-Vamos –tira
de mi mano para levantarme- enseguida lo sabrás.
Me arrastra
y nos dirigimos a la cafetería desde donde Scooter ha llamado. Al parecer él
está con esos hombres, pero… ¿Quiénes son? Y sobretodo ¿Qué quieren de mi? Según nos acercamos la expresión de Justin se
vuelve cada vez más tensa y puedo oír rechinar sus dientes. Tiene la mandíbula
apretada y los ojos clavados en el suelo mientras caminamos. Al atravesar la
puerta Justin se para en seco y sujeta mi cara con ambas manos haciendo que
nuestros ojos se encuentren de lleno.
-Escúchame
Sweden –me pide- pase lo que pase ahí dentro no te preocupes por nada, no voy a
dejar que te hagan daño.
-¿Qué?
–pregunto perpleja, no entiendo de qué va todo esto.
-Solo
quédate a mi lado y no te pongas nerviosa.
Justin me
dedica una última mirada y nos lleva hasta una de las mesas más alejadas al
fondo, en la que dos hombres vestidos con traje y corbata esperan con las manos
cruzadas y en silencio frente a Pattie.
Esto me da
muy mala espina.
Scooter se
acerca a nosotros y se para frente a Justin.
-Escucha,
tengo que irme –se disculpa- he intentado hablar con ellos pero no sirve de
nada, Pattie se quedará con vosotros. Volveré a llamar después.
Justin
asiente serio y sigue su camino tirando de mi mano hasta la mesa, en la que los
dos hombres me piden que tome asiento. Lo hago colocándome frente a ellos, con
Pattie a un lado y Justin al otro.
-Sweden Jane
Hamilton –dice uno en tono serio- ¿no es así?
-S-si
–murmuro aún perdida.
-Necesitamos
hacerle unas preguntas.
¿Preguntas?
¿De qué va esto? Parece uno de esos episodios de C.S.I. ¿Van a interrogarme?
¿Creen que yo he matado a mi madre? ¿Qué soy una terrorista? Tal vez vayan a
meterme a la cárcel por tomarme aquel bote de pastillas, o puede que sea a
Justin a quien vayan a encerrar por firmar ese estúpido alta en mi nombre.
Dios, esto es tan confuso…
-¿Quiénes
son ustedes? –digo, y me siento repentinamente amenazada por su mirada.
-Somos
trabajadores –contesta el otro- de servicios sociales.
Oh… mierda.
La mano de
Justin se desplaza colocándose sobre la mía bajo la mesa y la aprieta entre sus
dedos, mantiene la mirada fija en los dos hombres con semblante serio. Sé que
intenta intimidarlos, pero al parecer no funciona en absoluto.
-Asistentes
sociales… –me digo, ahora ya lo entiendo todo.
-Nos encargamos
de mantener el orden y prestar servicio a los ciudadanos que requieran nuestra
ayuda, principalmente a los niños que necesitan un trato especial o sufren
cualquier tipo de maltrato o accidente.
-Yo no he
sufrido maltratos –espeto.
-También
tenemos la obligación de asignar un hogar de acogida a niños huérfanos –dice
sin más, y sus palabras me abofetean dejándome sin respiración. Ya sé que están
haciendo aquí.
-Yo… yo no…
-Sweden
Hamilton –escupe mi nombre- hemos recibido el aviso de que su tutor legal ha
fallecido y no tiene otro pariente cercano que pueda hacerse cargo de usted.
-Voy a
cumplir dieciocho en menos de un año –escupo.
-Y hasta
entonces no tiene a nadie que pueda mantenerla hasta la mayoría de edad –bufa
el de la derecha- ¿es eso correcto?
-No…
-¿Está su
padre vivo o en condiciones de ocuparse de usted? –Espera mi respuesta, pero no
llega- ¿Sus abuelos siguen vivos? ¿Tiene tíos que sean propietarios de un lugar
en el que pueda residir usted en ese tiempo?
Para
encargarse de prestar ayuda a los ciudadanos estos hombres parecen salidos de
una sala de tortura. Malditos imbéciles.
-Todos están
muertos –murmuro seca, mis ojos queman pero por alguna razón ya no me quedan
lágrimas, por lo que se mantienen secos e irritados.
Pienso en
todos los nombres que estaban al lado de mi madre en aquel sitio, en todos los
que alguna vez quise. Y luego recuerdo a mi padre. Ni siquiera sé si sigue
vivo. Hace diecisiete años que no lo veo.
-Por lo
tanto y puesto que usted es ahora cargo de servicios sociales –enarca una ceja
el hombre de ojos vacíos- se le asignará un hogar de acogida en el que podrá
proseguir su vida hasta que cumpla dieciocho años, periodo en el cual será
libre para abandonar el lugar si así lo desea.
Las palabras
se clavan en mi cerebro al mismo ritmo en el que mi cabeza las absorbe e
intenta leer. Voy a explotar de un momento a otro.
-Un…
orfanato –susurro- ¿está usted de broma?
-Si tiene
usted algún otro sitio en el que quedarse puede decírnoslo y estaremos
encantados de dejarla marchar a cargo de un adulto cualificado.
-Tengo mi
propia casa –escupo- no necesito que nadie me planche la ropa interior.
En ese
momento siento un impulso de levantarme y abofetear a esos dos idiotas con
corbata, pero Pattie roza mi rodilla con su mano invisible a los ojos de los
dos hombres pidiendo calma.
-Caballeros
–interviene ella por primera vez- creo que este no es un buen momento para
hablar sobre ello. Tal vez si volvieran en unos días…
-No
–responde secamente- la chica debe ser trasladada a un centro de acogida hoy
mismo en el que quedará a cargo del departamento social.
-Dudo que
eso sea necesario –escupe Justin ahora mientras noto como su mano se endurece
en torno a la mía, su puño asoma de nuevo.
-Esta
conversación se da por finalizada –se pone en pie uno de los hombres- señorita,
acompáñenos por favor –extiende su mano.
-No…
-susurro.
-Puede
hacerlo por las buenas –se incorpora el otro en tono amenazador- o por las
malas.
Miro a
Justin desesperada y noto como mis piernas comienzan a temblar. Pattie está
rígida de repente y él vuelve a tener la mandíbula tensa. Esto no puede ser
bueno.
-Pero mis
cosas… -intento ganar tiempo.
-Todo lo que
necesita está en su casa de acogida, no necesitará más que lo que se le
proporcione.
-Están
queriendo decir que la llevan presa a una jodida cárcel –bufa la voz ronca a mi
lado- como un criminal. Como un asesino.
-Ustedes no
pueden llegar y llevársela sin ni siquiera avisar –espeta Pattie.
-Es nuestro
trabajo –dice aburrido uno de los hombres- y ahora si nos disculpan –comienza a
acercarse a mí con su brazo extendido.
-¡No va a ir
a ninguna parte! –grita Justin, captando la atención de toda la gente de la
cafetería que ahora nos miran interesados.
Veo como su
brazo comienza a temblar a mi lado y sé que no va a quedarse quieto. Necesito
hacer algo, necesito tiempo, tengo que pensar.
El hombre de
corbata sigue acercándose y Justin se coloca de pie para ponerse entre nosotros
y así evitar que pueda tocarme. Pattie hace lo mismo y el segundo hombre se
acerca también a ella. Esto es demasiado.
-Está bien
–susurro.
El silencio
se hace de repente cuando los cuatro paran en seco su enfrentamiento. Todos se
hacen a un lado para ver mi cara y poder asegurarse de que escucharon bien.
-¿Qué? –dice
Justin, medio gritando y medio sin voz por la sorpresa.
-Iré con
ellos –suspiro- he tenido bastante por hoy.
-Pero
Sweden… -susurra.
-Siento
haberos causado tantas molestias –me deshago del agarre de Justin, que deja
caer su mano abatida- siento todo esto –si mis lagrimas no hubieran abandonado
mis ojos ahora mismo estaría fregando el suelo con ellas- siento cualquier
clase de obstáculo que haya podido suponer para vuestras vidas. Perdonad –pido-
simplemente… lo siento.
Los ojos de
Justin están abiertos como platos y la expresión de su madre no es de menor
sorpresa. Los hombres, cansados y aburridos con su indiferencia y falta de
sentimientos asienten haciéndome una señal para que camine delante de ellos.
Miro a Justin por última vez y pongo la mano sobre el hombro de la mujer en
señal de disculpa antes de darle la espalda a las únicas personas que apostaron
algo por mi cuando me quedé sola, aunque al parecer… eso no basta. Giro por
última vez para atravesar la puerta y durante un segundo puedo ver la silueta
inerte y abatida del que fue, es y será la única persona capaz de darme vida
cuando todos los demás me la arrancaron.
-Te quiero,
Justin –susurro, y abandono toda esperanza.
El viaje
hasta mi nuevo infierno personal, para mi sorpresa, se hace demasiado corto, o
tal vez simplemente sea la sensación que hay dentro de mi cabeza puesto que ya
me da igual a donde me lleven, me da igual a donde vaya. He dejado de esperar
que algo bueno pueda pasar. Metida de lleno en mi cabeza y lejos de toda
realidad espero en la parte de atrás de un coche negro de cristales tintados.
Los dos hombres hablan secos y aburridos en la parte de delante mientras yo
mantengo los ojos cerrados en uno de los asientos pidiendo algún milagro que
haga que todo esto acabe de una vez. Tal vez un accidente de coche, tal vez una
explosión repentina en el motor, tal vez… un fallo en los frenos. He dejado de
tener esperanza.
El coche se
detiene en seco y la puerta a mi lado se abre, bajo arrastrándome abatida y mis
ojos se encuentran con un edificio enorme delante de nosotros. Es gris y sin apenas
ventanas en el exterior. Barrotes en las más bajas y tablones de madera en las
de más arriba para impedir, supongo, que alguien pueda lanzarse hasta el suelo
en picado, aunque visto lo visto… no es tan mala idea. Todo tiene un aspecto extremadamente triste.
¿Qué es esto? ¿Una cárcel?
-¿Dónde
estamos? –murmuro, mientras traspasamos la puerta que nos lleva a un recibidor
con el mismo aspecto apagado.
-En el
orfanato de Drive Point –suelta uno de mis guardaespaldas.
-Pues tiene
más pinta de ser un reformatorio –bufo.
Ruedo los
ojos cansada y veo por un momento lo que parece ser un amago de sonrisa en el
hombre de mi derecha.
-Puede que
si –susurra- quien sabe.
Malditos
imbéciles.
Cuando por
fin los dos gorilas con cara de yorkshire dejan de escoltarme y abandonan el
edificio en busca de más niños que hacer sus rehenes y traer como presa a este
antro, una mujer baja y con aspecto desgastado sale a mi encuentro para
dirigirme por el largo pasillo hasta una de las habitaciones del fondo. Al
entrar me paro en seco y necesito un momento para que mis ojos se acostumbren a
la luz. Está oscuro y huele mal. Doy unos pasos para encontrarme en el centro
del cuarto observando lo que parece ser mi nuevo hogar. Una habitación con
paredes grises para variar, de cemento sin nada colgado en ellas. Una lámpara
casi apagada en el techo y tan solo una ventana diminuta en la parte derecha.
Un escritorio y una silla al fondo. Un pequeño armario que más bien parece una
caja y una puerta que supongo da a un aseo. En mi inspección algo me llama la
atención, hay dos camas. Y una de ellas está ocupada.
Una chica
morena de pelo largo está tumbada boca arriba, tiene los cascos puestos y mira
al techo como si realmente estuviera observando algo interesante. Está inmóvil
con la única excepción de su pié, moviéndose arriba y abajo por al compás de la
música. Ni siquiera se molesta en girar la cabeza para ver que alguien ha
entrado. La mujer de uniforme azul claro deja sobre mi cama una caja y se
vuelve para mirarme.
-En esa caja
están tus pertenencias, esta será tu habitación. Desayuno a las nueve, comida a
las dos y cena a las diez. No guardan raciones por lo que si llegas tarde te
quedas sin comer. No está permitido abandonar el edificio a no ser que tu tutor
de permiso –suspira aburrida, como si hubiera soltado el mismo royo a cada
chico que ha entrado, posiblemente así sea- todos los huéspedes menores de
dieciocho años deberán estar en sus respectivas habitaciones antes de las doce
de la noche, si alguno es pillado fuera de la cama a dicha hora tendrá que
correr con las consecuencias. No están permitidos aparatos electrónicos ya sean
ordenadores, móviles, reproductores o cualquier otro tipo del exterior. Ella es
tu compañera de habitación –señala a la chica, que sigue sin prestarnos la más mínima
atención- si ocurre cualquier incidente o pelea entre compañeros de habitación
u otro inquilino que se hospede en este lugar se llevará a cabo una sanción
severa –la mujer me mira con ojos vacíos- ¿alguna pregunta?
