cada respuesta corta
para evitar pensar en por qué estoy haciendo esto. A media tarde tengo que
salir para solucionar varios puntos de toda esta historia y ya es de noche
cuando llego de nuevo al hotel y me hundo en el sillón. Estoy jodidamente
cansado. Cierro los ojos lo que yo siento como un momento y de nuevo el móvil
vuelve a hacerme saltar del sillón en el que había conseguido quedarme dormido.
Ha pasado una hora, he dormido una hora desde hacía dos días. Irritado me lo
llevo a la oreja sin ni siquiera mirar la pantalla y contesto.
-Bieber
–espeto.
-Cariño –me
llama una voz dulce al otro lado.
-Mamá
–susurro, y entonces mi alma se congela.
-Scooter me
lo ha contado –dice- ¿Cómo estás?
Vuelvo a
tomar aire e intento no romperme en pedazos.
-Bueno,
digamos que estoy teniendo uno de esos días en los que mi dedo medio responde a
todas las preguntas –murmuro.
-¿Cuándo vas
a volver?
-No… no lo
sé mamá –suspiro.
-Lo siento
mucho cariño –su voz suena ahora triste y entonces yo me derrumbo.
Una lágrima
consigue asomar por mis ojos y hago una mueca.
-¿Por qué
tiene que pasarme todo esto a mi? –y ahora mi voz suena como la de diez años
atrás cuando un juguete se rompía y yo iba llorando hacia mi madre.
-A veces le
pasan cosas malas a las buenas personas cariño, no es culpa tuya –intenta
calmarme.
-No puedo
más con esto, es demasiado.
-Justin,
cielo –la noto sonreír amarga al otro lado- levanta la cabeza, todo va a estar
mejor pero no podrás verlo si vas mirando al suelo.
El silencio
se hace durante varios minutos y entonces consigo tranquilizarme un poco.
-Supongo
que… tengo que seguir adelante.
-Debes
hacerlo.
-Es difícil.
-Lo sé
–susurra- pero tú siempre fuiste el más fuerte de todos.
Una leve
sonrisa asoma por mis labios y después se desvanece.
-Estoy
organizando el entierro –digo, y mi voz se parte.
Mi madre se
queda inmóvil al otro lado y yo noto un escalofrío.
-Creía que
Scooter…
-Si –la
corto- yo se lo pedí pero ahora quiero hacerlo, creo que se lo debo.
-Justin… no
creo que…
-Tengo que
dejarte mamá, necesito dormir un poco –murmuro, no quiero seguir con esta
conversación.
-Te llamaré
mañana –suspira pesada- te quiero, Justin.
-Yo también
te quiero mamá –otra lagrima se escapa y yo dejo caer el teléfono para quedarme
inmóvil viendo como la noche se echa sobre mi hasta que me absorbe.
Por la
mañana la luz que atraviesa la ventana me quema la cara e intento retorcerme en
mi cama para darle la espalda, pero al hacerlo caigo al suelo y como acto
reflejo estiro las manos para amortiguar la caída que me da de lleno contra la
alfombra. No estoy en mi cama, sino en este maldito hotel. Solo, una vez más.
Abro los
ojos y el sol vuelve a cegarme dilatando mis pupilas. Hace calor y estoy
agobiado, noto los ojos hinchados y tengo la boca seca. Me levanto quejándome
porque noto la espalda partida en mil pedazos y me arrastro hasta el baño. Al
mirarme al espejo veo la expresión cansada y abatida de mi cara y las ojeras
que cada vez se hacen más grandes. Tengo los labios secos y los ojos
oscuros. Me acerco más y me quedo
inmóvil intentando ver a través de ellos, intento encontrar algo, observo como
si así pudiera atravesar el espejo y entrar directamente en mi alma pero solo
veo dos grandes agujeros negros, no hay nada. Sigo tan vacío como lo estaba
antes.
Abro el
grifo y me hecho dos grandes palmadas de agua sobre la cara. Me cepillo los
dientes y tras esto me quito la ropa y entro en la ducha abriendo el grifo y
estremeciéndome cuando el agua fría cae como cuchillas sobre mis hombros. Me
quedo quieto a pesar de ello y en unos minutos acabo acostumbrándome. Echo la
cabeza hacia atrás dejando que el agua caiga directamente sobre mi cara y ahí,
sumergido y aislado comienzo a pensar en ella una vez más. Te necesito a mi
lado para seguir viviendo, maldita sea.
Al salir
enrollo una toalla sobre mi cintura y me paso los dedos por el pelo tras
secarlo un poco. Agarro una camiseta y unos pantalones y me meto en los
zapatos. Hoy necesito salir de aquí, necesito ir a verla. Si esto es mi última despedida
que así sea entonces, pero tengo que estar cerca de ella una vez más. Acabo de
romper todos mis esquemas y el caso es que me importa una mierda. He roto todo
lo que podía romper y ya ni siquiera sé quién soy.
Cojo las
llaves que me dieron en recepción y meto el móvil y la cartera en la parte de
atrás de mi bolsillo. Chaqueta oscura, capucha, gorra y gafas de sol. A pesar
de todo sigo aquí y ellos ahí fuera no notarán el cambio.
Salgo a la
calle y camino rápido intentando pasar desapercibido, es curioso cómo la gente
sigue andando y hace su vida normal. Las mujeres van de compras, los hombres
pasan en sus coches para dirigirse al trabajo, los perros pasean y los niños
juegan a la pelota. Creemos que cuando morimos todo a nuestro alrededor se para
pero no es cierto, nada se detiene. Todo sigue igual y eso nos hace ser
insignificantes piezas en todo este juego que es la vida. A veces nos toca caer
y otras seguir avanzando a pesar de que otros se te echen encima e intenten
derrumbarte. Pelear con uñas y dientes para demostrar que eres digno de ser
recordado.
Cruzo la
calle y me meto en una cafetería, cruzo el establecimiento hasta encontrar una
mesa al fondo y suspiro al ver que no hay demasiada gente aún. La camarera se
acerca poco después y me mira cautelosa al ver que no me he deshecho de las
gafas y la gorra. Me saco la capucha e intento parecer natural.
-Un café con
leche por favor –murmuro mirando el periódico que hay sobre la mesa.
La chica me
observa con demasiada atención y tras ver que no le devuelvo la mirada se aleja
despacio hasta desaparecer tras la barra. Sigo pasando la vista por las páginas
hasta que unos minutos después vuelve a encontrarse a mi lado y deja el café y
unas tostadas sobre la mesa.
-Aquí tiene
–su mirada se clava en mi nuca.
-No pedí
tostadas.
-Invita la
casa –sonríe.
Yo asiento y
doblo el periódico para darle vueltas a mi café.
-Tú eres…
-No –me giro
de repente hacia ella- no lo soy.
La chica
guarda silencio y unos minutos después vuelve a retirarse. Traspasa el
mostrador y comienza a servir a dos hombres que han entrado hablando de sus
planes para el fin de semana, no sin quitarme la vista de encima.
Me recuesto
sobre la silla y me llevo una tostada a la boca. La verdad es que está buena,
no viene mal después de que lo más sustentoso que haya comido en tres días
hayan sido dos rebanadas de pan con queso. Tomo un sorbo de café intentando
fijar la mente en otra cosa que no sean aquellas imágenes que llenan mi cabeza
y me gritan a cada momento y entonces encuentro una pantalla al final de la
sala. Dejo ahí la vista sin prestar mucha atención hasta que algo hace saltar
mis alarmas e intento escuchar. Mi imagen sale a un lado mientras que en el
otro una mujer hace gestos desaprobadores. Consigo escuchar algo con dificultad
y me pongo nervioso.
“La estrella del pop Justin Bieber
nos deja una vez más con las manos atadas después de que su manager Scooter
Braun diera una rueda de prensa excusando al artista por no poder asistir a las
futuras entrevistas de la semana. ¿Dónde está Justin Bieber y… por qué ha
desaparecido de nuevo?”
Me retuerzo
una vez más sobre la silla y giro la cabeza para encontrarme con la camarera,
que también ha escuchado la televisión.
-Será mejor
que me vaya de aquí –susurro para mi interior.
Me levanto y
dejo un billete de veinte sobre la mesa. Vuelvo a ponerme la capucha y me echo
a la calle una vez más. Sweden me enseñó varios caminos que recorren el pueblo
que están prácticamente escondidos y pueden rodear todas las plazas sin ser
visto.
Diablos,
como extraño aquellos días en los que lo que más nos preocupaba era que
pudieran vernos juntos mientras que ahora daría la vida para poder pasearla de
la mano delante de toda esta maldita gente. Es curioso como pasamos la vida
intentando guardar lo que más queremos y cuando nos quedamos sin ello
mataríamos por poder enseñárselo a todos. La echo tanto de menos…
Necesito
verla en este momento, y yo sé donde está.
Me adentro
en un callejón y comienzo a andar deprisa. Recuerdo esto, aquí fue donde me
escondí aquel día. El día en el que aquel maldito hijo de puta nos jodió la
existencia, pero también el día en el que me sentí más cerca de ella. Congelaría
el tiempo en aquel césped si pudiera. Juro que lo haría en este mismo instante.
Salgo a otra
calle y vuelvo a pasar otras tres más. Al pasar por delante de una plaza un
grupo de chicas se quedan mirándome en silencio y me pongo nervioso. Ahora no.
Ellas ríen y me señalan. Una comienza a caminar hacia mí pero la otra la coge
del brazo haciéndole señales para que deje de hacer el tonto. “No es él, idiota” le dice. Y yo sigo
caminando.
Diez minutos
más tarde entro en un edificio con aspecto enfermo. Todo está triste y tampoco
hay mucha gente. Supongo que eso es bueno. Me acerco a un triste mostrador y
hablo con una mujer que parece no estar teniendo un buen día. Ya somos dos.
Mientras
intento hablar con ella mi móvil comienza a sonar y tras saber lo que necesito
me meto en uno de los pasillos grises y fríos y comienzo a buscar. Lo saco del
bolsillo y contesto.
-Bieber
–murmuro.
-Señor, soy
Steve, Scooter dijo que le llamáramos.
Cruzo otro
de los pasillos y subo unas escaleras. Este sitio realmente es grande a pesar
de estar en un pueblo de pocos habitantes.
-Si
–respondo mientras lucho por mantener la respiración al subir los últimos
escalones.
-Somos del
servicio de lápidas fúnebres señor.
Y de repente
me quedo congelado y mis piernas dejan de responder. Me paro en seco y tomo una
larga respiración antes de seguir caminando, esta vez más despacio.
-Si…
-Necesitamos
saber qué nombre quiere que ocupe la lápida.
Vuelvo a
sentir un malestar en el pecho que hace que me cueste respirar, como si mis
pulmones quisieran salir corriendo. Aprieto la mandíbula y sigo caminando hasta
ver al final del pasillo lo que buscaba.
-¿Señor?
–repite el hombre al otro lado.
-Si, si, un
momento –espeto.
Recorro el
último pasillo y la piel de mi cuello se eriza de repente. Las manos comienzan
a temblarme y siento que se me va la vida cuando acabo de acortar los últimos
metros. Me encuentro plantado delante de una puerta de color negro y lucho por
intentar mantener la calma y sacar valor para cruzar la puerta. Y entonces lo
hago.
-El nombre
que debe constar en la lápida es Anne
Marie Hamilton.
Exhalo un
largo e intenso suspiro haciendo que todo mi cuerpo recoja aire y giro el pomo
de la puerta para encontrarme de lleno con ella. Traspaso la puerta y entonces
la veo, Sweden. Mi Sweden. A pesar de estar llena de cables y conectada a una
máquina sobre esa cama sigue siendo igual de preciosa.
Sigue estando aquí.
Sigue siendo
mía.
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Tuuuuuuuu!!!!
ResponderEliminarTe voy a matar sabes el susto q me lleve al pensar q se había muerto sweden, yo te mato enserio pfff -.-
Menos mal q esta viva o te habria matao publica otro ya no nos dejes asi cojones xD
OHHHHHH DIOOOOOOOOOOOOOS MMMMMMMMMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIOOOOOOOOOO!!!
ResponderEliminar*Correción*
OHHHHHH MYYYYYYYY BIIIIEEEEBEEEER!!!
Madremia, me he leido la novela entera esta tarde.. solo en esta tarde (bueno, ya es por la noche..) Sabes que? Que eres un asquerosa!!!
Pero una de las grandes! Como te atreves a hacerme pensar que había muerto? Jolines que estaba llorando como una imbecil...
Yo pensando ya veras.. Pobrecito mi Justino..
Jajajajja después de todo el drama, me presento(?)
Hooooooooli! :3
Soy olga, tengo 16, soy de españa, y estoy enamorada de tu novela!
Jajajajja nahhh ya en serio, que me la he leido entera (y tus relatos tambien) y que cielo escribes increible3, y me encantan tanto los relatos como la novela! :3 Mola muchísimo cielo!
PD:Subeeeee pronto! Jajaaja
Es una marvada por acernos esto, a mi me paso lo mismo con su novela la e tenio q releer y todo por q me gusta demasiado xD
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