-¿Estás
enfadada? –sonríe.
-No puedo
estarlo contigo –suspiro- ya lo sabes.
Y así, sin
más, apaga la luz y me arrastra junto a él en la cama. Se acuesta a mi lado y
pasa su brazo por encima de mí cogiendo mi mano al otro lado, pega su cuerpo al
mío por mi espalda abrazándome, haciéndome sentir segura. A salvo. Aún puedo
notar su excitación detrás de mí. Me da un beso dulce y suave y entonces el
silencio nos invade. Esta vez un agradable silencio, porque estoy con él, y
nada puede salir mal.
-Te quiero
–susurra.
-Yo también
a ti.
Con
su respiración haciéndose más lenta al compás de la mía, ambos nos perdemos en
los sueños, que por primera vez en mucho tiempo son eso, sueños, y no
pesadillas.
Me despierto
dolorida y busco a tientas su mano a un lado y otro de la cama pero todo está
frío. De nuevo sola. Abro los ojos alarmada y veo que no hay nadie en la
habitación. La luz entra tenue por la ventana por lo que no debe de ser muy
tarde, me pongo en pie y corro escaleras abajo en su busca. No puede haberse
ido. No…
-Sí, será
hoy –murmura una voz desde la cocina, me paro en seco y quedo inmóvil sobre la
barandilla- quiero que todo esté preparado para esa hora –parece agitado- me da
igual. Iré a recoger la urna. Si. No. Está bien, espero vuestra llamada.
¿Urna?
El silencio
se hace durante un momento y el móvil vuelve a sonar.
-Perfecto,
que así sea entonces. Tenedlo todo listo.
Escucho el
sonido del teléfono caer sobre la mesa y sé que ha acabado. Bajo los últimos
escalones y entro en la cocina. Justin levanta la vista y al verme su cara se
ilumina dejando atrás todo rastro de preocupación.
-Buenos días
pequeña –murmura, y se acerca para abrazarme. Deposita un beso sobre mis labios
y después otro más sobre mi mejilla -¿Cómo te encuentras?
-Estoy bien
–le digo- ¿con quién hablabas?
-Siéntate
–me pide- he hecho café.
-¿Justin?
–insisto.
-¿Quieres
tostadas?
-No quiero
tostadas.
-¿Magdalenas?
-Justin
–espeto.
-Está bien
–suspira- pero antes desayuna ¿sí?
Me dispongo
a exigirle una respuesta pero veo sus ojos cansados. Él está pasándolo aún
peor, por lo que accedo y me levanto para servirme una taza de café. Vuelvo a
la mesa y le doy un sorbo.
-¿Cómo has
dormido? –pregunto.
-Bien como
no lo hacía desde días, gracias a ti –sonríe- tenerte aquí después de todo…
-Yo también
pude descansar –le digo, ignorando las cuatro horas que pasé llorando en
silencio a su lado, espero que no se diera cuenta- es decir, sin pesadillas.
-¿Tu
también?
-A menudo
–murmuro tomando otro sorbo- pero esta noche no. Soñé contigo.
-Yo también
lo hice –sus ojos brillan y sé que realmente fue bueno.
Acabo el
café y dejo la taza a un lado. Él me mira y parece preocupado, suspira y
asiente en mi dirección.
-Vale
–murmura.
-¿Y bien?
-Será esta
mañana –susurra despacio, como si quisiera ver mi reacción muy detenidamente-
el entierro.
-El…
Mierda.
-Está todo
preparado. Mi madre y Scooter vendrán, aunque él podrá quedarse poco tiempo.
-No es
necesario –digo, con un hilo de voz.
-Les dije
que no vinieran, pero ellos querían estar.
-Yo…
-Tenemos que
hacerlo, Swed –susurra tierno, su voz me relaja- sabes que debemos hacerlo.
Después podremos seguir adelante.
-¿Seguir
adelante? –bufo.
-Sé que es
difícil, lo sé –insiste- pero cuanto antes lo hagamos…
-Tienes
razón –le digo.
-Supongo que
sí –murmuro- solo…
-Me puse en
contacto con algunas de las amigas de tu madre y ellas se encargaron de avisar
a sus demás conocidos, todos están al tanto –explica- también tiene un lugar
reservado entre tus abuelos, las flores están encargadas, un pastor vendrá a
oficiar la ceremonia, tu madre… yo iré a recoger su urna...
-Está bien
–le corto- vale. Suficiente. –cojo aire e intento calmarme- gracias por estar
haciendo esto cuando no tendrías por qué.
Ahora quiero
echar todo el café. Creo que habría sido mejor hablar antes y desayunar
después. Hago una mueca y me llevo la mano a la cabeza.
-¿Estás
bien?
-Solo un
poco mareada –digo.
-Swed…
-Bien, ¿a
qué hora?
-Once.
-¿Qué hora
es? –busco un reloj, pero recuerdo que a mamá no le gustaba tenerlos en la
cocina. Siempre decía que la comida era un momento importante del día y no
estaba permitido tener prisa.
-Son las
nueve, tenemos dos horas –Y supongo que dos horas deberían ser suficientes para
prepararme a enterrar a mi madre, mi única familia- voy a ir ya para arreglar
unas cosas, mi madre está en el cementerio.
Llegó anoche. ¿Crees que podrás
prepararte? Volveré a recogerte.
-Sí, está
bien, ve.
-Si
necesitas que me quede…
-No –le
digo- ve tranquilo.
Tras una
discusión sobre dejarme o no sola consigo que Justin se vaya, y a pesar de que
le prometo estar bien segundos después de traspasar la puerta vuelvo a sentirme
sola y el techo se me cae encima aplastándome y dejándome sin respiración. Me
obligo a guardar la calma pensando que de una forma u otra haremos esto, así
que supongo que resignarse es… una opción.
Subo a mi
habitación y me doy una ducha para despejarme e intentar mantenerme despierta.
Busco en mi armario y me decido por unos jeans negros ajustados y una camisa
sin mangas del mismo color, zapatillas negras y… gafas de sol. Negras también.
Creo que mis ojeras no son necesarias a la vista de todos. Dejo que el pelo se
seque con el tiempo y meto el móvil en mi bolsillo.
Agradecidamente
cuando acabo de prepararme solo falta media hora, por lo que supongo que Justin
estará a punto de llegar, lo que significa que no tengo demasiado tiempo para
pensar y estar sola, lo que es bueno. Relativamente. Bajo las escaleras en
busca de un vaso de agua cuando la puerta suena con un golpe seco. Ahí está.
Justo a tiempo. Comienzo a andar hasta ella y entonces caigo en algo. Justin se
llevó las llaves ¿no es cierto? Pero.. ¿Quién más podría ser? Mamá no, desde
luego. Y ya no tengo a nadie.
Salgo de
dudas girando el pomo y dejo que ésta se abra. La lisa tabla de madera se aleja
y le veo.
Pero no es
Justin.
Tampoco
mamá.
Es Scott.
Me quedo de
piedra, sorprendida y ardiendo en cólera a la vez. Inmóvil por mis músculos
rígidos, si pudiera moverme en este momento le abofetearía la cara.
-Hola,
Sweden –dice con voz ronca.
-Tú…
-murmuro- ¿Qué… coño… haces… en mi… casa? –arrastro las palabras con veneno.
-Solo he
venido a ver… a ver como estabas…
-Maldito
hijo de puta ¿aún no tuviste bastante? -y entonces recuerdo que estoy sola.
Él se queda
quieto al otro lado con cara de sorpresa, vaya, parece que no fue eso a lo que
vino.
-Escucha –me
dice- vine a pedirte perdón por todo –suspira- me enteré de lo de… tu madre.
-No me
importa –le escupo- no eres bienvenido aquí.
-Sweden…
-Scott comienza a andar hacia mí y yo retrocedo entrando más en casa. Él me
sigue cerrando la puerta y de repente nos encontramos los dos en medio del
salón.
Mierda.
Él extiende
su mano en señal de disculpa, pero lo único que cruza mi mente en ese momento
es la imagen de él sobre mí en aquel parque. Siento entonces una arcada y juro
que necesito vomitar.
-No quiero
tus disculpas –espeto.
-Y lo
entiendo –mustia- pero necesitaba pedirte perdón por todo, se que fui un
capullo y no vas a perdonarme –clava la mirada en el suelo y da un paso más
hacia mi- pero yo…
Comienzo a
retroceder cada vez más y estoy dispuesta a salir corriendo cuando la puerta se
abre de repente y Justin aparece al otro lado. Scott se vuelve ante el sonido
de ésta y veo la cara de Justin cuando los ojos de ambos se encuentran. Suelta
las llaves tirándolas al suelo y sus manos se convierten en dos puños tensos,
dos rocas. Me quedo inmóvil aunque quiero gritarle que no haga nada, pero su
mandíbula está tensa y el color de sus mejillas se hace más fuerte. No va a
escucharme.
-¿Qué
cojones estás haciendo tu aquí? –ronronea Justin con una voz envenenadamente
calmada. Da dos pasos y comienza a acercarse a él preparándose para golpearle.
-Espera,
espera –le pide Scott retrocediendo mientras pone sus manos entre ellos en
señal de calma- solo vine a hablar.
Justin sigue
avanzando decidido a partirle la cara. Sus ojos oscuros brillan con ira. Él ya
no es el Justin con el que estuve esta mañana.
-Pues
hablemos –ríe él, pero su expresión es alocada, ha perdido el juicio, como
aquel día…
-Espera,
Justin –reacciono entonces poniéndome entre ambos- espera.
-No –dice
ronco- aparta.
-Justin para
–le pido acercándome a él- detente. Hoy no.
-Ha venido
aquí –dice sin quitarle el ojo de encima- después de lo que te hizo –su mirada
es fría como dos bloques de hielo a punto de estallar.
-Justin por
favor –pongo mis manos contra su pecho en un miserable intento de pararlo- hoy
no… precisamente –le suplico- no en su entierro.
Las palabras
parecen golpearlo como una bofetada y se para en seco rodando sus ojos hacia mí
y abandonando a Scott. El silencio se hace presente y el tiempo pasa sin que
nadie haga un solo movimiento hasta que Justin recupera el sentido. Me mira y
noto como sus pupilas recobran el color natural. Relaja sus manos y las pone
sobre mi cintura colocándome detrás de el, de modo que ambos quedan frente a
frente. Scott aún con las manos estiradas pide que le escuche.
-Di lo que
tengas que decir y sal por la puerta si no quieres que te arranque la cabeza
–bufa Justin.
-Yo… -Scott
parece nervioso, desprotegido- Solo quería pedir perdón, a los dos, por todo. Sé
que es tarde pero… -el baja una de sus manos y las mete en el bolsillo sacando
un papel.
Se lo
entrega a Justin despacio y este se lo quita de las manos. Lo mira de reojo y
de repente capta toda su atención haciendo que su expresión cambie. Me lo
tiende desde delante y yo lo cojo para observarlo. Lo que veo me deja realmente
sorprendida.
-Es la única
copia de la foto que queda –dice Scott calmado- todas las demás han sido
eliminadas. Digitales y no digitales, solo queda esa.
Es nuestra
foto. Justin y yo en el césped. La foto que jodió nuestra historia. Alzo la
vista para mirarlo directamente a los ojos y veo en ellos que parece realmente
arrepentido.
-Solo quería
dárosla para que sepáis que está olvidado. Yo ya no soy una amenaza. Podéis
hacer con ella lo que queráis –explica.
-¿Por qué
ahora? –exige Justin.
-Puede que
sea un capullo pero se cuando parar. Sweden ha sufrido bastante –me dirige una
mirada apenado- solo vine a decir que… te acompaño en el sentimiento.
Nadie
articula palabra, ambos guardamos silencio en parte porque queremos tener que
dirigirle la palabra a ese individuo lo menos posible, y en parte porque
nuestra voz ha desaparecido ante esto. Sorpresas. Parece que hoy será un día
interesante. Tras ver que no obtendrá respuesta Scott se dirige a la puerta
esquivando con un medio círculo a Justin para pasar lo más lejos de él posible.
Atraviesa el umbral con la cabeza agachada y se aleja en silencio cerrándola
detrás de él. Yo observo una vez más la foto y busco algo que decir o hacer.
-¿Y ya está?
–Murmura Justin, dándose la vuelta para romper el silencio, hace una mueca y me
mira irritado- ¿eso es todo? ¿se va sin más?
-Supongo.
-Maldito
hijo de puta –sisea- aún debería matarlo.
-Olvidémoslo
¿vale? –le pido- un problema menos. Es todo.
Éste me mira
y asiente, sabiendo que aún nos quedan unos cuantos que solucionar.
-Vamos,
llegaremos tarde.
Justin coge
mi mano y armándome de valor salimos a la calle, donde me espera un duro y
largo día de emociones que nadie sabe como vendrán.
Salimos del
coche tras llegar al cementerio. Reconozco el lugar porque he venido otras
veces con mi madre, recuerdo que solía costar una pelea cada vez que me
obligaba a venir a este sitio para visitar a mis abuelos y a mis tíos. Odiaba
con toda mi alma este agujero y lo cierto es que era totalmente comprensible.
Gran parte de mi familia está aquí. Nunca entendí por qué la gente viene a
sentarse frente a una lápida fría con un nombre grabado en ella y se queda
mirándola en silencio durante demasiado tiempo. No es necesario mostrarle
respeto a un trozo de piedra, tampoco lo es venir a hablar con tus seres
queridos. Ellos están dentro de ti, están a tu lado en cualquier lugar y dudo
que sea necesario plantarse delante de un agujero para que ellos puedan
escucharte. Solía explicarle a mi madre que cuando quería hablar con la abuela
tan solo tenía que cerrar los ojos muy fuerte y pensar en ella. Su recuerdo
venia a mi mente tal y como solía verla. Sonriendo. Eso era mejor que mirar
fijamente una piedra grabada con su nombre. Y por lo que parece… hoy vuelvo a
acompañarla a este sucio y triste lugar… para siempre.
-Pequeña
–murmura Justin a mi lado -¿estás bien?
Su voz me
arrastra fuera de mi cabeza y hace que vuelva a prestar atención al mundo real.
Me giro para observarle apoyado en la puerta del coche con los brazos cruzados.
Me he quedado helada mirando el cartel viejo y gastado en lo alto de la puerta
de entrada. “Cementerio”.
-Si –digo
seca.
Pero no es
suficiente.
Justin
abandona su postura y se acerca a mí para tirarme en sus brazos. Me rodea y yo
hundo mi cara en su pecho alejándome de todo de exterior. Sabe perfectamente lo
que necesito.
-Lo siento
tanto… -susurra apretándome contra él.
-Está bien
–sollozo intentando contener las lágrimas.
-No lo está
–responde- pero sigo a tu lado.
La entrada
está vacía y todo está en silencio, me encuentro escondida bajo la protección
de Justin mientras él me cubre con sus brazos y simplemente dejo que las
lagrimas salgan dejándome llevar con ellas, dejo de contenerme y me rindo a lo
que me está matando por dentro. Lo cierto es que desearía quedarme así para el
resto de mi existencia, pero sé que mis deseos rara vez se cumplen, por lo que
me separo y lo miro a los ojos.
-Promete que
no te irás –mi voz es apenas un susurro casi inaudible.
-Siempre
–dice, clavándose dentro de mis ojos hasta tocarme el alma.
Camino
pegada a él con pasos cortos y temblorosos. Justin agarra mi cintura
sosteniéndome en pie, cosa que agradezco pues sin su ayuda dudo que pudiera
seguir caminando a medida que nos acercamos a un corro de gente al final del
largo y gris pasillo de lápidas y flores secas. Al principio todo es una mancha
negra a penas en movimiento, que después se transforma en tristes caras a penas
reconocibles. Seco mis lágrimas y suspiro para buscar recomponerme y tras la
niebla que se ha formado en mis ojos logro reconocer algunos rostros. Anne
Rocks está ahí con una gran pamela negra y unas ostentosas gafas de sol. Solía
ir con mamá a su casa para tomar café cuando era más pequeña, ella había sido
su mejor amiga. Clarisse y Jane también se hacen visibles a un lado, justo
enfrente de dos figuras que al principio no logro descifrar y que más tarde
suben la mirada hasta nosotros y la clavan fijamente antes de abandonar el
grupo para recibirnos.
-Oh, Cariño
¿Cómo estás? –dice una dulce voz a mi encuentro.
-Pattie
–susurro- gracias por venir- y mi voz suena ridículamente ronca.
Recuerdo el
día en que la conocí en Atlanta cuando Justin nos presentó. Solo la había visto
un par de veces desde entonces pero siempre se comportó como una segunda madre.
Ella es agradable y tierna, hasta me había telefoneado en un par de ocasiones
por mi cumpleaños para ver que tal iba todo. Realmente la consideraba de la
familia.
Pattie me
dedica una tierna sonrisa de pesar y después me suelta para encontrarse con su
hijo. Los dos se abrazan y siento una punzada fatigante y dura en el pecho al
pensar que jamás podré volver a hacer eso, y entonces desearía retroceder en el
tiempo con todas mis fuerzas y abrazarla cada mañana al despertar, antes de
dormir y al volver del instituto. Si pudiera cambiar algo ahora sería el tiempo
que pasé con ella. Maldigo haber malgastado un solo segundo en gritarle y no en
tenerla entre mis brazos. Ambos se saludan con afecto y Justin se separa
volviendo a pasar su brazo por mi cintura a un lado para mantenerme cerca de
él. Ella se da cuenta y nos dedica una dulce sonrisa de aprobación.
-Sweden
–dice la otra voz a su lado- lo siento mucho.
-Scooter
–murmuro- gracias por todo –intento sacar fuerza y prosigo- Justin me dijo que
tú te encargaste de gran parte del… -mi voz se corta y el asiente en respuesta.
-Casi todo
lo hizo él –dice- yo solo hice algunas llamadas.
Sus miradas
se encuentran y Scooter hace una mueca triste hacia Justin antes de que sus
ojos vuelvan a posarse en mi.
-Deberíamos
ir –anuncia Pattie- el pastor ha llegado y van a empezar.
Ella señala
hasta el grupo de gente que se amontona frente a un agujero y puedo ver por el
hueco entre dos personas una caja de madera oscura que descansa sobre el suelo
cubierta por coronas de flores. Un dolor comienza a oprimirme el pecho y lucho
por seguir respirando. Justin se da cuenta y hace nuestro agarre más fuerte
volviéndose hacia mí con rapidez. Posa su mano sobre mi barbilla y levanta mi
cabeza para que nuestros ojos se encuentren.
-Escucha –me
ruega- podemos irnos si no…
Yo suspiro
pesadamente vaciando el aire de mis pulmones y le miro intentando ponerme derecha.
-Vamos
–murmuro, aunque no estoy segura de poder seguir caminando.
El tiempo
pasa y la ceremonia se hace condenadamente lenta. Mantengo la mirada fija en
algún punto al fondo para evitar mirar a cualquiera de las muchas personas que
mantienen sus ojos clavados en mí. Justin me agarra a su lado con dureza y
acaricia mi costado con su mano para intentar relajarme. Evito con todas mis
fuerzas posar la mirada sobre la caja de madera o las flores, sobre el agujero
negro que la espera o sobre el maldito pastor que no deja de hablar sobre el
buen acto que hizo o el recibimiento que tendrá en el cielo. Ella no debería
tener que ir a ninguna parte. Ella debería estar aquí ahora, justo a mi lado.
No de esta forma.
El hombre
deja de hablar y cierra el libro que tiene entre las manos, acto seguido dos
hombres con el mismo uniforme sujetan a ambos lados la caja y la introducen en
el agujero, cosa que no les lleva gran esfuerzo puesto que no pesa más que la
misma caja y un puñado de cenizas. Unos minutos más tarde una pesada roca tapa
el hoyo e intento no ahogarme en mis lágrimas mientras despido a la persona que
me dio la vida y hoy veo morir.
-Te acompaño
en el sentimiento –dice un hombre al que no he visto en mi vida.
Asiento
cansada y éste se marcha dejando paso al siguiente. Tres más y siento que
moriré si sigo escuchando palabras de pesar sobre mí.
-Justin
–murmuro sin poder mirarle a la cara, él sigue a mi lado. Me mira y sus ojos
brillan al ver mi expresión, sé que él también está conteniendo las lágrimas-
necesito irme de aquí.
-Claro
–susurra, y tira de mi sin más haciendo que nos alejemos dejando a un grupo de
gente esperando para hablar conmigo.
Traspasamos
la puerta de metal que da entrada a este infierno y hago mi paso más lento
mientras siento que pierdo todas las fuerzas, sigo andando hasta uno de los
bancos que hay en un extremo del aparcamiento y me dejo caer abatida. Justin se
sienta a mi lado y coge mi mano con fuerza. Noto como abre la boca para decir
algo y después vuelve a cerrarla pensándolo mejor, yo mantengo la mirada fija
en el suelo y lo único que puedo escuchar son las hojas de los arboles a
nuestro alrededor bailando de un lado a otro por el viento. Lo que se siente
como una eternidad después el móvil de Justin rompe el silencio haciéndome
saltar y éste se lo lleva al oído sin ni siquiera mirar la pantalla.
-Bieber
–dice seco, su voz ronca delata que está tan cansado como yo.
Por el
rabillo del ojo noto como su mirada se clava fija en mi volviéndose turbia y
sus labios se tornan en dos finas líneas. Levanto la vista y veo como sus
parpados se cierran fuertemente en una mueca de irritación.
-Malditos
desgraciados –suelta- vamos para allá –y cuelga el teléfono.
Giro mi
cabeza para observarlo mientras me pregunto qué más puede pasar hoy.
-Es Scooter
–anuncia- unos hombres quieren hablar contigo.
-¿Qué?
-Están en la
cafetería de aquella esquina –murmura señalando al frente- los vi antes pero
pensé que solo estaban aquí por alguna mierda de control o seguridad.
-¿Quiénes?
–digo desconcertada, no entiendo nada.
-No deberían
haber venido –espeta- no ahora.
-Justin,
dime que pasa –exijo.
-Vamos –tira
de mi mano para levantarme- enseguida lo sabrás.
Me arrastra
y nos dirigimos a la cafetería desde donde Scooter ha llamado. Al parecer él
está con esos hombres, pero… ¿Quiénes son? Y sobretodo ¿Qué quieren de mi? Según nos acercamos la expresión de Justin se
vuelve cada vez más tensa y puedo oír rechinar sus dientes. Tiene la mandíbula
apretada y los ojos clavados en el suelo mientras caminamos. Al atravesar la
puerta Justin se para en seco y sujeta mi cara con ambas manos haciendo que
nuestros ojos se encuentren de lleno.
-Escúchame
Sweden –me pide- pase lo que pase ahí dentro no te preocupes por nada, no voy a
dejar que te hagan daño.
-¿Qué?
–pregunto perpleja, no entiendo de qué va todo esto.
-Solo
quédate a mi lado y no te pongas nerviosa.
Justin me
dedica una última mirada y nos lleva hasta una de las mesas más alejadas al
fondo, en la que dos hombres vestidos con traje y corbata esperan con las manos
cruzadas y en silencio frente a Pattie.
Esto me da
muy mala espina.
-------------------------------------------------------------------------------------------
RT aquí si leíste este capítulo, gracias por leer y espero que os haya gustado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario