Recorro todas las calles
de ese pequeño pueblo camuflado lo mejor que puedo con gafas de sol, gorro y
capucha, pero a pesar de ello la gente se me queda mirando. Aunque puede que
sea por el hecho de ver a un chico correr como si ardiera en llamas y con los
pantalones casi por las rodillas. Debería haberme puesto el cinturón que Sweden
me regaló.
Salgo a otra pequeña
calle más grande y miro hacia el final de ella. Veo una plaza con una gran
fuente de piedra en el centro, y detrás un parque. Te tengo. Estoy aquí Sweden.
Vine por ti. Sigo corriendo hasta salir al fondo y comienzo a ver gente
paseando por aquella plaza. Busca Justin, busca. Nada. No la veo. Sigo
avanzando y recorro con la mirada cada centímetro. De repente veo algo.
Te tengo.
Un banco.
Dos personas.
Oh dios… Sweden está
preciosa.
{#Sweden}
Esta mañana tuve una
conversación con mi madre. Una charla de esas que te abren los ojos y te hacen
cambiar la manera de ver las cosas. Al levantarme ella estaba preparándose para
ir a trabajar como cada mañana, y sin saber muy bien por qué me miró con una
sonrisa en la cara y se sentó en el sofá indicándome que me sentara a su lado.
No comprendí muy bien lo que buscaba, pero tras hablar durante un buen rato… me
hizo ver que las cosas no siempre son tan malas como nosotros las pintamos. Que
siempre hay una salida y que nunca está todo perdido. Que hay que luchar,
cueste lo que cueste… por lo que realmente queremos. Y yo estaba dispuesta a
hacerlo. Ella me abrazó y se despidió como cada día con un “te quiero” antes de
salir por la puerta.
Ahora me encuentro una
vez más en una situación en la que no quiero estar. Justin está lejos y Scott
demasiado cerca. Pero supongo que hay
que pasar por caminos oscuros antes de ver la luz ¿no es así?
-Eh, quita esa cara, me
estás deprimiendo –dice Scott desde mi derecha, ambos estamos sentados en uno
de los bancos del camino que recorre el parque.
-Oh, cuanto lo siento.
-¿Alguna vez podremos
tener una conversación decente sin que me escupas? –espeta.
-¿Sabes qué pasa? –le
miro insistente- que yo, las conversaciones decentes las tengo con las personas
decentes –sonrío- y tú eres un bicho.
-Tu sarcasmo me irrita
–se pone tenso.
-Tú me irritas.
Los dos quedamos mirándonos
durante unos largos minutos sin que ninguno diga nada, y de repente el ambiente
cambia.
-Déjame hablar contigo
sin tonterías por una vez.
Le miro en silencio.
-Sweden… -me mira-
¿nunca perdonas a la gente?
-Scott –digo cortante-
no empieces con tus temas de remordimientos y tus excusas. Sabes perfectamente
que no mereces ni siquiera que este aquí sentada contigo. Lo que has hecho e
hiciste demuestra que sigues siendo el mismo… -suspiro- el mismo idiota
inmaduro.
-Si te tomaras el tiempo
suficiente para conocerme…
-Eh –le corto- para.
Pareces bipolar esquizofrénico o algo por el estilo –intento mantener la calma
lo mejor posible- ¿Qué es lo que te pasa? ¿de verdad intentas ir de victima?
Mírate –le señalo- no te bastó con joder dos años de mi vida, sino que por tu
estúpido orgullo ahora pretendes seguir fastidiándome.
-Si, mi orgullo… ¿y qué?
-¿Y qué? –río- que pretendes
engañar a la gente haciéndoles creer que siempre consigues lo que quieres y así
solo demuestras ser un inmaduro.
-No te pases –escupe.
-No, que va… no me paso
nada –le miro de reojo- me estoy portando muy bien.
Él vuelve a mirarme y
tras intensas y largas respiraciones decide ponerse en pie.
-Vamos a tomar algo,
quiero que nos vean juntos.
-Por supuesto –sonrío
irónica.
Me levanto y sacudo mis
pantalones. Miro al cielo buscando la calma divina y miro a mi alrededor en
busca de algo que me de fuerzas. Comenzamos a andar por el pequeño paseo en
busca de alguna heladería y Scott se acerca más a mí a la misma vez que me
alejo instintivamente. Observo detenidamente a las personas que pasean por el
parque para no tener que fijar la vista
en Scott. A mi derecha hay un grupo de chicos skaters con pantalones anchos y
rodilleras sobre una rampa. Seguimos andando y frente a nosotros un grupo de
perros rebuscan en una de las papeleras repletas por las sobras de los
bocadillos de niños que antes merendaron ahí y ahora juegan en los columpios. A
mi izquierda comienzo a pasar la mirada despreocupada. Un banco con dos
ancianos, una chica paseando a su mascota, un hombre aparcando una moto, una
mujer sentada en un banco dándole de comer a su hijo, Justin, dos gatos
peleándose por un trozo de pan, espera un momento… ¿Qué? ¿Justin? No, no puede
ser.
Me paro en seco y me
giro bruscamente hacia el chico con gorra y gafas de sol que permanece apoyado
entre dos árboles. Está inmóvil y me mira. Es imposible que sea el… ¿no? Justin
no puede estar ahí, no puede haber venido solamente para…
-¿Qué pasa? ¿Por qué te
paras? –me llama Scott.
De repente me encuentro
mal.
-¿Qué… -me giro para
mirarlo- ¿Qué pasa?
-¿Por qué te has parado?
¿Qué mirabas?
-¿Yo? Nada, solamente…
-vuelvo a girarme en busca de ese chico, el cual ha desaparecido- mierda.
Nerviosa paso la mirada
por toda la calle, miro entre los árboles pero no hay nadie. La gente no se
inmuta, sigue igual que hace unos instantes. Todo está exactamente igual…
excepto que la sombra entre esos jodidos árboles ha desaparecido.
-Te has puesto pálida,
¿vas a decirme que pasa? –insiste Scott a mi lado.
-No es nada –me vuelvo
hacia él y comienzo a andar de nuevo mirando al suelo resignada- simplemente me
pareció ver a alguien.
-Eres rara –bufa- y
ambos seguimos nuestro camino.
Tras conseguir un helado
Scott cambia de dirección y se mete hacia uno de los parques más pequeños del
paseo. Yo le sigo sin entender a donde vamos y entonces, sin avisar, me coge la
mano y la aprieta contra el.
-¿Qué mierda haces?
–intento zafarme de su agarre, pero no me suelta.
-Mi turno –dice
sonriendo- ahora cállate y haz lo que te diga.
Sin saber por qué ni
como de repente me veo frente a un grupo de personas que nos esperan
impacientes. Todos nos miran, primero a Scott, después a mi, y por último a
nuestras sudorosas y tensas manos entrelazadas. Esto es repulsivo.
-Eh Scott –dice uno de
ellos levantándose para saludarlo- veo que has conseguido lo que te proponías
–me hecha una rápida y sucia mirada de arriba abajo.
-Ya sabes que siempre
consigo lo que quiero –vacila el acercándome más.
Mierda, esto es
demasiado ¿de qué va? Permanezco en silencio intentando que todo acabe lo más
rápido posible.
-¿Y cómo has conseguido
que vuelva contigo, semental? –ríe una chica desde el otro extremo del banco.
-Ya sabes Paula… mis
encantos –sonríe con aires de grandeza.
-Tus encantos de orco
atropellado –susurro para mis adentros.
Todos me miran a pesar
de que nadie me ha escuchado, y de repente me siento expuesta ante toda esa
gente. Me siento como un trofeo, un trofeo ganado suciamente y no merecido.
-Parece que te las
buscas buenas, podríamos compartirla algún día –escucho a otro de sus
desagradables amigos.
Necesito matarlos a
todos.
-Lo mejor –me mira Scott
de reojo- siempre.
De repente noto su mano
dejar mi brazo y posarse en mi cadera, demasiado cerca de mi trasero. Su mirada
se vuelve más intensa y se vuelve hacia mí rápidamente. De repente veo lo que
se propone y antes de que sus labios estén lo bastante cerca de los míos la
mano en la que sujeto mi helado sube como un espasmo accidentalmente topándose
contra su cara y manchándolo de chocolate torpemente. Todos comienzan a reír y
yo me separo. Le miro ferozmente intentando que esto sea un aviso bastante
claro de que hay límites.
-Oh, lo siento –digo en
tono de disculpa- fue un accidente.
Las risas siguen
oyéndose desde el banco frente a nosotros y Scott saca un pañuelo del bolsillo
trasero de sus pantalones para pasárselo por la cara. Me lanza una mirada
furiosa y lo tira al suelo tras usarlo.
-Nos tenemos que ir, ha
sido un placer –dice serio- nos volveremos a ver pronto.
Débilmente se despiden.
Agarra mi brazo con tanta fuerza que noto sus dedos clavarse dentro de mis
huesos, y rápidamente me arrastra fuera del parque.
Comenzamos a andar sin
que ninguno diga nada, y así pasan cinco minutos hasta que finalmente entramos
en un jardín en el que no hay nadie. Al saltar la pequeña valla puedo leer
“acceso restringido, no pasar”. Mierda ¿A dónde vamos?
Seguimos andando hasta
meternos más adentro, donde el ruido de los niños en el parque se convierte en
susurros casi insonoros. La luz se hace más espesa al entrar entre los árboles,
y solo entonces suelta mi brazo bruscamente.
-Siéntate –me ordena
señalando el tronco caído de un árbol.
-No.
-¡Siéntate! –grita.
Dios, esto no va a ser
bueno. Le hago caso y tomo asiento.
-No sé quién diablos
crees que eres para dejarme en ridículo delante de mis amigos, pero te aseguro
que vas a pagar caro lo que has hecho.
-No he hecho nada –susurro.
Scott me mira, y en ese
momento me doy cuenta de algo. Algo en lo que no había caído hasta ahora. Sus
ojos fríos como el hielo. Duros e inexpresivos clavándose en los míos con odio.
Conozco esa mirada… la he visto antes… antes… aquella noche.
-Scott…
-Cállate puta –me
escupe- creo que me has sobrevalorado de nuevo. Creo que estás confusa o por
alguna razón crees que eres capaz de decidir lo que quieres hacer ¿no es eso?
–vuelve sus ojos aún más intensos hacia mi- creo que te has equivocado de lleno.
-¡Para ya! –me levanto.
-¡No! –vuelve a coger mi
brazo con fuerza y esta vez me empuja, tirándome al suelo sobre un montón de
arena y piedras duras- voy a enseñarte quien manda.
¿Qué? No, mierda… ¿Qué
pretende? No, por favor…
Se echa sobre mi y de
repente me encuentro atrapada entre su cuerpo y el suelo, haciendo presión
contra mí y sin dejar que me mueva. Instintivamente me retuerzo bajo él y
siento pinchazos dolorosos en el costado. Intento golpearle pero una de sus
manos agarra rápidamente mis muñecas poniéndolas sobre mi cabeza.
-¡Para! ¡Déjame! –Grito
con todas mis fuerzas- ¡Maldito hijo de puta!
Su otra mano se desplaza
hasta mi boca haciendo presión y ahogando mis palabras. Joder, esto no es nada
bueno.
-Ahora vas a aprender
quien tiene el control perra, si yo digo que andes, andas –sonríe malicioso- si
yo digo que te sientes… te sientas –su voz tiembla al acercar su boca hacia mi
cuello. Comienza a dar pequeños besos desde mi hombro hasta mi oído- Si yo digo
que comas… comes –el sonido entrecortado de sus susurros y mi respiración
agitada y nerviosa es lo único que puede escucharse en ese jodido bosque,
estamos solos- si yo quiero besarte… te beso –su aliento choca contra mi cara y
tras liberar mi boca de su mano y ponerla sobre uno de mis pechos reemplaza el
hueco que esta ocupaba por sus labios, poniéndolos sobre los míos tan
bruscamente que es un golpe lo que recibo contra mi boca.
Scott comienza a moverse
sobre mí haciendo que mi cuerpo se clave aún más contra el suelo. El dolor se
hace sordo con el peso de su cuerpo y siento que no puedo gritar. Sus labios
fuertemente contra los míos me hacen perder el aire. No puedo respirar. No
puedo gritar. Solo puedo… llorar.
-Y ahora jodida
bastarda, voy a follarte para que aprendas a ser una buena chica.
Tras esta última frase
el pánico cunde sobre mí y comprendo que ha llegado demasiado lejos. Sé que
estoy jodida. En medio de la nada y con un violador deseando venganza por una
humillación pública. Y sé que lo hará, claro que va a hacerlo… a él nunca le ha
importado hacerme daño.
Continuará...
------------------------------------------------------------------------
Gracias una vez más, si leísteis el capítulo por favor dad RT aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario