-Idiota
–dice ahora, pero entonces sonríe.
Le doy un
pequeño codazo y se retuerce de falso dolor.
-Oye, no te
hagas la graciosa ¿vale? –Ahora parece molesto- yo tuve que hacerte vomitar
–hace una mueca- ¿crees que fue agradable?
Y entonces
me quedo congelada.
-¿Enserio?
Justin se da
cuenta de mi cambio e intenta quitarle importancia.
-No lo
decía…
-No, lo sé
–susurro- es solo que…
-No te
sientas mal –me pide.
-Yo solo
quería dejar de sentir dolor –bajo la mirada hasta el suelo- no es fácil ver
como pierdes lo que antes creías eterno.
Su agarre se
hace más fuerte entre mis dedos y asiente.
-No importa
cuántas veces caigas si en todas te levantas –mustia.
-No es una
excusa.
-Lo sé
–murmura, y noto como sus ojos se rompen, está reprimiendo las lágrimas- morí
de mil formas diferentes cuando te vi ahí tirada Sweden. No puedes imaginar…
-Shh –pongo
un dedo sobre sus labios y levanto su cabeza.
-Dejemos
todo esto ¿vale? Solo quiero estar contigo.
-Es lo único
que necesito –responde.
Y así sus
ojos vuelven a recuperar poco a poco su color miel y sus labios acortan
distancias para encontrar de nuevo los míos, esta vez de una forma más intensa
y desesperada.
Nuestra droga.
Es ya casi
de noche cuando una de las enfermeras entra en la habitación y nos avisa de que
todo está listo para firmar el alta.
-Gracias a
dios –murmuro tirada boca abajo sobre la cama- estaba empezando a hacerme
vieja.
La mujer
pasa su mirada de Justin a mí y hace una mueca.
-Un coma no
es algo que pueda tomarse a la ligera, estamos dándole el alta ahora cuando
podríamos tenerla aquí hasta una semana –dice en tono amenazador- tiene usted
suerte.
Vaya, creo
que a alguien no le caigo demasiado bien.
-Lo sabe
–dice Justin desde el sillón del fondo haciéndome sentir como una niña pequeña-
y lo siente, solo está cansada- la enfermera cambia radicalmente la expresión
al escuchar su voz –muchas gracias.
Ésta le
dedica una sonrisa de suficiencia y se aleja hasta la puerta cerrándola tras de
sí, no sin antes pasar una vez más la vista sobre mí con aires de superioridad.
Me incorporo
irritada y voy hasta el sillón que está situado justo al lado del que él está
ocupando, sobre éste descansa una mochila que me resulta familiar.
-¿Esto es mi
ropa? –señalo, y el asiente.
-Está aquí
desde que ingresaste.
-Muy
optimista –bufo, agarro la bolsa antes de girar sobre mis talones y dirigirme
al aseo sin mirar atrás a pesar de que sé que Justin me está observando. Cierro
la puerta y la tiro a un lado.
El reflejo
en el espejo me devuelve una imagen cansada y destrozada, no me vendría nada
mal una ducha ahora mismo. Suspiro y abro el grifo, me echo un poco de agua en
la cara e intento arreglar lo que claramente no se soluciona con un poco de
jabón y una pasada con las manos sobre el pelo. Resignada me meto en unos jeans
y una camisa sin mangas color azul oscuro. Después de todo Justin tiene buen
gusto a la hora de elegir ropa. Entro en los zapatos y vuelvo a salir dándole
una patada al horrible pijama de hospital lanzándolo sobre el suelo al otro
lado de la habitación. Odio los hospitales.
Tras
escuchar el sonido de la puerta detrás de mi espalda cerrarse me encuentro de
nuevo ante la mirada insistente de Justin perforándome sin piedad.
-¿Qué pasa?
–mustio molesta, y me dirijo a la cama para dejar la mochila sobre ella.
-Dímelo tu
–parece divertido por mi expresión.
-Creo que no
tengo nada que decir –pongo los brazos en jarras- solo me gustaría salir cuando
antes de aquí.
Un momento
después él está ya de pie metiendo el móvil en su bolsillo trasero y se dirige
a la puerta. Yo le sigo en silencio volviendo a agarrar la bolsa y camino con
la cabeza baja hasta que me topo con algo.
-¿Por qué te
paras? –levanto la mirada para encontrarme con Justin apoyado contra la puerta
impidiéndome que salga.
-¿Vas a
decirme que ocurre?
-Ya te dije
que nada –suspiro- ¿Podemos irnos?
-No –dice seco.
Intensifico
la mirada para intentar parecer amenazadora pero una vez más fracaso y sé que
no dejara que me vaya.
-No me
agrada que intentes comportarte como mi padre –mustio- el comentario de antes…
no era necesario.
Él curva sus
labios intentando reprimir una sonrisa.
-¿Qué?
-Simplemente
me haces sentir como una niña pequeña que necesita lecciones para comportarse
correctamente.
-No
necesitas ninguna lección –ahora su mirada se vuelve pícara y sus ojos color
miel se intensifican en torno a mi- al menos no de ese tipo.
-De
cualquier forma –intento huir de sus ojos acosadores- no eres mi padre. Solo
tienes un año y medio más que yo.
-Un año y seis
meses –sonríe.
-Olvídalo
–bufo, e intento echarle a un lado para salir, acto que resulta inútil comparando
su fuerza a la mía.
-¿Algo más?
–ofrece.
-También me
irrita el efecto que cusas en todas las mujeres –susurro avergonzada, no sé por
qué he dicho eso- resulta… molesto.
-¿A qué te
refieres? –parece interesado.
-No lo sé
–meto una de las manos en el bolsillo trasero de mis jeans- solo… que cuando
estoy contigo todas las chicas me miran como si fuera un insecto –él suelta una
risa- y a ti te comen con los ojos.
-¿Y qué
importa eso?
-Supongo que
nada –bajo la mirada- o todo.
Noto
movimiento y en una milésima de segundo su cuerpo se pega contra el mío
haciéndome cambiar de dirección y me veo apoyada contra la puerta y a él sobre mí,
impidiéndome cualquier opción de escapar.
-Supongo
entonces que tú eres mi insecto –susurra casi contra mi boca.
-Justin…
-Escúchame
–sube una mano hasta mi cuello y lo acaricia con suavidad- ¿todavía no has
entendido que yo solo tengo ojos para ti? –Nuestra respiración choca por la
distancia- ¿todavía no te has dado cuenta de que podrán haber cuarenta millones
de chicas en el mundo y yo seguiré eligiéndote a ti por encima de todo? –Subo
ahora la mirada para que nuestros ojos se encuentren y lo hace con un brillo
que antes no estaba ahí, comienzo a ponerme nerviosa por la proximidad de sus
labios contra los míos- vamos Swed, debes empezar a valorarte un poco.
-Lo hago
–intento susurrar, pero casi no tengo voz.
-No lo haces
y es algo que nunca llegaré a entender –noto sus dedos recorrer ahora mi
espalda- porque eres todo lo que alguien podría desear.
Suspiro
sobre su boca pidiendo a gritos con cada poro de mi piel que me bese. Este
hombre me deja totalmente fuera de combate. Él abandona mis ojos para posar su
mirada en mis labios y entonces sé que lo ha captado.
-Tú eres mi
persona favorita en el mundo, ya lo sabes.
Y así vuelve
a darme eso que me mantiene viva. Siento como su cuerpo se pega más al mío
dejando inexistente la distancia e impidiendo cualquier paso de aire entre
nosotros. Giro mis caderas para encontrarme con las suyas y sus manos recorren
ahora todo mi cuerpo. Un segundo y siento sus cálidos y suaves labios bailar
con los míos. Dulce droga.
-Buenas
noches –saluda Justin a la mujer que atiende en recepción- nos han dicho que es
aquí donde tenemos que firmar un alta.
La chica
levanta la cabeza y sonríe al verle, como no, comiéndoselo con la mirada de
arriba abajo.
-Es
correcto- suelta una risita ridícula que hace que mis músculos se tensen
queriendo abofetearla. -¿Cuál es su nombre?
-Soy Sweden
–intervengo obligándola a sacar sus ojos de él –Hamilton.
Ella gira la
cabeza hasta encontrarse conmigo sin ganas, parece que acaba de darse cuenta de
mi existencia.
Perfecto.
-¿Y en qué
habitación estaba usted, señorita Hamilton?
-Segunda
planta, 302.
-Ajam
–murmura tecleando algo en el ordenador- es usted menor de edad ¿no es cierto?
-Sí.
-Me temo que
debe firmar el alta alguien mayor de dieciocho años.
Maldita sea.
-Yo lo
firmaré –dice Justin con voz seria.
La chica se
gira de nuevo para prestarle toda la atención volviendo a hacerme sentir como
la niña traviesa e incapaz de todo.
-No creo que
sea necesario –espeto.
-¿Quieres
salir de aquí o no? –me dedica una mirada divertida, el muy capullo está
disfrutando después de todo.
-Como
quieras –murmuro, y me doy la vuelta para seguir el camino por el largo pasillo
dejando atrás al señor adulto.
Diez minutos
después me encuentro en la entrada del hospital, respirando aire fresco y
mirando el cielo oscuro casi sin estrellas, empieza a hacer frío. Una de las puertas
dobles se abre detrás de mí y unas manos firmes agarran mi cintura por detrás.
-¿Lista para
ir a casa? –susurra en mi oído.
Me giro para
plantarle cara y sus ojos miel me abordan cortándome la respiración.
-¿Lo pasaste
bien ahí arriba? –susurro intentando mantener el tono duro de mi reproche.
-Solo hasta
que te fuiste.
-Estoy
segura –murmuro, y abandono la lucha.
Justin se
acerca a mi cuello y planta despacio un beso húmedo sobre él, justo debajo del
oído. Sabe mi punto débil.
Cuando el
coche se detiene frente al porche y observo mi casa me doy cuenta de que con
tan solo mirar la fachada se nota diferente. Todo está oscuro y parece no haber
tenido habitantes en mucho tiempo. Un escalofrío me recorre la espina dorsal y
suspiro pesadamente para armarme de valor y entrar. Antes de que pueda abrir la
puerta del coche Justin ya está abajo y me espera para ayudarme. Extiende su
mano y agarra la mía con fuerza. Al salir el frío se me mete en los huesos de
inmediato y siento que he perdido toda la fuerza que él me ha dado en el día.
Nos acercamos a la entrada y me dispongo a buscar la llave donde solía
esconderla mamá, pero él pone una mano sobre mi hombro para que me detenga.
-La tengo yo
–susurra.
La saca del
bolsillo trasero de su pantalón y la introduce haciendo chirriar la puerta,
ésta nos deja paso a un oscuro salón sin vida. Al atravesar el umbral miro a mi
alrededor y veo que todo está triste. Él roza el interruptor y la luz llena la
habitación. Realmente la vida aquí ha desaparecido por completo. No hay rastro
de felicidad por ninguna parte, esta no es mi casa.
-Vamos –me
anima Justin entrelazando nuestras manos- deberías darte un baño. Yo prepararé
algo de cenar, estoy seguro de que tu estomago agradecerá algo de comida de
verdad.
-No tengo
hambre –mustio, realmente acabo de perder toda mi fuerza.
-Vamos
Sweden –me pide él- por favor.
Le miro y
veo sus ojos, suplicando que le ayude a seguir con todo esto. Tengo que hacerlo
por él.
-Está bien
–pongo una sonrisa, aunque sé que él nota que no es verdadera.
Pongo
esfuerzo y subo la escalera para entrar en lo que antes había sido mi
habitación. Ahora todo es demasiado grande para una sola persona, aun no puedo
creer que ya no vaya a volver a sentir ese aroma a naranja y canela de los
bizcochos que mi madre solía preparar por la mañana.
Tiro la
bolsa a un lado y me quito la ropa sin ánimo. Aquí está la realidad. Vuelvo a
toparme con la cruda y desesperante vida real y esto es lo que me espera.
Silencio, oscuridad, la nada en una casa demasiado grande, demasiado bacía.
Entro al aseo y abro el grifo girándolo para pedir agua caliente. Cojo el
cepillo que sigue en el mismo sitio en el que lo dejé, sobre el lavabo, y lo
paso por el pelo luchando contra los nudos que se han formado en la parte de
atrás de mi cabeza. Lo suelto y entro al contacto del agua que sale a chorros.
Durante un momento cuando comienzo a sentir el calor del agua sobre mis hombros
bajar hasta tocarme los pies todos los músculos de mi cuerpo se relajan y me
quedo inmóvil. ¿Qué voy a hacer ahora? Cierro los ojos y dejo el agua correr
por mi cara. Estoy perdida, creo que esto es un punto de no retorno. ¿Qué
salidas tengo? ¿Qué puedo hacer?
Suspiro y sé
que las fuerzas me abandonan por completo. Siento mis lagrimas salir y
mezclarse con el agua que se escurre por el desagüe, tal vez ahí debería acabar
yo, junto a mis lágrimas. Noto un fuerte pinchazo en el costado y pierdo el
equilibrio, caigo contra el suelo de la ducha y me golpeo las rodillas, giro
sobre mi misma para sentarme y junto las piernas bajo mi barbilla, cruzo mis
brazos sobre ellas y entierro la cara entre mi pecho. Y ahí estoy, haciéndome
pequeña bajo el agua, sumiéndome en mis pensamientos inmóvil y dejándome
arrastrar por las lágrimas que siguen corriendo fuera de mi alcance. A pesar
del calor del agua comienzo a temblar, siento frío y tengo miedo porque
recuerdo esta sensación de vacío. Mi mente corre hacia esa noche, la noche en
la que recibí la llamada. Y revivo cada segundo mientras ahogo los gritos
húmedos entre mis manos.
Pasa el
tiempo y siento que necesito hacer algo, reacciono y me obligo a dejar de
temblar e intentar recomponerme. Algo dentro de mi cabeza vuelve a hacer clic y
recuerdo que él está ahí abajo esperándome. Necesito ser fuerte por él, al
menos por ahora, y es que aunque parezca egoísta cuando estoy con Justin todo
lo demás se esfuma y parece que puedo seguir viviendo, pero tarde o temprano el
volverá a su vida y entonces… ¿Qué? ¿Qué pasara conmigo? No puedo obligarle a
estar eternamente a mi lado, eso sería cruel. Necesita seguir con su historia,
no es justo que cargue con esto. Con mi vida. Con mis sombras. Necesito
encontrar una solución, necesito poner en orden mi cabeza aunque en este
momento siento que si intento hacerlo explotará. Debería tratar de descansar y
darle un respiro a mi mente. Tal vez mañana consiga ver de todo esto algo útil,
por ahora algo es seguro. Él está aquí y no servirá de nada auto compadecerme
tirada en el suelo mientras maldigo mi asquerosa vida. ¿No es cierto?
Atravieso la
puerta y abro el armario, saco unos shorts y una camiseta de tirantes, cojo
algo de ropa interior y me visto rápidamente. Dejo el pelo mojado y bajo las
escaleras de nuevo, al hacerlo noto un olor a nata y beicon frito. Escucho
también a Justin tararear una canción y una sonrisa sale al exterior desde lo
más hondo. Inspiro el aroma dulce y suspiro recuperando algo de vida para
entrar en la cocina.
-¿Pasta? –murmuro
atravesando la puerta.
-Carbonara.
-Mi
preferida –susurro.
-Lo sé
–sonríe y deja un par de cubiertos sobre la mesa- creí que te apetecería.
Y le miro
sin saber muy bien que decir. Justo esto es lo que me mantiene viva, justo esto
me hace sacar fuerzas para levantarme del suelo y dejar de llorar.
Él.
-Tardaste
mucho –dice, sacando dos platos y sirviendo espaguetis sobre ellos- ya iba a
subir a buscarte.
-Necesitaba
una buena ducha –sonrío- ahora estoy mucho mejor.
Él me
devuelve una tierna sonrisa, pero también sabe lo que ha pasado allí arriba,
aunque por alguna razón decide dejarlo pasar. Se acerca a mi retirando la silla
para que ocupe mi sitio, el también toma asiento y comenzamos a cenar.
-Y bien
–murmura llevándose otra cucharada de pasta a la boca- ¿Cómo estás después de
todo?
-Estoy bien
–aseguro, aunque sé que no lo he convencido- solo… necesito tiempo, eso es
todo.
-Tiempo
–repite.
-De verdad
Justin –le miro- estaré bien.
-Cuando
alguien se va el que más sufre es el que se queda –susurra- pero eso tu ya lo
sabes.
-Ser humano
es tan confuso…
-Estoy de
acuerdo –mustia, y se levanta para dejar su plato en el fregador- aunque si
cambia algo estoy aquí para ti –sonríe- aunque también sabes esto.
-Lo sé
–susurro- y no tendré vidas suficientes para agradecértelo.
-Es mi forma
de intentar sentir que te merezco.
-Justin
–dejo Salir un pesado suspiro- debes empezar a valorarte un poco, porque eres
todo lo que alguien podría desear –repito sus mismas palabras horas antes
imitando su voz- eres mi persona favorita en el universo.
-Creo que yo
dije mundo –hace una mueca.
-Te gané
entonces –sonrío.
-Oh, no lo
creo, yo te doy un… uninito.
-¿Un… que?
-Uninito
–ríe orgulloso- es un universo mas un infinito.
-Oh dios
–suelto una carcajada- se te dan de pena los juegos de palabras ¿lo sabías?
-De eso nada
–hace un puchero.
-Eh, no
hagas eso.
-¿Qué?
-No hagas
pucheros –le pido- sabes que no puedo…
-¿Si? –dice,
intensificándolo más mientras se acerca.
-No puedo con
los pucheros –susurro- para.
-¿Por qué?
–él sigue acercándose a mi despacio sin dejar de hacerlo.
-Porque
–digo, levantándome de la mesa- si no paras te comeré a besos.
-¿De verdad?
-No me
provoques, maldito.
Retrocedo
hasta la puerta intentando alejarme porque realmente se que si no deja de hacer
eso me lanzaré sobre él y querré comérmelo, es demasiado. Es tan jodidamente
adorable… parece un niño pequeño.
-¿A dónde
vas? –susurra divertido, creo que ibas a hacer algo.
-Te odio
–digo, y huyo de allí escaleras arriba.
Entro a la
habitación y me doy la vuelta para intentar cerrar la puerta, pero Justin ya
está ahí para impedirlo. Mierda, es rápido. Retrocedo sin dejar de mirarle y
veo que su expresión es ahora una extraña mezcla entre adorable y pícara. Oh
dios. No.
-Bieber –le
advierto- detente.
-¿O qué? –da
otro paso.
-O… -echo de
nuevo el pie hacia atrás para alejarme pero me topo con los pies de la cama y
caigo de espaldas en ella. En una milésima de segundo Justin está sobre mí
sujetando las manos por encima de mi cabeza, inmovilizándome y condenadamente
cerca. ¿Cómo ha hecho eso?
-¿Decías…
-Eso no vale
–murmuro, y nuestra respiración vuelve a chocar.
-Puede
–susurra sobre mi oído- pero ahora te tengo donde quería.
Y sin más,
posa su mano libre en mi cara haciéndome girar la cabeza, por lo que mi cuello
está de nuevo expuesto a su ataque.
-No…
Pero es
demasiado tarde, sus labios rozan el lóbulo de mi oreja y baja haciéndome
temblar bajo él. Maldito punto débil, y maldito el día en el que lo averiguó. Abre
su boca unos centímetros rozando ahora sus dientes contra él y haciéndome
querer morir bajo su pecho. Recorre cada centímetro de este hasta subir y
encontrarse con mi boca, posa un casto beso sobre ella y baja de nuevo hasta mi
hombro que destapa con la boca dejándolo desnudo. Intento moverme bajo el pero
mis manos están atadas y el peso de su cuerpo me lo impide. Noto su lengua
sobre mi clavícula, caliente y ansiosa. Sube de nuevo y abre mi boca con
urgencia para entrar en ella. Ahora su respiración es agitada y su cuerpo se
pega cada vez más al mío permitiéndome notar algo creciendo en su entrepierna.
-Justin…
-susurro dentro de su boca, pero suena más como un gemido.
Él sonríe
excitado haciendo más fuerte nuestro juego de lengua, y sube mi camiseta dejando
al descubierto mi estómago y pasando sus dedos por él. Y quiero que me bese en
cada lunar, cada rincon, cada centímetro de piel, cada molécula de mi ser.
Siento que el calor se hace cada vez más intenso y los escalofríos empiezan a
recorrer todo mi cuerpo pidiendo más. Me retuerzo bajo él atrayéndolo hacia mí
y siento que gime desesperado cuando su entrepierna roza la mía y nuestros
pantalones queman rozando la piel que quiere ser libre. Me dejo perder dentro
de su boca y respiro su aliento que cada vez se hace más intenso. Recorre su
mano hasta mis pantalones y desabrocha el botón tirando de ellos y dejandolos
por debajo de mis bragas, acto seguido hace lo mismo con los suyos. Oh dios.
Puedo oler su pelo a centímetros de mi, noto el pulso de su muñeca haciendo
presión sobre mis manos y su pecho palpitar contra mí. Vuelve a subir hasta mi
boca y muerdo su labio inferior a lo que responde con un gemido ahogado. Una
pelea que nadie quiere ganar, una lucha boca a boca por entrar y liberarse.
Ojos cerrados, aliento reprimido, labios húmedos, piel caliente, manos
temblando, respiración agitada. Hace aún más fuerte nuestro agarre y entonces
se queda inmóvil. Se separa un segundo para mirarme y nuestros ojos se
encuentran de lleno, sostiene mi mirada lo que parece ser infinito y cierra con
fuerza los párpados obligándose a parar mientras creo ver un mueca amarga en su
rostro. Retrocede y planta otro beso sobre mi boca antes de separarse
definitivamente soltando el agarre de mis manos. Aún desorientada intento recuperar
el aliento mientras él se echa a un lado de la cama y se deja caer con la
respiración agitada. ¿Qué haces Bieber, acabas de alejarte? No, no puedes, no
ahora.
-¿Qué
ocurre? –susurro.
-Nada –me
mira turbado- es muy tarde, creo que deberíamos dormir.
Esto me
pilla desprevenida y me siento rechazada.
-¿Tu no me…
-cojo aire normalizando pulso- deseas? –y tras esto me obligo a mirar al suelo.
-¿Qué? –alza
una ceja sorprendido.
Alzo de
nuevo la mirada ante su expresión.
-Eso.
-¿Estás de
broma, no? –Bufa- creo que es bastante obvio que si –baja la mirada hasta su
pantalón- sabes que me vuelves loco.
-¿Y por qué
te detienes entonces? –hago una mueca.
-Si no lo
hago ahora tanto tú como yo sabemos que no habría tenido fuerza para hacerlo
–me mira nervioso- y creo que no es el momento.
-No es el
momento –repito intentando entender.
-Ya sabes a
que me refiero Swed –me mira tierno- hoy ha sido un día muy duro y mañana lo
será aún más –extiende mi mano y entrelaza nuestros dedos- necesitas descansar.
-Pero yo…
-Además
sentiría que estoy aprovechándome de ti en este momento.
-Eso es una
tontería –bufo indignada.
-Estás
cansada, necesitas dormir.
-No soy una
maldita niña pequeña, Justin.
-Créeme, lo
sé –dice, pasando sus ojos por el cuello bajado de mi camiseta y los pantalones
caídos.
Maldita sea.
Me incorporo
abrochando el botón de mis shorts y coloco bien el tirante.
-Simplemente
quiero hacer esto bien ¿vale? –Es casi una súplica- te aseguro que no hay nadie
en este jodido planeta que tenga más ganas que yo de tenerte de esa manera,
pero no quiero joderlo todo. No contigo.
Y entonces
me doy cuenta de que realmente lo dice en serio, quiere esperar.
-Está bien
–le digo.
-¿Estás
enfadada? –sonríe.
-No puedo
estarlo contigo –suspiro- ya lo sabes.
Y así, sin
más, apaga la luz y me arrastra junto a él en la cama. Se acuesta a mi lado y
pasa su brazo por encima de mí cogiendo mi mano al otro lado, pega su cuerpo al
mío por mi espalda abrazándome, haciéndome sentir segura. A salvo. Aún puedo
notar su excitación detrás de mí. Me da un beso dulce y suave y entonces el
silencio nos invade. Esta vez un agradable silencio, porque estoy con él, y
nada puede salir mal.
-Te quiero
–susurra.
-Yo también
a ti.
Y así, con
su respiración haciéndose más lenta al compás de la mía, ambos nos perdemos en
los sueños, que por primera vez en mucho tiempo son eso, sueños, y no
pesadillas.
-----------------------------------------------------------------------------------------------
RT aquí si leíste el capítulo. Prometo publicar mucho más a menudo de aquí en adelante. Gracias por seguir aquí tras cada capítulo, espero que os haya gustado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario