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sábado, 28 de septiembre de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 31}.

-¿Puedo ir a mi habitación? –pregunto.

Necesito estar sola.

-Puedes hacerlo –anuncia Mark- pero no tiene sentido ir si por la tarde nos vuelven a encerrar. Ven con nosotros al salir.
-Gracias, pero estoy cansada –miento, he dormido un día completo, aunque en realidad mi estado de ánimo está en el subsuelo y no tengo ganas de nada.
-¿Quieres que te acompañe? –Pregunta Tresh poniéndose en pie.
-Creo que recordaré el camino –susurro, y me despido con un asentimiento de cabeza antes de abandonar el gran y gris comedor.



Tirada sobre la cama que está haciendo mi espalda una increíble basura miro al techo intentando imaginar cómo sería todo si hoy me hubiera levantado como cualquier otro día y hubiera olido a canela o naranja. Giro la cabeza y miro a través de la pequeña ventana que deja pasar la luz cada vez de forma más apagada. Está anocheciendo. Llevo gran parte del día tirada sobre este colchón mugriento y he pasado de la desesperante sirena que suena para avisar que es la hora de comer. Tresh vino para ver si todo estaba bien, pero nada lo está. Absolutamente nada. Ella volvió a cerrar la puerta y prometí que más tarde iría para cenar. Ahora la maldita sirena ha vuelto a sonar y yo sigo sin tener fuerza en las piernas para caminar hasta allí. Lo cierto es que tan solo podría levantarme de esta cama si él atravesara la puerta o me dijeran que lo han visto en la entrada porque ha venido a buscarme, pero eso es imposible. Ni siquiera debe de saber donde estoy, y aunque lo haga… ¿Qué más da?  No puedo hablar con él, no puedo verle y tampoco salir. Comienzo a pensar en la conversación de la hora del desayuno y me viene a la cabeza la pregunta de ese chico. “¿Qué harás cuando salgas?” No lo sé, ¿Qué puedo hacer? Seis meses es mucho tiempo, para entonces muchas cosas habrán cambiado. Mi casa ya no será mi casa porque el banco se la habrá quedado, mis cosas no serán mis cosas y Justin… Justin ya no será mío. Por otra parte me aterra pensar que pueda acabar como Ian, encerrada en esta cárcel para siempre porque no tengo nada que hacer ahí fuera. Un escalofrío hace que mis músculos se vuelvan rígidos y me estremezco.

Vuelvo a retorcerme y abrazo mis rodillas escondiendo la cabeza entre mi pecho. Suspiro pesadamente y la respiración se me corta cuando las lágrimas comienzan a salir mojando las sábanas y dibujando pequeños puntos más oscuros sobre ellas. 

Quiero salir de aquí.




-Eh, chica nueva –me llama una voz.

He vuelto a quedarme dormida.

Abro los ojos y rezo para que el tiempo pase y hayan transcurrido seis meses, pero ella lleva la misma ropa que antes y su aspecto es igual al de esta mañana.

-Hola –murmuro.
-¿Por qué estás llorando? –pregunta, tirándose sobre la cama.

Alzo la mano hasta mi cara y noto que mis mejillas están húmedas. Aún.

-No lo sé –miento.
-Ya –bufa- puedes contármelo, no voy a ir a la calle a decírselo a nadie.

Deshago mi agarre y cambio de posición poniéndome boca arriba. Miro al techo y exhalo un largo suspiro antes de armarme de valor para decir en voz alta lo que me está matando.

-Tengo miedo –comienzo.
-¿A qué?
-A todo, supongo –cierro los ojos y busco valor en lo más hondo- a morir sola, a quedarme aquí para siempre, a perder mi vida –una lágrima asoma y dejo que corra- a que me olviden.
-Pero si estás aquí es porque no queda nadie que deba recordarte –musita- ¿o sí?
-No –la angustia asoma por mi voz- o si. Ya no sé nada.
-¿Hay alguien ahí fuera que esté esperándote?

Abro los ojos de nuevo y me giro para observarla.

-Hay alguien, pero al parecer es imposible.
-Nada lo es.
-Hemos luchado tanto… -susurro- tanto por estar juntos, y siempre hay algo que nos separa.
-Si vuestro destino es estar juntos volveréis a encontraros.
-Ese es el problema –y mi voz se rompe- que no es ese nuestro destino. Ahora sé que nunca lo fue. Somos demasiado diferentes.
-Pero le quieres.
-Más que a mi vida –aseguro.
-Y el te quiere.

Dudo un momento y entonces recuerdo todas y cada una de las cosas que ha hecho por mí. Sus palabras en el hospital, sus viajes para verme, sus abrazos y sus besos, todo lo que hizo cuando ella murió, el haber estado aquí cuando todos le gritaban que vuelva.

-Si –suspiro- él me quiere.
-Entonces buscará la manera de que estéis juntos.
-¿Y cómo? –me incorporo ahora sobre la cama- ¿Cómo? Por más que quiera estoy aquí encerrada y soy propiedad de esta basura de asistencia social o lo que demonios sea.
-Créeme –baja ahora la mirada- no hay nada más poderoso que alguien que daría la vida por ti.

Sus ojos se vuelven oscuros y sé que ella también perdió a alguien ahí fuera.

-Tresh…
-Puedo conseguirte un teléfono –anuncia.
-¿Un… -mis músculos se vuelven rígidos de repente antes la posibilidad de poder volver a hablar con él y quiero tirarme al suelo y morir- ¿Un telé...
-Pero solo podrás hacer una llamada y será durante un tiempo limitado, ese tipo de cosas están demasiado controladas aquí –dice- es peligroso.
-Oh dios –suspiro, intentando encajar esto dentro de mi cabeza. - sería… sería… increíble.

Ella asiente dedicándome una sonrisa sincera. Yo cruzo los dedos y pido con toda mi alma al cielo que por favor… me deje poder hablar con él aunque sea por última vez. Veo que Tresh se levanta y va hasta su chaqueta colgada en la silla. Yo doy un salto y me pongo en pié a su lado, pero lo que saca no es un móvil, sino algo liado en una servilleta. Busco sus ojos desconcertada y ella suelta una carcajada.

-No creerás que llevo un móvil en el bolsillo para emergencias –bufa- tengo que ir a hablar con unas cuantas personas, pero hoy ya nos echaron el candado –señala la puerta- tendrás que esperar unos días –extiende sus manos y deja algo sobre las mías- ten, me jugué el cuello por ti para traerte algo de comer.

Unos días…

-¿Has robado? –pregunto. Recuerdo que eso estaba castigado.
-No es la primera vez. Vamos, come o no tendrás fuerzas para hablar con tu chico.
-No necesito que me cuiden –intento sonar dura, pero mi voz es como la de una niña pequeña. Ella vuelve a sonreír y se tira sobre la cama poniéndose de nuevo los cascos y dejándome sola.

Tomo asiento y desenvuelvo lo que ha traído. Son unos sándwiches y una manzana algo seca, pero bastará. Mi estomago vuelve a sonar y lo engullo sin apenas respirar. Realmente estoy hambrienta. Al acabar hago una bola con el papel y lo tiro a un lado, me dejo caer sobre la cama y cierro los ojos recordando una vez más mi vida antes del desastre.





#
Ha pasado casi una semana desde que Tresh me prometió que conseguiría un maldito móvil pero no hay rastro de él por ninguna parte. Según ha estado repitiendo últimamente las cosas en el orfanato no están yendo demasiado bien y sus contactos están perdiéndose entre las sombras. Justo en el momento adecuado, por supuesto, haciendo honor a mi suerte una vez más. Aunque asegura que está haciendo todo lo que puede y está a nada de hacerse con uno.

Por otro lado en cuanto a mi estado de ánimo no hay gran cosa que contar. Mi estancia aquí se basa en pasar el día metida en esta habitación desde que el sol sale fuera de estas paredes y vuelve a esconderse cuando la sirena avisa el toque de queda y todos los internos vuelven a sus respectivas celdas. De vez en cuando Tresh consigue arrastrarme hasta el comedor, y es ahí, rodeada de gente, cuando me siento más perdida y sola que nunca. Mark está realmente pesado con sus preguntas personales en torno a mí y estoy empezando a perder la calma. Ian al contrario se limita a observar y asentir. No he escuchado su voz desde que entré en este sitio, aunque no es de extrañar. Esto quita las ganas de vivir a cualquiera. Pero si hay algo aún peor que un día aquí es la noche. Cuando la luna sale y todo queda en silencio mi cabeza comienza a dar vueltas y a pesar de que intento calmarme, respirar y echar fuera la angustia todo acaba explotando y el resultado es Tresh, saltando de la cama para zarandearme de un lado a otro y que así deje de gritar. 

Pesadillas. Todo está lleno de pesadillas. Paredes cerradas y frías. Ataúdes de madera. Soledad en el vacío más grande. Techos grises y agrietados, ojos color miel alejándose cada vez más de mi. A menudo suelo notar la presión de las manos de Tresh sobre mis hombros y escucho mis gritos justo en el momento en el que me dejo caer desde un precipicio y observo como desde arriba, Justin y mi madre se abrazan sonriendo mientras me despiden con un seco saludo. Noto el peso de mi cuerpo aplastarse sobre el suelo y abro los ojos para que las lagrimas salgan y me vea de nuevo encerrada en la realidad que es mi propio infierno. Me estoy volviendo loca y lo peor es que ya no distingo pesadillas de realidades. Me estoy consumiendo y él sigue sin estar a mi lado. Antes todo era mucho más fácil, más llevadero. Ahora ya no estoy segura de poder seguir, ni siquiera sé si quiero hacerlo.



Cuando vuelvo a abrir los ojos la habitación está vacía y todo sigue oscuro aunque realmente siempre está oscuro dentro de esta habitación. Me incorporo y miro hacia la ventana echando de menos que los rayos de sol me den en la cara para despertar por la mañana, aquí todo es siempre exactamente igual. Me arrastro hasta el pequeño escritorio que hay contra la pared y miro el reloj viejo que marca la una y cuarenta y cinco del medio día. Al lado de éste un pequeño calendario estropeado por la humedad. Hoy hace exactamente una semana desde que entré. Noto un nudo en el estómago seguido por el sonido de mis tripas y no sé si es la angustia por estar dejándome morir de hambre o por el hecho de que sé que cada día que amanezco aquí es un día más lejos de él. Ya ni siquiera puedo pensar que él realmente quiera volver a verme.
Me arrastro hacia la ducha tras perder el equilibrio y decido que necesito llevarme algo a la boca. Me meto sin esperar a que el agua salga caliente. Me encojo al notar el contacto helado pero me dejo estar, inmóvil bajo la pequeña cascada irregular. Hasta el agua pierde vida aquí dentro.

Abro el pequeño ropero de mi compañera y cojo prestados unos jeans oscuros y otra de sus camisetas negras. Todo es negro en su cajón, cosa que no me desagrada puesto que de alguna manera me permite guardar luto. Al pensarlo algo dentro de mí se encoje pero me obligo a mantenerme inexpresiva. No más lagrimas, al menos por hoy.


Tras atravesar el pasillo recorro con la mirada el comedor en busca de Tresh y la encuentro en la misma mesa y con la misma compañía que ha tenido días atrás. Me acerco en silencio y tomo asiento a su lado. Ella gira la cabeza para encontrarse de lleno conmigo y veo su mandíbula caer al notar mi presencia.

-Sweden –saluda tocando mi mano, y sus ojos se vuelven grandes- creía que hoy tampoco vendrías –ella me echa un vistazo de arriba abajo y suspira- gracias a dios.
-Te cogí prestado algo de ropa, espero que no te importe –susurro.

Una cabeza se alza frente a mí y clava sus ojos de lleno.

-En realidad te queda mejor que a ella –admira una voz- excepto por las ojeras, claro.
-Cállate Mark –escupe Tresh- eres idiota –ella gira la cabeza hacia mí de nuevo y sonríe- no te preocupes, coge lo que necesites.

Asiento dejando ver el rastro de una sonrisa seca y me pongo en pie.

-Voy a buscar algo de comer –anuncio, y me arrastro hasta la barra de comida mustia dando por finalizada nuestra conversación.

Al volver a mi sitio siento el impulso de preguntar a Tresh si hay alguna novedad con el tema de sus contactos pero decido mantenerme en silencio porque siento que la respuesta no va a alegrarme el día. Dejo entrar un par de tostadas y un café con leche e inmediatamente después mi estómago se queja por ello.

-Oye Sweden, tal vez deberías pasarte por la enfermería –murmura Tresh al ver que me llevo la mano al estómago y después la subo al pecho.

Ninguna pastilla va a hacer que deje de dolerme el alma.

-Estoy bien.
-En realidad –interviene Mark- desde que llegaste a penas has comido nada y si no fuera por Treshby serías un esqueleto sin vida al lado de su cama –él hace un mohín de sonrisa pero lo pierde al ver mi expresión cansada- lo digo enserio, estás más delgada y las ojeras te llegan hasta…
-Es suficiente –extiende una mano ella hacia el chico- tal vez solo está… cansada –concluye, consciente de que lo que menos necesito es a Mark pegado a mi preguntando por cómo me encuentro cada cinco minutos.

Yo alzo la cabeza y asiento para despedirme rápidamente. Al ponerme en pié una mano agarra mi muñeca y tira de ella.

-¿A dónde vas? –dice Mark.
-Me vuelvo a mi habitación –murmuro, y les doy la espalda.

Comienzo a recorrer el pasillo cuando unos pasos detrás de mi hacen que me detenga. Al girarme, Tresh extiende su mano y roza mi hombro con una sonrisa en la cara.

-Oye, siento no habértelo dicho antes, pero no quería que Mark comenzara a hacer preguntas de nuevo –su voz es tensa.
-¿Qué pasa? –respondo sin ánimo. Solo quiero irme a la cama.

Ella mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y saca algo envuelto en un pañuelo de color negro.

-Me lo han dado esta mañana –su voz suena una octava más alta, pero mantiene el tono bajo para que no puedan escucharnos.

De repente algo golpea dentro de mi consciente de que es lo que necesito.

-Eso es…
-El móvil –susurra muy bajo- me ha costado horrores conseguirlo pero te dije que lo haría.

Mis ojos se abren como platos y siento la necesidad de salir corriendo. Ella me lo entrega y yo lo meto en el bolsillo de mi pantalón al instante.

-Recuerda –sigue- poco tiempo y con precaución.

Quiero gritar y darle las gracias, pero mi cuerpo se echa hacia delante sin mi permiso y la estrecho entre mis brazos con fuerza. Noto que ella ríe y me lo devuelve antes de separarse para verme la cara.

-Así me gusta –toca mi hombro- y ahora corre.
-Tresh… -la llamo.
-Lo sé, lo sé –sonríe- yo también te quiero.

Ella se da la vuelta y sigue caminando hasta entrar de nuevo en el comedor mientras yo comienzo a correr hasta el dormitorio. Doy un portazo tras entrar al cuarto de baño y me planto frente al espejo con alguna luz en los ojos que se ha vuelto extraña por el tiempo que ha estado ausente. Rescato el teléfono de mi bolsillo y rozo un botón que hace que la pantalla se ilumine. Paso los dedos por mi pelo para peinarlo como si me preparara para verlo y sonrío con un nudo gigante en la garganta que toso para aclarar antes de coger aire y poder hablar. Marco su número y me lo llevo a la oreja.

Un tono. Dos. Tres. Cuatro. Una voz se escucha al otro lado y estoy a punto de gritar cuando me doy cuenta de que no está.

“Bieber, deja tu mensaje o llama más tarde”.

Su voz suena seca y cortante. Cuelgo y vuelvo a marcar impaciente.

Cuatro tonos más y el buzón vuelve a saltar.

Maldita sea.

Tiro el teléfono a un lado y salgo hasta la habitación para asomarme por la pequeña ventana de barrotes. Alzo la mirada al cielo y suspiro, pidiéndole con todas mis fuerzas que vuelva y se pegue al teléfono. Pienso en esperar una hora y volver a intentarlo pero los nervios me pueden pasados diez minutos. Corro de nuevo al aseo y lo intento.

Dos tonos después alguien descuelga.

-¿Sí?

Mi corazón se contrae y siento que se me sale del pecho, no entiendo por qué estoy tan nerviosa. Intento respirar y buscar algo que decir cuando me doy cuenta de que no es Justin quien está al otro lado.

-¿Quién… es? –susurro muy despacio.
-Soy Natalie –su voz chillona hace que de un pequeño salto sobre mi misma. Parece una mujer joven, demasiado joven -¿qué quiere?

Ahora mi corazón bombea con fuerza. ¿Desde cuándo Justin deja por ahí su teléfono? De repente un pinchazo me atraviesa el pecho. A no ser… que esté con ella.

-Yo… -murmuro- eh…
-¿Si? –urge la voz femenina al otro lado.
-Quería hablar con… -de repente las palabras se me atragantan y noto la boca seca- Justin.

¿Por qué está ella atendiendo sus recados?

-Él no está en este momento –dice- está trabajando, puede dejarle un mensaje.

 Así que ha vuelto a su trabajo, claro. Un agujero enorme se abre a través de mi pecho y lucho por intentar mantenerlo cerrado. No sé por qué pensé que para él sería distinto.

-No… no es… necesario.
-Puede llamar más tarde, él está preparando un viaje.

Algo dentro de mí salta.

-¿Un viaje? –exijo.
-Su tour comienza en unas semanas –asiente al otro lado- está muy ocupado, pero puedo darle un mensaje.

Justin Bieber se va de tour. Por supuesto.

-No importa –murmuro, pero no estoy segura de si ella puede escucharme.
-¿Con quién hablo? –pregunta.

Y entonces yo cuelgo el teléfono.

Lo dejo caer y me apoyo con ambas manos sobre el lavabo en un intento ridículo de no perder el equilibro. Algo muy dentro de mí se rompe y entonces entiendo muchas cosas. Había estado esperando que alguien atravesara la puerta para verme, había pensado en mil planes para poder salir de aquí y escaparme a verle, me había preguntado cada noche qué estaría haciendo o si sentiría una mínima parte de la angustia que yo siento por no saber nada de él. Necesitaba saber como estaba, y al parecer… está mucho mejor de lo que creía. Tanto que hasta me ha apartado a un lado para seguir con su importante vida como si nada. En realidad no sé por qué me sorprendo. Debería haber sabido que yo solo era unas vacaciones. Un pasatiempo, una distracción. Debería haber entendido antes que todo esto no iba a parar en ningún sitio y que como me había temido tarde o temprano se iría para seguir con su vida y yo me quedaría en el mismo sitio, sola.

Esto se me fue de las manos. Siento que el aire abandona mi cuerpo y una presión inunda mi cabeza haciendo que quiera explotar, el pecho me palpita rápido y sé que es porque el corazón acaba de romperse en pequeños pedazos y el hueco se quedó vacío. Alzo la cabeza para encontrarme con mi reflejo en el espejo y me devuelvo una mirada de desprecio por no haberme dado cuenta en todo este tiempo de algo que era jodidamente obvio. Me aparto y salgo a la habitación, arrastrándome hasta la cama para morir sola, pero antes de poder caer sobre ella un pinchazo en el costado hace que me doble y pierdo las fuerzas hasta caer al suelo. Sin ánimos para levantarme me abrazo las rodillas y hago lo que mejor se me da hacer aquí dentro.


-Mírate –la voz de Tresh retumba en mis oídos cuando irrumpe en la habitación sobresaltándome- llorando de nuevo en el suelo, sola –ella camina hasta los pies de mi cama, donde me encuentro aún encogida- desahogándote, deprimida, sientes que no puedes con tus problemas –ella se sienta frente a mí y pasa un mechón de mi pelo detrás de mi oreja con dificultad, pues mantengo la cara enterrada en mis rodillas- te levantas, te lavas la cara, te miras al espejo y piensas “ya no más” –suspira- pero segundos después te vuelves a derrumbar.

Sus palabras, suaves y compasivas me golpean como bofetadas. No necesito que nadie sienta lástima por mí. ¿Cómo sabe ella tanto sobre todo esto?

-Estoy bien –susurro, pero las lágrimas ahogan las palabras.
-Puedes repetirle el cuento a quien quieras, lo llevas haciendo muy bien todo este tiempo –ahora su voz es de urgencia- pero no a mí. Soy yo la que se despierta por tus gritos y la que te escucha llorar en el baño. ¿Qué ha pasado?

Ante su pregunta mis ojos vuelven a escocer y siento que me desgarro.

-Lo siento.
-Oye Sweden –ella toca mi hombro y me veo obligada a levantar la cabeza para mirarla- sé que es duro. 
Nadie ha discrepado en eso, pero si sigues así no vas a durar ni un mes aquí dentro.
-¿Y para qué? –digo ahora, buscando sus ojos.
-A veces solo queda respirar, cerrar los ojos, tragarse las lágrimas y seguir adelante.

Su mirada es pesada, triste. Realmente esa chica se preocupa por mi. Por un momento sus ojos me recuerdan a los de Justin y noto que me falta el aire. ¿Por qué siempre hago que las personas sientan la obligación de cuidarme? Ya estoy rota.

-Ya no importa.
-Eso no es cierto.
-Todo sería más fácil si pudiéramos elegir qué recuerdos conservar y cuales desechar –susurro.
-Déjame adivinar, ese chico –señala hacia la puerta con la cabeza, como si realmente estuviera detrás de ella- todo es por él. Todo el tiempo fue por él.

Durante un momento me obligo a poner mis pensamientos en orden. Quiero responderle que no, que no es él quien está haciendo que pierda las ganas de seguir respirando, que no es él el centro de todo y yo no giro en torno a su presencia. Quiero gritarle que las lágrimas que derramo cada noche son porque he perdido a mi madre, porque ya no voy a poder abrazarla, pero lo cierto es que mentiría si lo dijera, porque a quien miro al caer por el precipicio cada noche es a Justin. A él, a sus ojos. Directamente al centro de su alma, y me siento basura al recordarlo porque no debería ser de esa manera. Cada vez que él aparece todo el dolor se va, y al alejarse de mi vuelve a golpearme como un tren en marcha. Realmente duele a horrores, y lo peor es que no sirvió para nada.

-No… -susurro, tan bajo que solo se escucha el aliento al salir de mi boca.
-Cuéntame que ha pasado ¿quieres? –su voz es de súplica.
-No le importo –murmuro escupiendo las palabras- nunca le importé. Todo este tiempo… -mi voz se rompe y me obligo a respirar despacio antes de seguir- yo siempre supe que él era demasiado… yo tan solo era… nuestros mundos son totalmente distintos y estaba segura de que tarde o temprano se alejaría –susurro- todos lo hacen, pero… tan solo…
-Eh, eh, tranquila –me pide.
-Tan solo creía que el… no lo sé, tal vez… pensé que podría estar intentando…
-Sacarte de aquí –musita ella.
-Si –finalizo.
-Pero no es así –adivina- él ya ha seguido con su vida y tu no estás en ella.

Sus palabras son como latigazos pero hay algo en su voz que hace que busque sus ojos. Ella está dolida, porque también sufrió por ello.

-Tresh…
-Míralo por el lado bueno –sigue- si sabes que el sigue con su vida ahora tu podrás seguir con la tuya, solo olvídalo.

Otro pinchazo se clava en mi pecho y me retuerzo.

-Me estas pidiendo que olvide a alguien que me hacía olvidarlo todo.
-Duele –asegura- pero te acostumbras –frunzo el ceño y ella asiente- yo tuve que aprender a protegerme de quien mientras me traicionaba gritaba “¡Confía en mi!”.
-Justin no…
-Sí, lo hizo –murmura- por eso no merece que derrames una sola lágrima más por él. Y ahora métete en la cama, van a apagar las luces.

¿Las luces?

Miro a través de la ventana y veo que todo está oscuro. Debe de ser muy tarde, he vuelto a perder el día.

-Yo…
-Solo duerme –me pide- por la mañana todo será mejor.


Tresh extiende su brazo alrededor de mi espalda y me ayuda a levantarme. Me dejo caer sobre la cama y me quedo allí, inmóvil, hasta que todo se vuelve a quedar en silencio y me siento tan rota que ni siquiera encuentro la voz para gritar. 
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RT aquí si leíste el capítulo. Prometo que los siguientes serán menos tensos. Solo os pido un poco de paciencia. Gracias por seguir aquí y espero que os haya gustado. 

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