Se me ocurren
unas cuantas.
-¿Tengo un
tutor? –murmuro.
-No aún,
pero se te será asignado uno en breve. Hasta entonces permanecerás aquí –escupe
con desprecio.
-Maravilloso
–bufo.
-¿Algo más?
–espeta, su voz suena dura, amenazadora.
Oh, si, por
supuesto. Algo más, por ejemplo… ¿En qué tipo de prisión dejada de la mano de
dios y de seres humanos me habéis metido? ¿Dónde está el “estamos aquí para
ayudar a niños con cualquier tipo de problema”? ¿Qué fue de la hospitalidad? Y
lo más importante… ¿Qué demonios hago yo aquí? Algo más, algo como… ¿por qué razón
no está permitido ver la luz de la calle? Oh si, tal vez sea porque son
conscientes de que si alguien pudiera salir jamás volvería a este agujero.
¿Quiere algo más? Hablemos de por qué hay un toque de queda para estar en la
cama y por qué no se permite comunicación con el exterior, ¿no quieren que
pidamos ayuda? O podemos hablar de cuáles son esas sanciones severas, ¿torturas
tal vez? ¿Dónde están los fosos? ¿Y las mazmorras? ¿Tal vez tengan un juego de
esposas y cadenas de mi talla. Esto es ridículo.
-Nada
–escupo.
Tras esto la
mujer me da la espalda y desaparece tras la puerta. Y así, sin más, me quedo
parada en medio de mi cálido y pacifico hogar. Suspiro con un nudo en la
garganta que no me deja respirar y me siento sobre el borde de la dura cama.
Echo un vistazo al interior de la caja. Hay un pijama de color azul claro y un
par de pantalones de chándal y camisas blancas. Un cepillo y una toalla. Esto
es genial. Tal vez pueda cortar los barrotes con alguna lima de uñas y escapar,
o puede que escavando un agujero…
-Eh, tú
–bufa una voz áspera desde la otra cama.
Es ella.
Abro los
ojos y deshago el agarre que mis manos ejercían contra mi cara para esconderme
de todo esto. Alzo la cabeza y veo que su mirada está clavada en mí.
-¿Yo? –es
todo lo que se me ocurre decir.
-Creo que no
hay nadie más en esta habitación –hace una mueca- ¿eres nueva?
-Supongo que
sí.
Ella me
dedica una sonrisa torcida y sacude la cabeza.
-Bienvenida
a Mordor.
-Oh, gracias
–suelto, irónica- y supongo que esto está lleno de trasgos y orcos sedientos de
sangre.
-Algo así
–ríe- eso de antes era uno, acostúmbrate.
La chica
alza una mano y recorre la habitación con un gesto rápido.
-Y estos son
nuestros aposentos –explica- tienes suerte, te mandaron a los VIP.
-¿De verdad?
–bufo, mirando a mi alrededor- mandaré una carta de agradecimiento entonces.
-Soy
Treshboth –murmura, y su voz se vuelve cansada.
-¿Qué?
-Lo sé
–rueda los ojos- cortesía de mi madre. Era un friki de películas de fantasía.
Mi padre era un chiflado que apoyó su decisión de poner a su hija el nombre de
un alienígena viscoso y verde. Es digno de aplausos.
-Diles de mi
parte que hay una gran lista de nombres bonitos en internet –siseo.
-Murieron
–dice seca.
Y esta soy
yo haciendo amigos.
-Lo… siento.
-No me
acuerdo de ellos –asegura sin más- ¿y tú?
-¿Yo?
-Que como te
llamas tú –dice, con burla- estás un poco espesa.
-Tuve un día
interesante –suspiro, no culpes a mi cabeza- soy Sweden.
-Sweden
–repite- es bonito.
Parece que
sí hay alguien simpático en este sitio.
-Gracias –mi
mirada viaja hasta sus manos, que juegan con los cascos sobre su regazo. Un
hilo de sonido sale de ellos, por lo que no están apagados, eso me lleva a
algo- creía que “no están permitidos aparatos electrónicos ya sean ordenadores,
móviles, reproductores o cualquier otro tipo del exterior” –intento imitar la
voz de la agradable señora y carcelera.
Ella mira
también los cascos y suelta una risita.
-Cuando
llevas tanto tiempo como yo aquí pasas a ser preso de confianza. Tengo algunos
contactos y las normas no son lo mío.
-Ya veo
–asiento- supongo que por eso no vistes este maravilloso uniforme de
presidiario.
Ella lleva
unos jeans ajustados y una camiseta negra de tirantes con el logo de AC/DC en
su pecho. Sobre el suelo descansan unas botas oscuras de montaña.
-Me traen
ropa de fuera –dice- contactos.
Asiento
cansada y me dejo caer sobre la cama sin más fuerzas para seguir haciendo
preguntas. Los muelles se me clavan en la espalda y siento un pinchado en el
costado. Alejo la caja de una patada, que aterriza en el suelo, y me doy la
vuelta para plantarle cara a la pared.
-Estupendo
–espeto.
Ella suelta
un suspiro, medio risa, medio quejido y vuelve colocarse sus cascos después de
murmurar un “encantada de conocerte”. Yo cierro los ojos y me abrazo, encogiéndome
hasta formar una bola con mi cuerpo. Sumida en mis pensamientos vuelvo a
alejarme como he aprendido a hacer durante este tiempo, y estos me llevan a una
imagen clara.
Justin.
¿Qué se
supone que pasará ahora con él? ¿Tengo que resignarme y pensar que todo se ha
acabado definitivamente? Ahora estoy encerrada y me siento más lejos de él que
nunca. Recuerdo su cara la última vez que pude verlo. Estaba realmente abatido.
Lo ha dado todo por mí estos días, me ha cuidado, ha estado a mi lado.
Realmente por él es por quien he podido seguir con todo esto, y ahora… nos han
vuelto a poner una barrera infranqueable. Un gran muro de cemento. Ya ni
siquiera tengo esa sensación de poder querer intentar hacer algo para solucionarlo,
porque no hay nada que solucionar. Si quedaba alguna opción de poder estar
juntos acaba de enterrarse en lo más hondo del infierno.
¿Cuándo se
convirtió mi vida en esto? ¿Cuándo he llegado a caer tan bajo? Hace tan solo
una semana estaba bajando las escaleras de casa mientras absorbía el aroma a
bizcocho y escuchaba a mi madre tararear una canción de The Beatles desde la cocina. Aún siento el calor de su mano en mi
rodilla cuando ambas veíamos una película tiradas en el sofá. La echo tanto de
menos… ahora supongo que todo da igual, he llegado a este sitio, este lugar de
película. Creía tener pesadillas cuando soñaba que me quedaba sola en una
habitación oscura y nadie venía a ayudarme a pesar de que gritaba hasta dejarme
los pulmones. Creía que era malo cuando me despertaba por un sobresalto en mi
cama y todo estaba en silencio. Recuerdo las peleas con mi madre y haber
deseado que todos desaparecieran y poder quedarme sola, y dios mío… juro que
ahora daría lo que fuera para no haber dicho eso jamás. Estoy dentro de mi
propia pesadilla y ahora no puedo despertar.
-Eh, Swed
–dice una voz ronca a mi lado, noto una mano sobre mi hombro y me obligo a
rodar sobre mi espalda para deshacerme de ella–despierta, es hora de desayunar.
¿Desayunar?
Mierda. Abro
los ojos y me encuentro de lleno con esa chica. ¿Cómo se llamaba?
-Agh
–mustio, restregándome los ojos con las manos- me he quedado dormida.
-¿Dormida?
Llevas en coma desde que llegaste. Son las ocho y media de la mañana.
¿Qué?
-Joder
–murmuro- ¿por qué no me despertaste?
-Lo estoy
haciendo ahora, creí que querrías dormir.
Me
incorporo, aun aturdida y mareada y la busco con la mirada. Su pelo está
recogido en un moño alto y viste con una camiseta azul oscura y unos shorts
cortos.
-Gracias –le
digo.
-Supongo que
querrás darte una ducha –señala el baño- tenemos que estar en el comedor en
menos de media hora.
Recuerdo las
palabras de aquella mujer y de repente siento una extraña urgencia por correr
hacia allí. Oigo mis tripas rugir y caigo en que mi última comida fue aquella
taza de café que tomé con… Justin.
Una punzada
se clava en mi estómago y esta vez sé que no tiene nada que ver con el hambre.
Me pongo en pie y me acerco a la caja que ahora está sobre la silla. Saco el
cepillo, la toalla, y… mi ropa.
-Yo puedo
prestarte algo –ríe en una mueca divertida la chica, al ver mi expresión
mientras sostengo la camisa, al menos tres tallas más grandes.
-Lo cierto
es que te lo agradecería mucho.
Ella asiente
y corre hasta el armario, tirándome una camiseta sin mangas y unos jeans.
También coge unas botas negras y las deja sobre mi cama.
-Eres muy
amable... –dudo, y me doy cuenta de que no recuerdo su nombre.
-Llámame
Tresh –sonríe.
-Tresh –le
digo- es bonito.
Salgo de la
ducha, en la que para mí no sorpresa el agua caliente es inexistente, y me
cepillo intentando vencer los nudos que se han formado rebeldes en mi pelo.
Tresh me espera sobre la cama leyendo un libro distraída.
-Gracias a
dios Swed –exclama cuando me ve, y de repente algo me oprime el pecho muy
fuerte dejándome sin respiración.
Su recuerdo.
Él solía
llamarme así.
-Tresh –le
pido- si no te importa… llámame Sweden.
Ella suelta
el libro y se pone en pie.
-Como
quieras, vamos a comer algo –anuncia, y mi estómago ruge en respuesta.
Entramos a
un comedor para mi sorpresa bastante grande. Aquí hay más gente de la que
imaginaba. Nos dirigimos a una de las mesas del fondo, en la que otros dos
chicos devoran un bol de cereales y tomamos asiento ante su mirada expectante
clavada en mi. Soy el juguete nuevo.
-Vaya
Treshby –balbucea uno aún con la boca llena- veo que traes a una amiga –su
mirada sucia se clava en mí y me siento repentinamente incómoda.
-Cállate
estúpido –escupe ella- no es para tu diversión.
-Vale, vale
–dice, extendiendo los brazos en señal de abandono. Coge la cuchara y vuelve a llevársela
a la boca.
Alzo la
vista de nuevo para ver al chico que se encuentra a su lado. Nos observa en
silencio mientras le da otro bocado a su tostada. Tresh le saluda con la cabeza
y agarra mi mano para ir a buscar algo de comer.
-Te aconsejo
que no toques nada de aquella parte –señala las bandejas del fondo- es tóxico.
-Ah… -paso
la vista sobre las bandejas que se extienden con alimentos mustios y sostengo
el plato vacío entre mis manos. Mis ojos se paran en una especie de puré de
color verde que parece desprender cierto aroma a… ¿guisantes?
-Yo que tu
no lo haría –advierte ella- mejor coge un par de tostadas y un vaso de zumo.
Nada hecho aquí.
Le hago caso
y vierto en una taza un poco de batido de naranja. Agarro un trozo de pan
tostado y me hago a un lado para dejar pasar a otro chico con aspecto de pocos
amigos que me empuja al pasar frente a mi. Un poco de zumo se derrama sobre el
suelo y suspiro intentando esquivarlo.
-Interesantes
los chicos de este lugar –bufo- con mucho… carácter.
Tresh se reúne
a mi lado con lo que parece café y un par de magdalenas.
-No puedes
culparlos, nadie está aquí por su propia voluntad –se encoje de hombros- ¿o tu
si?
-No, desde
luego –cojo aire y lo suelto sin ganas- ¿Qué hay de ellos? –señalo con la
bandeja a los dos chicos que nos esperan en la mesa.
-Oh, Mark es
un idiota, sus padres murieron cuando él era pequeño y su abuela, la única
familia que le queda, está atada a un hospital psiquiátrico por intentar
envenenar a su marido. Él murió de un infarto. Siempre está metiéndose con los
chicos nuevos pero en realidad se dedica a defender a los más débiles, las
mujeres lo vuelven loco –señala al alegre tipo que engulle sus cereales- en
cuanto a Ian… -suspira- él lleva aquí mucho tiempo, pero nunca habla con nadie.
Su padre lo maltrataba y cuando fue a la cárcel lo trajeron aquí. Se dedica a
acompañarnos por ahí y asentir de vez en cuando a los chistes malos de Mark.
-Vaya…
Y yo que
creía que era la única persona con una vida asquerosa. Me siento estúpida.
-Vamos,
comamos algo –dice, y comienza a andar hacia la mesa.
Tomamos
asiento de nuevo y el chico llamado Mark empieza a soltar un monologo sin
permiso sobre algo que vio en la tele la pasada noche. Hace pausas para
llenarse la boca y sigue hablando a pesar de que nadie le presta atención. Yo
decido dejar de intentar entenderlo cuando los restos de maíz salen de su boca
y las palabras no logran ser legibles. Muerdo un trozo de mi tostada y miro de
reojo al chico Ian intentando que éste no me pille observándolo. Él mantiene la
vista fija en la mesa de madera y puedo ver cuando gira la cabeza una cicatriz
que le ocupa desde la oreja hasta la parte de abajo del cuello relucir. Vaya…
-¿Y cuál es
tu historia, chica nueva? –me llama Mark.
Salgo de mi
atontamiento pillando solo la última parte
y lo miro sin saber si es a mí a quien me habla.
-¿Qué?
-Que por qué
estás aquí –repite.
-Pues… -doy
otro sorbo a mi zumo y hurgo dentro de mi cabeza para intentar buscar algo que
decir.
-Déjala, no
quiere hablar de ello –interviene Tresh al ver que mis ojos se turban.
Mark baja la
cabeza y su sonrisa desaparece.
-No, está
bien –suspiro- supongo que por la misma razón que vosotros. Ya no tengo
familia. -Un nudo en la garganta me estrangula y dejo la tostada de nuevo sobre
el plato- Mi madre ha muerto, y bueno…
-Pero no
eres tan joven –vuelve a replicar Mark- es decir, no debe de quedarte mucho
para cumplir dieciocho, ¿tal vez dos años?
-Menos de
uno en realidad, en seis meses cumpliré la mayoría.
-¿Y qué
harás? –sale ahora Tresh.
-No lo sé
–murmuro- no lo he pensado. Supongo que irme de aquí, a cualquier parte.
-A mi me
falta un año, dos meses y diez días –exclama triunfal el chico de la sonrisa
reluciente- en cambio a Tresh tan solo cuatro meses.
-Oh… -mi
mirada se dirige ahora al chico silencioso y me pregunto cuánto le faltará a él
para irse, en realidad parece muy mayor para estar aquí.
Mark sigue
la dirección de mis ojos y asiente, como si pudiera leer mi pensamiento.
-Ian tiene
diecinueve años y medio –murmura, y éste levanta la cabeza para dedicarnos una
mirada pesada- se fue al cumplir los dieciocho pero poco después volvió, él
dice que el mundo no es lugar para él.
¿Él dice?
¿De verdad él dice algo? En cualquier caso… cualquier lugar en el mundo,
incluso el infierno debe de ser mejor que esto.
Vuelvo a
coger mi tostada cuando una especie de sirena suena en el comedor y hace que
salte sobre mi misma dejándola caer al suelo.
-¿Qué
diablos es eso? –pregunto irritada.
-Las clases
empiezan para quien aún está en educación, por otra parte los chicos de
reformación deben ir al pabellón para tener clases de “control de ira” –alza
Mark sus dedos en forma de comillas- aunque no sirve de nada al parecer –señala
a dos tipos al fondo, uno le da un puñetazo a otro en la cara y el segundo le
propina una patada. Poco después dos hombres de uniforme se acercan para
separarlos.
-¿Y
nosotros? –Pregunto- yo acabé el instituto.
-Pero
deberías… -Mark hace una mueca.
-Me
adelantaron un curso y acabé el pasado año –suelto, sin demasiado interés en
seguir con la charla- ¿Qué hacemos nosotros?
-Puedes ir
al patio –murmura Tresh- aunque no es demasiado increíble.
-¿Puedo ir a
mi habitación? –pregunto.
Necesito
estar sola.
-Puedes
hacerlo –anuncia Mark- pero no tiene sentido ir si por la tarde nos vuelven a
encerrar. Ven con nosotros al salir.
-Gracias,
pero estoy cansada –miento, he dormido un día completo, aunque en realidad mi
estado de ánimo está en el subsuelo y no tengo ganas de nada.
-¿Quieres
que te acompañe? –Pregunta Tresh poniéndose en pie.
-Creo que
recordaré el camino –susurro, y me despido con un asentimiento de cabeza antes
de abandonar el gran y gris comedor.
--------------------------------------------------------------------------------------
RT aquí si has leído este capítulo de 'tan solo una salida', gracias y os espero en el siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario